23 de julio de 2025

Top Secret

 Top Secret




   —Coronel, ¿qué me puede contar sobre la Muerte Perfumada? ¿Es alguien real o es solo una quimera?

   —Todo este asunto no es del dominio público, Señor. Ya me entiende. Su ficha está sellada. Solo hay rumores y poco más.

   —Descuide.

   —Es una agente libre de SBU. No se sabe su edad exacta. Podría tener cuarenta y tantos años. Nació en Kyiv. Terminó ahí el colegio y el bachillerato. La reclutaron cuando estudiaba en la escuela del Secretariado Internacional. Era muy joven cuando la policía secreta la introdujo en el operativo de la caza de los especuladores en el mercado negro. Ya entonces era atrevida, mentía sin pestañear y camaleónica. Parecía una típica muchacha boba e inocente, fácil de engañar, que iba por ahí con “los verdes” de su papá. Los contrabandistas caían en sus redes como moscas. Pero uno la reconoció y tuvieron que retirarla de las calles.

» Apareció unos años después en la Universidad de Asuntos Interiores en Kharkiv. Acabó la carrera con el diploma rojo con el rango de teniente mayor. En aquella época también ganó varias medallas en artes marciales. Era una buena pieza. Después, desapareció. Aunque he oído que estuvo en una unidad especial de Seguridad Nacional dedicada a Sudamérica. Por esto es tan buena en español.

» No se sabe la cantidad exacta de los cadáveres a sus espaldas, ya que trabaja muy discretamente. Cuando empezó, mataba con cualquier objeto que tenía entre las manos. Una vez usó una patata. ¿A quién se le podría ocurrir esto? Le metió a un señor de la guerra la patata hasta el fondo de la garganta. Solo de imaginarlo, me dan náuseas.

» En algún momento se dedicó a matar por medio de perfumes. Limpio y muy elegante. Sin rastro. Nadie sabe qué tipo de sustancias venenosas usa. Dicen que está medio retirada. Aunque, de vez en cuando, acepta algún que otro trabajo. Por cierto, Señor Secretario, ¿por qué necesita saber sobre ella?

—Aquí tiene el dosier con toda la información del objetivo y la mitad de pago en bitcoins. El resto, al finalizar. Haga que acepte el trabajo. Adiós, coronel. Cierre al salir y olvídese de esta reunión.




                                                                 23/05/2025... en alguna parte de Kyiv                                                                               

                                                                                             © La Pluma del Este

                                                                                     

21 de julio de 2025

Las tres damas

 Las tres damas




   —Lourdes, por el amor de Dios, ¿vas a seguir de luto en las fiestas de San Xuan? Ya pasó un año desde que murió Gonzalo, que en paz descanse. —Rezongó Mercedes, santificándose y con la cara de fastidio. —¡Pareces la Virgen de Dolores!
   —Ahí le has dado, tengo dolores por todos lados. —Le espetó Lourdes. —Y, además, soy más que una viuda. ¡Soy viudísima y con mucho orgullo!… No como otras que yo me sé. —Esta última frase Lourdes murmuró hacia dentro.
   —¿Qué has dicho? ¡Dímelo en la cara, jodia!
   —¡Chicas! ¡Chicas! No empecemos con las tonterías. —Intervino,  Maricarmen, saliendo del baño, ya vestida para la fiesta. —Lourdes, eres viuda, pero sigues viva. Así que disfruta de lo que te queda en este mundo. Que yo me acuerde, tu marido odiaba el negro. Nunca lo vi ni con un pantalón, ni con unos zapatos negros… Espera, espera… ¿Serás cabrona? ¡Ja, ja, ja! ¡Todo este tiempo lo hiciste adrede!   
   Las tres amigas se partieron de risa. Como en los viejos tiempos, con sus setenta y tantos bien llevados y con el peso de vivencias encima, seguían pareciendo unas chavalas.
   Las calles del pueblo, como unos ríos de colores, llenos de vecinos y visitantes, vestidos en ropas de domingo, desembocaban en la plaza mayor. Ahí la brisa marina desparramaba el olor a churrasco, a empanadas y a pulpo cocido. En el escenario unos gaiteros con más entusiasmo que ritmo, tocaban la Muiñeira y varias parejas la bailaban como si su vida fuera en ello.
   Mercedes, apartando la multitud, se lanzó como una treintañera en medio de los bailarines. Se le arrimó un jubilado de buen ver y le juró que era un pariente lejano de los de Luar na Lubre. Maricarmen, exhibiendo la paciencia de una maestra retirada, discutía con el pulpeiro por la escasa cantidad de pulpo por ración. Lourdes, seguía vestida de cuervo, y bajo una sombrilla de encaje blanco, heredada de su madre, saboreaba el licor de café, que bajaba fresquito por la garganta y encendía su cuerpo por dento. Lourdes sonreía. Alguien le dio un codazo:
    —¡Dale, mujer! ¡San Xuan no resucita a los muertos, pero amina a los vivos!
   Horas después, ya en plena noche, las tres damas volvían al hostal.  Las calles engalanadas apenas tenían transeúntes. Algún que otro borracho con alegría desentonaba “Asturias, patria querida” (los asturianos no pierden ni una fiesta de sus vecinos gallegos y viceversa), provocando los perezosos ladridos de los perros. Lourdes, Maricarmen y Mercedes, riéndose a carcajadas, caminaban descalzas y felices.
    —¡Paren! ¡Chicas! Propongo una cosa. Tssss…  ¿Y si hacemos esto todos los años? —dijo Lourdes con su vestido negro subido por encima de las rodillas. 
    —Si no nos la palmamos antes, ¡ja, ja, ja! —rio Maricarmen.
  —¡Bah! Total, ¿qué más nos da? Qué nos entierren aquí, entre gaitas y albariño. —Sentenció Mercedes.




