27 de febrero de 2024

DRIZELLA

 DRIZELLA
“Lo que no entra suave, no entra…”

Lady Tremaine haciendo el caso omiso a los lloros de su hija mayor, la obligó a cortarse los dedos para poner el zapatito de cristal. Este insignificante sacrificio bien valía un reino.




                                                                                                       27/02/2024, Gijón


10 de febrero de 2024

Liquidación de Polonia

   Es una mujer despampanante. 
   La foto que me enviaron no le favorecía en absoluto. 
   Si uno quiere imaginar a una Valquiria, es ella: alta, bien formada, piernas interminables, melena rubia, ojos azul cielo, labios carnosos y la sonrisa perfecta con la dentadura a juego. Seguro que podría llevar a la cama a cualquiera, mujeres incluidas. Todos estarían orgullosos de haber llamado su atención. Darían lo que sea por estar con ella. Hasta sus vidas. Sí, es una zorra de mucho cuidado. En los círculos profesionales la llaman La Liquidadora. Yo la llamo, Polonia, por el agente químico que ella usa con mucho arte y éxito.
   Que se sepa, ha matado a una treintena de hombres y mujeres: los espías de la competencia, algunos oligarcas rusos y ucranianos, un par de agentes retirados de FSB, unos cuantos periodistas incómodos al Kremlin, dos o tres chinos que han cuestionado la línea del partido y, últimamente, opositores bielorrusos. Seguro que hay muchos más.
   ¿Qué hace ella en Gijón? Es un misterio.
   La llamada desde el SBU me sacó de mi retiro. Llevo viviendo en la zona desde hace más de diez años. Conozco Asturias y, decir la verdad, ya me aburría y no me vendría mal algo de dinero fresco: con la subida de la inflación las reformas en la aldea me dejaron casi sin fondos.
   Vuelvo con nuestra valquiria o la zorra Polonia.
   Entró en España desde Francia, por Irún. La he seguido desde entonces. Lleva en Gijón ya tres días. Se hospeda en el Moderné. Un hotel muy chic. Sale a correr por el muro de San Lorenzo, va de compras, come en restaurantes de moda. Y siempre sola. Qué raro. Esto sí, continuamente mira al móvil.
   Ya me estoy cansando de tanta ociosidad. Necesito acción. Y los Dioses me han oído…
La estoy siguiendo hasta una vinatería. Ella se sienta en la mesa del fondo y pide un Albariño. Suena su teléfono. Son las veinte cero cero. La llamada dura apenas dos minutos. Polonia deja un billete en la mesa y se dirige al baño. Al pasar por mi lado huelo su perfume. No se fija en mí. O eso creo. Mi disfraz de la anciana es perfecto.
   Pasan diez minutos y ella sigue sin salir.
   Entro. Dentro no hay nadie. El ventanuco, que lleva a la parte de atrás, está abierto. Todo un clásico. Ahora tendré que tirar del localizador que le pegué en el trasero diez minutos antes.
   Me quito el disfraz.
   Ya es de noche. En el Norte en noviembre oscurece pronto. Empieza a orbayar. Conozco bien Gijón y sé a donde se dirige: los acantilados de Cimadevilla. Con este tiempo y a estas horas, ahí ya no hay nadie. Es un lugar perfecto para un encuentro secreto.  
   Subo la cuesta medio agachada y protegiéndome en los islotes de los árboles. Me dirijo a la fortaleza de Santa Catalina. Con los recovecos que tiene, es fácil pasar sin ser visto.
   Oigo voces. Es Polonia y un hombre. No le veo la cara. Está de espaldas. Le pasa un maletín y desaparece en la oscuridad. Ella, con su carga, se dirige a la salida del parque. La sigo. Me parece alucinante. O ella no es tan buena, como dicen, o yo no he perdido mis dotes de camuflaje.
   La Liquidadora vuelve al hotel. Mi informador confirma que se queda en su habitación. Tengo que seguir con mi plan, antes que ella acabe con el suyo. Todas las bebidas de la nevera llevan un fuerte somnífero. La cena, también. Cada vaso y las toallas, están impregnados. Solo tengo que esperar tranquilamente en el edificio de Hacienda, justo enfrente de sus ventanas. A través de infrarrojos veo que cae al suelo. Empieza lo bueno.
   Me engancho al cable y a la altura de unos quince metros vuelo por encima de la calle de San Esteban. Entro por la ventana de la habitación contigua. Por supuesto, reservada para el caso. Abro la puerta de la suya y entro sigilosamente.
  Polonia, tirada en el medio del salón, duerme profundamente. Yo pongo la máscara, fabricada especialmente para mí. Saco mi frasco de perfume. Es muy repujado y parece una joya. ¿Y por qué no? Una tiene sus debilidades. Echo unas gotas en una almohada y la pongo en la cara de la durmiente. Unos cuantos espasmos y queda muy quieta. La subo a la cama. No sin cierto esfuerzo. Lo arreglo todo para que sea lo más estético y natural posible. Saco la foto y la envío al Centro. Guardo el maletín en mi mochila. Me llega el aviso con la confirmación bancaria. Perfecto. Ahora, las obras continuarán viento en popa.
   Ah, por cierto, en el mundillo me llaman, la Muerte Perfumada.