 

                                                                       21/07/2025, Gijón 

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17 de julio de 2025

La entrevista

La entrevista 



        —Pase, por favor. Siéntase tranquila… Ya hemos leído su currículo, pero nos interesan los matices de su personalidad. Háblenos sobre usted. Sin prisa… Queremos conocerla.     
        —Vale, lo intentaré, pero ruego que comprendan que no es habitual para mí hacer esta especie de autorretrato.
» Como ya sabéis, nací en Ucrania cuando todavía era una parte de la URSS y me he formado ahí. Mi padre murió…  Lo mataron cuando yo tenía veinticuatro años; me tocó cuidar de mi familia. Ha sido muy difícil. Tuve que encargarme de todo. Esto me hizo sentir útil y valorada. Si bien, de vez en cuando, necesitaba un distanciamiento de todo…
» Soy exigente. A veces, maniática. Me gustan las cosas bien hechas. Mi papá me decía: “Hija, todo lo que hagas, hazlo de la mejor manera posible”. Hasta el día de hoy lo cumplo a rajatabla. Sigo el orden y la lógica, pero me esfuerzo por no llevarlos hasta los extremos. Vivir en Cuba y en España me ha “latinizado” un poco. ¿O será la edad que me ha vuelto más flexible?…
» Hace tres años descubrí la escritura creativa. Me vino bien para ordenar mi mente y dar una salida a mi imaginación. Me fascina la novela negra y el thriller policiaco… Puede que demasiado… En muchos de mis relatos muere alguien. Y me surgen las dudas: ¿sería capaz de matar?… Perdone por mi sinceridad… ¡Pero si yo hasta quito los caracoles del camino para que nadie los pise! Muchos perros de la zona me conocen. (Los cabroncetes saben que llevo las chuches en el bolso.) Mis peludos me adoran. Y lloro con las películas tristes. Jamás haría daño a nadie a propósito. Nunca. Esto sí, si me tocan a los míos, a mi familia, no respondo por mí… Lo siento… Creo que seguiré asesinando en mis escritos. Para desahogarme…
» Soy muy sensible… Y romántica…  Me encantan las flores. Mi favorita es el Clavel Turco. Es resistente y se adapta a cualquier terreno. Tiene unas florecitas aterciopeladas entre un marrón chocolate y el amarillo canario. Y con un olor fuerte y, a la vez, delicado. Cada vez que puedo, voy al pueblo a enterrarme en el jardín mondando, plantando y replantando. Hasta tengo un enorme arbusto de la uva crispa. Es muy típica de mi país, Ucrania. Para comer es algo ácida, pero para una mermelada, es perfecta…
» Me gusta muchísimo cocinar. Y mucho más, dar de comer. Si tuviera una casa grande y el dinero, haría fiestas cada mes. Invitaría a mis amigos y a algún que otro vecino. Es muy entretenido observar cuando las personas de diferentes círculos de interés y que no se conocen, al final de la velada, llegan a tener más en común de lo que pensaban. Conocer a gente nueva es muy enriquecedor… Ah, me inscribí en un curso de escritura. Ahí me encontré a cinco personas que me despiertan mucha curiosidad. Tengo ganas de saber más de ellos. O, por lo menos, lo que ellos querrán enseñar de sí mismos…
» Adoro hacer los regalos. Los detalles pequeños, sin importancia, pero como un símbolo de atención. Cuando veo alguna cosita que me gusta, a la mente me viene la persona adecuada para ella…
» Vivo en España desde hace casi treinta años y antes, cinco en Cuba, y todavía no llevo lo de dar dos besos para saludar. Los que me conocen saben cómo soy. Prefiero un apretón de manos. Sincero. Formal. Por el tacto y la manera de dar la mano se puede sentir cómo es el otro. Hay manos como si estuvieran muertas, flojas, frías y húmedas… Para mí, son personas que evitar.
» Perdón, señor, me he ido por las ramas… Uff, es difícil… Creo que lo que estoy contando no tiene sentido… ¿Sigo?… Vale… Mmmmm… Me gusta leer. Pero debería leer más. Tengo unos cincuenta libros nuevos sin abrir. Antes era compradora compulsiva. En un almacén guardo cajas y cajas de libros porque no tengo suficiente sitio en casa.  Libros… Quiero escribir uno. Aunque sea chiquirritico… Para cuando yo ya no esté en este mundo, alguien lo lea y se acuerde de mí…
» Por favor, tengo la garganta seca. ¿Me podría dar un poco de agua?… Gracias. Todo esto me pone nerviosa. Ah, soy puntual. Casi siempre. No me importa trabajar más, si se requiere.
        —Muy bien, señora. Ya tenemos una idea sobre su perfil y creemos que encaja perfectamente en nuestra empresa. Un par de preguntas más y terminamos. ¿Está usted dispuesta a viajar acompañando a nuestros huéspedes? Imagino que sabe conducir. ¿Tiene el carné?
        —Sí. De hecho, lo saqué a la primera. Pero lo de conducir lo tengo medio apartado. Cada vez que cojo el volante, pienso que voy a matar a alguien… Pero en el anuncio no decía que tenía que conducir. Viajar, sí, no me importaría.
        —Bien. Y una última pregunta. En el dosier que nos pasó un colaborador pone que en su juventud tuvo la preparación militar que incluía armas. Exactamente, AK-47. Lanzamiento de granada. Supervivencia. Lucha cuerpo a cuerpo. Participación activa en los juegos de guerra. ¿Es cierta esta información?
        —Bah… Esto fue hace tantísimo tiempo que ya ni me acuerdo. Pero si el puesto lo requiere, tendré que ponerme al día. Aunque es del todo sorprendente. Una ya no tiene edad para estas cosas. Ahora yo funciono más con la cabeza. Decía mi padre, que era un hombre muy sabio, que la mejor manera de ganar una pelea es evitarla. Huyendo, claro… Señores, he de reconocer que esta entrevista me tiene muy confundida. No… No estoy segura de si todo esto es necesario para trabajar en una residencia de ancianos.
        —No es una residencia corriente, señora, ni los ancianos son los normales. De hecho, todos son los ex activos de las FSE. Empieza mañana. 


 

 17/072025, Gijón

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11 de julio de 2025

No tengas tanta prisa

 

No tengas tanta prisa




 
—Bueno… ¿Te vas a tirar de una vez? ¿O no? Este es el cuarto tren que pasa y aquí seguimos como dos pasmarotes. ¿Sabes que por tu culpa tengo mucho trabajo atrasado? Te lo cuento. Veamos. Tengo acumulados unos cientos de accidentes de coche; un naufragio, un par de guerras sin sentido, a los de hospitales; y de las residencias de mayores, ni te cuento… Fiuuuuu… Un montonazo de curro. En resumen, un sinfín de encargos por hacer y heme aquí contigo, contando los trenes. Soy Muerte, ¿lo sabes? ¿Y a qué me dedico? Pues eso. No puedo perder mi tiempo con uno que no se atreve a saltar el puente. ¡Dios! ¡Qué castigo! Miren como se agarra a la barandilla. Hasta parece que sus dedos son una parte de ella… ¡Venga! Hasta el próximo tren quedan menos de diez minutos. Así que cuéntame, ¿por qué quieres morir? ¿Sabes que no es tu momento? En mi lista tú dejas este mundo con noventa y siete años y durmiendo plácidamente. Ni te enteras. Y, por supuesto, rodeado de un montón de hijos y nietos y hasta un bisnieto. ¡Caramba! Una bonita vida, sí, señor. Que no te miento…. Te lo juro por mi guadaña. ¿Cuántos tienes ahora? ¿Treinta? ¿Treinta y cinco? Ah, ya lo sabía. Te estoy tomando el pelo. ¡Venga! Ahora en serio, ¿por qué te quieres morir tan pronto?… Otro tren que se va. Bueno, me alegro de haber charlado contigo. Adiós. Nos vemos dentro de sesenta y dos años.


 




 

                                             11/07/2025, Gijón

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4 de julio de 2025

Las traviesas

Las traviesas 



 

 Carmen y Elvira, con sus ochenta años bien llevados, tenían un pacto inquebrantable: mientras sus cabezas funcionen y el cuerpo lo permita, jamás envejecer del alma.
   Cada jueves se escapaban del geriátrico disfrazadas de turistas extranjeras («los guiris pasan desapercibidos», decía Elvira), solo para comer unos churros con chocolate y después, ir al bingo y pedir los chupitos de whisky en tazas de té.
  —¿Y si nos pillan? —preguntaba Carmen, con una risa traviesa que hacía saltar su dentadura postiza.
  —Nos hacemos las sordas o mudas. Y las locas, si hace falta. —Le contestaba Elvira, limpiando las gafas empañadas con el dobladillo de su falda plisada amarilla.
  Una vez cantaron el bingo. Compraron un loro que dice groserías en ruso. Lo llaman Rasputín. Desde entonces, nadie se aburre en la residencia, ya que hasta los familiares y las visitas se empeñan en enseñarle a decir los tacos en español.