 





   PD. Como dicen, la realidad supera la ficción. Soy una seguidora del blog literario EL TINTERO DE ORO. Y no me lo vais a creer: este mes hay un concurso inspirado en James Bond. Ja, ja, ja. Igual me animo y escribo algo. Tengo tantas cosas que contar…

                                                                                                                08/06/2023, Gijón




Nota de autor: FSB (Federalnaya Sluzhba Bezopasnosti) - Servicio Federal de Seguridad de Rusia

SBU (Sluzhba Bezpeky Ukrayiny) - Servicio de Seguridad de Ucrania

orbayo – así llamamos en Asturias una llovizna muy fina









9 de febrero de 2024

El cuervo

EL CUERVO

Hola, mi amor. Estoy justo delante de tu ventana.
No soy cómo antes. Ha pasado más de un año desde mi entierro. Pero he vuelto. No sé por qué. Dicen que las almas regresan para concluir sus asuntos. Ni idea. No soy un fantasma ni nada por estilo. Ahora soy un ave. Un simple cuervo negro. Sí, como de aquella película de Hitchcock.
   Me “desperté” ya convertido en este pájaro. Tengo vagos recuerdos de mi vida pasada. De lo que sí estoy seguro es de que te conocía a ti y que fuimos uno solo. Nos amábamos. Pero me morí. ¿De qué? No me acuerdo. Tampoco importa. Antes era yo y ahora, un cuervo.
   He vuelto a casa. Ahora vivo justo en frente del nuestro piso. Sí, en ese edificio viejo y destartalado que no te gustaba. Aquí nadie me molesta y tengo una perfecta visión de ti. Te observo.  Atesoro en mi pequeño cerebro cada momento. Los recuerdos como destellos me mantienen en este alfeizar conectado a ti.
   Te veo llorar cada noche. Sola. En nuestro dormitorio. Mi foto sigue en la mesita. La besas antes de dormir. Me complace, pero también me duele que sigues estancada. Quiero que vivas, que seas feliz. No hace falta que olvides del todo de mí. Con un recuerdo y un pequeño rinconcito de tu corazón, me conformo.
   El verano dio el paso al otoño. Los primeros copos de la húmeda nieve están colándose por los cristales rotos de mi ventana. Sigo sin entender por qué estoy todavía aquí. ¿Qué es ese asunto pendiente que no me deja partir al más allá?
   Los vecinos de abajo siguen con sus broncas interminables. Algunas cosas no cambian.  Antes la mujer era tu amiga. Pero veo que te está evitando. Me acuerdo de aquella vez que me metí en medio de su pelea. El tipo me empujó por la escalera. Me di un buen golpe. A él lo han metido en la cárcel. Yo una temporada sufría terribles dolores de cabeza.  Ahora me acuerdo: me morí unos meses después.
   Veo que a pesar de todo el tipo ha vuelto a vivir con su mujer. Algunas no aprenden. La sigue pegando. Qué triste. Ahí la policía otra vez. No sé si valdrá para algo.
   Ya es noche, fría y llena de estrellas. La nieve cubre todo como una manta impoluta. Descansa, mi amor. Yo seguiré velando por ti…
   ¿Y este brillo? ¡Fuego! En el piso de aquellos desgraciados.
   Mi amor, ¡despierta! Con mi pico estoy dando al cristal de tu ventana. Con todas mis fuerzas. ¡¡Despierta!! ¡¡¡Vamos!!! Sal de ahí. Vete al balcón, sal del piso. ¡Ya!
   Sigues durmiendo…
   Tengo que coger la velocidad. ¡¡¡Vooooooy!!! Una vez… No se rompe. Otra vez… Y otra… El fuego es cada vez más fuerte. Mi pico rompe el cristal. ¡Por fin! El dolor es insoportable. Siento la sangre mojando mi plumaje. No importa. No puedo volar. Creo que he roto un ala. Pero te despertaste. Gracias a Dios. Sal, sal al balcón, ahí estarás a salvo. Ya vienen los bomberos. Te van a rescatar…
   Uff, qué dolor. Mis plumas se prenden tan rápido. Me quemo.  Ahora sé por qué he vuelto… Siempre ha sido por ti… Qué dolor, por Dios. ¿Y esta luz? Me llama… Me siento ligero y agradecido. El pobre cuervo yace convertido en cenizas. Yo, libre, vuelo hacia la luz…
  