        



 

                                                                                     03/07/2025, Gijón

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1 de julio de 2025

No mires atrás

No mires atrás




Me dijo que no mirara atrás…
   Y le hice caso. Agarré a nuestro hijo; lo apreté fuertemente contra mi pecho y empecé a arrastrarme por el pasillo. En la calle y delante de nuestra casa se oían las voces de los enemigos: gritos de nuestros vecinos, chillidos de los perros y continuos disparos de los Kaláshnikov. Los asesinos estaban a punto de entrar.
   «Salva a nuestro hijo, corre…», me dijo. «Te amo, los amo a los dos… Marchaos…».
     Antes de salir por la puerta trasera que daba al bosque, me giré… Lo vi… Estaba de pie con una mano agarrándose a su abdomen. La camisa nívea, teñida de un rojo intenso, no absorbía la sangre y esta corría como un río… En la otra mano tenía una granada.
   La puerta de la entrada se abrió… Oí hombres gritando… Él, como si supiera que lo estaba mirando, se giró… Y me sonrió. Con sus perfectos dientes blancos agarraba la anilla…
   Corrí como nunca… La onda explosiva nos alcanzó cuando llegamos a los primeros árboles… Nuestro hijo, con los ojos muy abiertos, no se quejó, no lloró. Él solo miraba detrás de mí y en sus pupilas se reflejaba el fuego que devoraba nuestro hogar, nuestras vidas, nuestros sueños…
  Me dijo que no mirara atrás… Sin embargo, no dejo de hacerlo, buscándome a mí misma, la que se quedó junto a él.
                                      




                                                                                 01/07/2025, Gijón

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20 de junio de 2025

ANUNCIO

 

Un hombre, lleno de amor,

busca a la mujer para compartirlo

 

Nombre: Armando P.F.

Profesión: Fontanero, de tercera generación. Especialista en grifos de sentimientos que no se abren, en fugas incesantes de lágrimas, en atascos de cañerías que llevan al corazón.

Estatura: soy tan alto como tú lo necesites; intentaré llegar al depósito de tu alma, aunque tenga que romper la pared de tu indecisión y timidez.

Edad: 45 años (pero mi llave inglesa está como nueva).

 

Ofrezco:

—reparaciones sentimentales del pasado sin juzgar;

—un hombro firme y una mano, llena de callos, para el apoyo duradero y sin fisuras;

—silencios cómplices mientras se vacía la caldera;

—café o té a media mañana para acompañar una conversación sin filtros.

 

Busco:

Una buena mujer que no tenga miedo de meterse en los charcos emocionales (los domésticos ya los arreglo yo); que comprenda que algunas veces lo que gotea no es una tubería, sino un corazón roto. No me importa si eres una escritora, librera, ama de casa o maestra… Lo que me importa es que te rías conmigo cuando me quede atrapado bajo un fregadero o, cuando, un chorro de agua me salpique de la cabeza a los pies.

 

Garantía:

No puedo arreglar el corazón roto, pero prometo quedarme a tu lado mientras se cura.

 

Llámame sin compromiso. Para una cosa o la otra.





La imagen está tomada del artículo: ¿Cuánto cuesta llamar a un fontanero?


19/06/2025, Gijón

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15 de junio de 2025

El pan de Eliza

 El pan de Eliza



 

La guerra había terminado…
        De la aldea de Tres Pinos, solo quedó el nombre. Los tres troncos quemados se alzaban hasta el cielo como tres gigantes negros. Con sus ramas retorcidas y rotas, los pinos lloraban, y su savia ámbar, que bajaba en finos riachuelos, se endurecía y brillaba bajo el sol de principio de otoño.
   Los habitantes, que se habían escondido en las profundidades del bosque, empezaron su triste regreso al hogar. Mujeres, niños y viejos, acompañados de unos pocos hombres, (ya que muchos estaban en la guerra o caídos en las batallas), con lágrimas, contemplaban las ruinas de sus vidas. Las casitas de adobe y madera, saqueadas y algunas, quemadas, ofrecían una dolorosa imagen.
      Eliza, la panadera del pueblo, estaba de pie frente a su casa. No estaba quemada, pero su puerta de roble macizo colgaba de un solo gozne; las ventanas sin vidrio parecían los ojos de un muerto. El suelo estaba cubierto de trocitos de cerámica y de utensilios de cocina rotos… Ella solo estaba preocupada por una cosa, el horno. Con el corazón encogido, entró. El destrozo de sus pertenencias la llenó de congoja… El horno de pan tenía una grieta que, como una cicatriz, lo recorría de arriba abajo. Eliza se encomendó a Dios, con esperanza de que, aun así, pudiera cumplir con su cometido.
    La mujer, con mucho esfuerzo, movió el viejo arcón, dejando a la vista la trampilla al sótano. Se sintió aliviada: los saqueadores no la habían visto. Su “tesoro”: bandejas de hierro, varios sacos de trigo de centeno y un tarro de miel que pudo esconder antes de huir — estaba a salvo. Después de limpiar y ordenar, se puso a hacer el pan…
       Los habitantes en silencio se afanaban en arreglar sus casas y en limpiar los estragos. Entre los ruidos de hachas y martillos, se oían sollozos y quejas de los hambrientos niños: las bayas y las setas no llenaban sus barrigas. Sin monedas o productos para hacer el trueque, solo quedaba rezar y esperar el día siguiente…
    Al llegar la noche, Eliza metió las hogazas en el horno. Cuando sacó la primera bandeja, el olor al pan recién hecho, se expandió por su casa. Y a través de las tablas que tapaban las ventanas llegó a las calles del pueblo, dormido con un sueño inquieto.
       Las horas pasaban y la cocina se llenaba de los panes. Eliza los pintaba con un moñito de hierbas aromáticas mojado en la aguamiel. Esta se secaba en las cortezas calientes dejando un apetecible brillo dorado. El pan de centeno y miel, la receta que heredó de su abuela, estaba listo para ser repartido. Como una sombra más, la panadera con mucho sigilo recorrió las calles de Tres Pinos, dejando el pan en las casas de sus habitantes.
        A la mañana siguiente, nadie dijo nada. Pero se oyeron las risas de los niños. Eliza estaba feliz y volvió a hacer el pan, rezando para que el horno aguante, y después lo repartió, ocultándose en la noche.
      Al tercer día, cuando la mujer salía de casa, en la puerta encontró un ramo de flores. Después, unas bayas silvestres. Les siguieron los cubos llenos de agua. Sal. Huevos…  El juego continuó varios días más. Por la noche, Eliza repartía el pan y por la mañana encontraba los pagos que le dejaban sus vecinos.
     Hasta que una mañana, alguien llamó a su puerta. Era Marcos, el albañil del pueblo. Detrás de él, los vecinos, sonrientes.
      —Buenos días, Eliza. Este pan tan rico que haces, no lo puedes hacer en una casa sin ventanas, con una puerta que apenas cierra y el horno que está a punto de partirse por la mitad. Venimos para ayudar.
         Eliza, con las lágrimas en los ojos y sorprendida por tanta generosidad, les dio la bienvenida. Enseguida su casa se llenó de ruido, de risas y de canto…
      El sol de otoño teñía de oro los tejados de caña recién colocada. La brisa templada jugaba con las hojas caídas. El gallo en alguna casa de un poco más allá cantaba a plena voz. La vida tranquila después de tanto dolor se hacía notar poco a poco.
         Eliza, sentada en un tocón y rodeada de alegres niños, se sentía abrumada y… agradecida. Y en aquel momento se dio cuenta de que, al salvar la panadería, se salvaba el pueblo. Y que la esperanza, como el olor al pan recién hecho, llegaría a todos los rincones de aquella aldea, llamada Tres Pinos, y a mucho más allá: a la comarca que estaba recuperando la paz. Aunque no por mucho tiempo, pero, al fin y al cabo, la añorada paz.
         



13/06/0225, Gijón

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8 de junio de 2025

El coro de la vida

El coro de la vida 





Después de semanas de combates, por fin, Oleksiyivka estaba libre de los invasores.  Otro trocito de Ucrania que retornaba y encajaba como una pieza del puzle en todo uno. Una pieza, un pueblo, donde antes vivían en paz sus cinco mil habitantes. Otrora preciosos jardines y parques ahora eran troncos quemados, saliendo de la destrozada tierra en garras negras y torcidas, señalando al cielo azul y libre, por poco tiempo, de los drones.
          Los soldados ucranianos con extrema precaución registraban las ruinas de cientos de casas; de vez en cuando tropezaban con los cadáveres de vacas, caballos… hinchados y a punto de reventar… Ni siquiera las alimañas se atrevían a disfrutar de la comida fácil. A los rusos les encantaba disparar a cualquier ser viviente solo por diversión.
          Lo más extraño es que en el aire no había ningún sonido, solo el crujir de las piedras y cascotes que pisaban los soldados. Después de tres años de guerra todavía les encogía este silencio raro, neutro… Es como si la misma existencia se ha quedado quieta sin saber qué hacer: huir al otro lugar, más pacífico, o, brotar con el riesgo de que mañana o dentro de una semana, la muerte volverá a adueñarse de todo…
           El coro de la vida había enmudecido…
           Sin embargo, el silencio también significaba que el pueblo estaba liberado del todo… Los cadáveres de ocupantes, dejados atrás en la retirada, esperaban la misericordia de los liberadores… Sin merecerla.
            De repente, una voz profunda, ligeramente ronca, se elevó al cielo… La siguieron otras… Las voces cansadas de los soldados, hombres, padres de familia, estudiantes que pusieron sus vidas en un aparte, empezaron a cantar:
 

Aún no han muerto ni la gloria, ni la libertad de Ucrania,

Aún a nosotros, hermanos compatriotas, nos sonreirá la fortuna.

Se desvanecerán nuestros enemigos, como el rocío bajo el sol.

Gobernaremos nosotros, hermanos, en nuestra propia tierra.

 

Coro: 

El alma y el cuerpo sacrificaremos por nuestra libertad,

Y mostraremos que nosotros, hermanos, somos de la estirpe cosaca.