                                                                                                                   09/02/2024, Gijón

 

 

 

1 de febrero de 2024

KATIA

  

La pesada cadena le permite lo justo para llegar al agujero donde hacer sus necesidades. La cámara con su ojo de cíclope sigue cada uno de sus movimientos. A principio le daba mucha vergüenza, después, se acostumbró.
   Las heridas de los grilletes han creado una putrefacta costra en sus delicadas muñecas. El pelo, antes castaño y brillante, desde hace mucho necesita un buen lavado. De hecho, toda ella, sucia y llena de golpes, se asemejaba más a un animal que a un ser humano.
   Morder a sus captores y desafiarles tenía su castigo. No les obedecía. No admitía que le saquen las fotos en todas las posturas repugnantes posibles, haciendo cosas asquerosas con hombres adultos y hasta con animales… Después de una tremenda paliza terminó en este agujero. Ya perdió la noción de tiempo. ¿Cuánto lleva aquí? ¿Una semana? ¿Un mes?
   Hace mucho que no le traen ni agua ni comida, un trozo de pan rancio.  Arriba no comía tan mal. La necesitaban relativamente sana y bien parecida para las películas.
   A principio lloraba mucho. Ahora solo vagaba por el mundo de sombras de su vida pasada. ¿Acaso la tuvo? ¿O ha sido solo un sueño y ella siempre ha vivido en este agujero, encadenada a la pared y en plena oscuridad?
   Por una rendija de la ventana tapiada entró un rayo de luz. Muy pequeñito. Lo saludó. Le habló hasta que se ha ido. Y de nuevo, la oscuridad. Ella se enroscó como un perro y se abandonó a la inconsciencia.
   Explosiones… Disparos… Gritos… Ella ya está acostumbrada. La guerra es así. El ruido de una lucha cercana. Otra vez disparos, pero aquí, al lado… Un chillido… Una puerta que se abre… Un haz de luz… Voces… Aquí, cerca… Más voces… La reja se abre… Alguien entra en su jaula. Ella está muerta de miedo. Otra vez, no …
   La suave voz de una mujer le pregunta en ucraniano de cómo se llama. Le responde: «Katia». Hombres hablando, también en ucraniano. Le quitan los grilletes y la cadena del pie, la cubren con algo. Uno la coge en brazos. Ella se resiste, muerde y chilla. La mujer le dice muy bajito que está a salvo, que todo se acabó y que volverá a casa …
   Una lágrima resbala por la mejilla de la niña antes que esta se desmaye …




                                                                 
                                                                      01/02/2024, Gijón