 

         La armonía y la belleza han roto el silencio. Ni siquiera importaba el mañana; igual algunos de ellos ni siquiera vivían una hora más… No importaba. Este pequeño trozo de tierra de sus antepasados merecía purificarse… Donde se cantaba el himno de Ucrania era la tierra libre y abierta a la esperanza y la vida…
 




 

                                                                  08/06/2025, Gijón

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3 de junio de 2025

Vacaciones de ensueño

Vacaciones de ensueño 



 


¡Vacaciones!
¡Va-ca-cio-nes!
¡¡Vacaciones!!
Por fin, Julia iba a tener unas vacaciones de ensueño. Y lo mejor de todo, que no le costarían ni un euro. El viaje a una isla paradisíaca era un premio que le había tocado al hacer un chequeo médico anual. (Es de lo más extraño, ¿verdad?)
         No podía creer en su suerte. Ella, tan normal y que nunca, jamás de los jamases había ganado nada, ahora era una afortunada de una estancia a todo lujo en un hotel-spa de cinco estrellas con los tratamientos de belleza, masajes y dietas adelgazantes incluidos. Justo lo que ella necesitaba. (Bajar unos kilitos le vendrían de maravilla.)
      Un coche negro vino a buscarla. El chofer, con mucha galantería, le abrió la puerta y le ofreció una copa de champán. En el aeropuerto, sin necesidad de hacer cola con el resto de los pasajeros, pasó como un viajero VIP y de ahí, a la cabina de primera clase. Más champán y comida de gourmet la dejaron muy pero muy relajada. Observó el resto de los pasajeros y, charlando con algunos, se enteró de que todos eran los ganadores de un viaje. El mismo viaje que ella. Y todos hicieron el chequeo anual. «¡Qué coincidencia más extraña!»
       En algún momento abrió los ojos y vio que la cabina estaba a oscuras y se oía algún que otro ronquido. Los pasajeros dormían. Miró su reloj; en su muñeca había una pulsera roja. No la tenía antes. Quiso mirar su móvil, no lo encontró… Alguien le puso algo en la cara y Julia se durmió…
       La sacudida del aterrizaje despertó a los pasajeros. Cuando salieron del avión, vieron las hileras de palmeras y exóticas flores. El aire cargado de olor al mar le dijo a Julia que ya estaban en la isla. Aún un poco aturdida por el viaje y una extraña somnolencia, Julia se fijó en que todos los viajeros llevaban las pulseras, pero de distintos colores. Seguro que era lo mismo que en viajes con “todo incluido”. Así que no le pareció nada extraño. Unos hombres, en monos blancos, los separaron en grupos por colores y los subieron a las furgonetas.
      Ya llevaba en el hotel varios días… ¿O semanas? Había perdido la noción del tiempo. No le importaba. En su casa nadie la esperaba, no tenía familia, ni siquiera una mascota, y, además, disfrutaba de lo lindo de la lujosa suite donde se hospedaba, de la exquisita comida y de los tratamientos corporales. Le encantaban los paseos por la playa en el ocaso y la salvaje belleza de aquel rincón maravilloso del mundo. Sin relojes, teléfonos, sin televisión, Lucía estaba feliz, muy feliz y… Y con una sensación extraña que no sabría identificar…
      Los trabajadores no tenían contacto con los huéspedes. Eran como sombras y se dedicaban a hacerles la vida de lo más cómoda posible. Cuando Julia quería informarse de cuánto tiempo más iba a durar su estancia, solo le sonreían y continuaban con sus labores. Sin embargo, algo seguía incomodándola. Nada podía ser tan perfecto y durar para siempre… gratis.
        Poco a poco, las personas con las que Julia había viajado y con las que entabló una amistad, iban faltando a los desayunos, comidas, cenas y actividades. Otras nuevas llegaban. Julia seguía sin saber a quién preguntar sobre el final de sus vacaciones.
      —Señora Julia, soy la directora del resort. Me han dicho que usted estaba preocupada y molesta por algo. —Una mujer alta y que nunca había visto antes, vestida con un mono blanco, interrumpió el paseo de Julia.
        —¡Por fin! Llevo días preguntando por algún responsable de todo esto. Me gustaría volver a casa. Yo quería unas vacaciones, pero no vivir eternamente en ellas.
    —Ah, señora Julia. Esa es la cuestión. Estas sí son las vacaciones eternas. Nadie sale de aquí… vivo.
          La brisa perfumada de la isla se llevó el grito de Julia hacia el incesante oleaje del mar teñido de oro por el sol del ocaso…

                   

               




02/06/2025, Gijón

                    © La Pluma del Este


26 de mayo de 2025

Por fin en sasa

Por fin en casa 



 
Cuando entré por la puerta de mi nueva casa, otra nueva casa, ella me miró y se fue arriba. Cuando mi nueva mamá me llevó a mi habitación, vi que también era la de ella. Mi nueva hermana estaba en su cama con unos cascos y mirando el teléfono. Esta vez pasó de mí. Dejé mi mochila en la otra cama, la mía, y bajé a merendar. Ella se quedó en la habitación.
          Al volver, vi que una línea de tiza en el suelo partía la habitación por la mitad. Me quedé en mi mitad. Le di un “buenas noches”. No me contestó. Me despertó un sonido. Era ella. Estaba llorando, muy bajito. Pero yo la oía. Yo también me puse a llorar. Pero por dentro.
          Cuando desperté por la mañana, ella ya no estaba. En mi mesita había una muñeca Barbie y una nota. Leí: «Bienvenida». Abracé a la Barbie y lloré… Pero en voz alta.





                                                                    24/05/2025, Gijón

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14 de mayo de 2025

Perfume, problemas y muerte asegurada

Perfume, problemas 
y muerte asegurada 



El manto de la noche cubría las desiertas calles. Las farolas perdían su luz en la emboriada oscuridad. Abrí la ventana de mi despacho. Me asomé. Encendí un cigarrillo… Solté una nube de humo… Llevaba unos días su cumbido a la galbana. Estaba jodido… Muy jodido. Sin un mísero caso que resolver, mi cartera tenía más agujeros que las dianas de un campo de tiro. No tenía ni para pagarme una cena decente…
      El humo de tabaco ascendía en el aire, mezclándose con el olor de las chimeneas, de gasolina y solo Dios sabe de qué más… Abajo, en el tugurio de enfrente, se oían las risas estridentes de mujeres y los gritos de borrachos. Los acordes de jazz apenas se notaban en aquel local de mala fama. Di una profunda calada al cigarrillo y lo tiré. Observé cómo el punto rojo caía en la negrura. Un instante después, unos faros alumbraron la sucia calle y despertaron a un borracho, tirado en medio. El tipo apenas pudo rodar hacia un lado para no ser aplastado por un Bentley negro.
    ¿Un cochazo así y en esta calle de mala muerte? ¿Quién podría ser? Se paró en mi entrada. Salió el conductor, un tipo grandote, y abrió la puerta del pasajero. Antes de cerrar la ventana, solo pude atisbar una pierna larga en una media negra de rejilla y un zapato rojo de tacón, posándose en la mugrienta acera. Era de una mujer, sin duda alguna…
    Después de un par de golpes, la puerta de mi despacho casi saltó de los goznes. Un negro enorme, embutido en un traje hecho a medida, repasó toda la habitación y, con un gruñido, salió. Entró ella…
     Mil cosas pasaron por mi cabeza, obliterando todos los pensamientos lógicos de un hombre y, para más inri, de un detective. Era la mujer más impresionante que yo había visto nunca. No solo por su cara, el pelo o el cuerpo, no. Toda ella exudaba la sensualidad y el poder. El poder de una mujer que sabe que lo tiene y que sabe que lo puede usar a su antojo. 
    —¿Detective, Smith? Necesito de sus servicios y, por supuesto, exijo la discreción. —Su voz ligeramente ronca me hizo cosquillas… 
    —Siéntese, por favor. ¿Una copa? ¿No? Entonces me serviré una, estoy sitibundo. ¿De qué se trata? 
     —Me han informado de usted. Creo que es el hombre que busco. Necesito a alguien que no le tema a nada ni a nadie. Ni siquiera a las sombras de esta maldita ciudad. Y este es usted.
    No podía apartar la mirada de sus labios de un rojo sangre. Yo bebía de estos labios cada palabra que pronunciaban… Con dificultad pude asimilar que ella tenía un caso para mí… Un asesinato… Un robo… Una traición… Y una reliquia familiar desaparecida… Le pregunté si sospechaba de alguien.
   —Luisa Tolvaj, mi ex asistente. Es muy inteligente, aunque antes la llamaban “Babieca”. Es peligrosa y conoce muchos trucos. No debía haber confiado en ella, pero una es débil… Aquí tiene su fotografía. Lo dejo en sus manos… Ah, empiece por el club “Copablanca”, es ahí donde la conocí…
   Repasé mis apuntes y, por supuesto, acepté el caso. A estas alturas, yo ya estaba metido hasta las gónadas. Seguir al lado de ella y respirar el mismo aire me bastaba. Aunque…
   —Señora, voy a necesitar un adelanto. Mis honorarios...
   —Descuide. Aquí tiene un cheque. Si necesita algo más, hable con Patrick, mi chofer y… guardaespaldas. Adiós, señor Smith. Espero noticias suyas. Pronto… Y se fue… Dejando en el aire su perfume y el olor a un millón de problemas que acabo de aceptar. ¿Quién era esta mujer? ¿Y por qué tengo la sensación de que no saldré vivo de esto?
  




13/05/2025, Gijón

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Nota de autor:
emboriado - neblinoso
galbana - pereza, desidia
sitibundo - sediento
obliterar - anular, tachar, borrar, obstruir los conductos
babieca - persona floja y boba


 


8 de mayo de 2025

Café en buena compañía

 Café en buena compañía



Ella tiene todo bajo control. Su pelo, veteado de gris, recogido en un moño y las gafas de pasta le dan un aire de descuidada elegancia. Con amor y esmero ordena las infinitas estanterías por los géneros literarios y por los nombres de los autores. Camina con pasos silenciosos en una suave cadencia que solo ella es capaz de interpretar.
        Cada viernes, a las seis en punto, él se acerca al mostrador para devolver un libro y recoger uno nuevo. Es alto y delgado, con un sombrero de ala que no esconde los ojos de color whisky. Los ojos que adquieren un brillo socarrón al ver a la bibliotecaria. Las frases: «¿Qué le ha parecido?». «Este tiene buenas críticas». «Este tiene un final feliz» —es lo único que se atreve a pronunciar. Aun así, ella ya conoce sus gustos y guarda los libros para él.
        Un día, él le dejará una nota dentro de uno: «¿Qué tal un café en buena compañía?». Ella, tímida y con las cicatrices en su corazón, ignorará esta nota y otras muchas más. Pero él no se dará por vencido. Hasta que un día ella leerá: «Cómo duele reconocer que mi compañía no es tan buena. No la molestaré más». Ella, asustada, al entregarle un libro, lo rozará con las puntas de los dedos y, mirándole a los ojos, le dirá: «Hice bollos de canela riquísimos. Serán perfectos para acompañar el café…».
 


 

                                                                                                                   07/05/2025, Gijón

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7 de mayo de 2025

Haiku N.14

 HAIKU Nº 14



Así te quiero...
Mojando mis labios en
La felicidad.




07/05/2025, Gijón
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2 de mayo de 2025

La luz de la esperanza

La luz de la esperanza 



 

       —Que Dios te proteja y te devuelva sano y salvo. —Con estas palabras y un prolongado beso, Elisa se despidió de Abel, su prometido. Se mantuvo firme, sin demostrar la congoja que le estrujaba el corazón, pero por dentro rogaba al mar que no cobrara la vida de su amado, como a otros tantos, a cambio de la preciada pesca.
        Sin embargo, la barca de Abel no regresó ni aquel día, ni al siguiente… Pasó una semana… Pasó otra… Y otra más… Abel no volvía. La desesperación de Elisa iba en aumento igual que su barriga… Cada anochecer subía al promontorio desde el cual divisaba el mar hasta el lejano horizonte, ahí donde este se unía con el cielo en una finísima franja añil. Encendía un fanal que, con su resplandor, marcaba el camino a casa.
     Los del pueblo ya cuchicheaban a sus espaldas y sus padres la querían enviar con una prima lejana para «cubrir las vergüenzas» de su desdichada hija. Pero ella se negaba rotundamente. Debía estar ahí cuando Abel regrese.
    Las semanas dieron paso a los meses. El verano cedió su lugar al otoño y Elisa cada noche subía a la atalaya llevando el farol. Su padre, resignado, le construyó un refugio… Ahí, protegida de las embestidas de viento y lluvia, mantenía la llama viva de su fanal y de su esperanza. “Él volverá, seguro… Solo que está perdido… Y yo tengo que guiarlo a casa”. Repetía una y otra vez… Al principio, como la contestación a sus padres y vecinos, después como una consigna…
   En las puertas del invierno nació su hijo, Deene. Pobre muchacha, con la mente ida, no podía criar al bebé y sus padres lo entregaron a una buena familia. Ya eran mayores y con cuidar de su desdichada y demente hija era más que suficiente.
   Pasaban los años. Los viejos del pueblo iban ocupando las tumbas del cementerio; también los padres de Elisa. Y ella ya vestía canas sobre sus andrajosos y desgastados ropajes. Algunos niños se reían de la pobre «loca del farol», pero los del pueblo no la molestaban y le llevaban la comida y alguna que otra prenda de abrigo. Para la mayoría, Elisa era un ser extraño, ya que no comprendían su obstinado amor y su inútil esperanza. Ella no ha sido la única que había perdido a alguien en el mar. La vida de pescadores era así: corta e imprevista.
     Una noche, a mediados de agosto, el farol en el promontorio se apagó… Los vecinos, sorprendidos, subieron para ver qué pasaba… El lugar estaba desierto. El viejo farol, hecho trizas. De Elisa, ni rastro. Igual, la pobre, se volvió loca del todo y se tiró por el acantilado. Y qué raro que no lo había hecho antes…
   Un tiempo después, algunos pescadores contaron que vieron entre las olas del mar a una pareja joven, que bailaba encima del agua, y aseguraban que eran Eliza y Abel, por fin reencontrados después de tantos años de espera…
         
 

                                                                                 02/05/2025, Gijón

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25 de abril de 2025

Un amor imposible

 Un amor imposible


Él la ama. Han llegado a este lugar casi al mismo tiempo. Años de contemplación han hecho que él memorice cada detalle de su rostro, de su cuerpo; cada pliegue de su efímero ropaje que con delicadeza enmarca su bello cuerpo. En el ocaso, el sol poco a poco se va perdiendo entre los tejados y con los últimos y rebeldes rayos alumbra el cuerpo de su amada en oro con destellos de fuego. En estos momentos es cuando ella se ve más bella y vibrante que nunca.
        Su amor es correspondido. Ella también lo ama. Desde siempre… Ama su cuerpo de un gran luchador que la protege de las inclemencias del tiempo en el gélido invierno; del sol abrazador en verano; de las lluvias y del despiadado viento del norte. Ella conoce cada rasgo de su inmutable cara. Lo ve envejecer y no le importa. Ellos son los únicos en este mundo. Están hechos el uno para el otro. Sin embargo, aunque se miran con amor, están condenados a no tocarse jamás.
        Ambos fueron tallados por la mano de un artista que insufló sus almas a la fría y perfecta piedra, dos estatuas en la fachada de un majestuoso y antiguo edificio: el hombre, un guerrero helenio, y la mujer, vestida en una túnica y con su largo cabello recogido bajo una diadema. Pero la historia de su amor imposible llega a su final, ya que pronto, en este lugar, se erguirá una mole de hormigón y cristal, y los dos amantes de piedra, por fin, se unirán, convertidos en trozos y polvo del mármol blanco.

 

 

24/04/2025, Gijón

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