Frío
Frío…
Siento mucho frío…
La despiadada
gelidez clava sus garras y me come … Mordisco a mordisco. Trozo a trozo. Con
mucho esfuerzo, enfoco mi mirada en la luna: llena, redonda, impasible. Su
perfecta luz no desprende calor. También es fría. Muy, muy fría.
La luna es el
testigo mudo. Es como si me observara desde su infinita distancia. Ella lo ve
todo, lo contempla, no toma partido por nadie. Ella es el ojo fijo del universo.
Con su luz blanca ilumina lo justo para que uno sepa donde está y en qué
situación. Sería mejor que las nubes no se hubieran movido. Así yo seguiría en las
penumbras. Solo. Desvaneciéndome. Como si no existiera…
Debo moverme.
Los pensamientos cortocircuitados, como flashes, me impelan a luchar. ¡Muévete!
¡Levántate! ¡Arrástrate! Poco a poco. Para que te vean, si hay suerte. ¿Y el dolor?
¿Qué hago con tanto dolor que me tiene clavado en esta congelada zanja? No
puedo. Estoy cansado… De todo… De luchar. De sufrir. De vivir.
Quiero gritar…
Pero mis labios están pegados con la sangre helada. Hace un rato lloré. Las
lágrimas congeladas me han roto la piel. Sentí el dolor. Pero ya no. Estoy en
las últimas…
¡Dios! ¡Voy a
morir! ¡Qué absurdo! Yo solo tuve un reventón de la rueda. En esta solitaria
carretera no había nadie. Y… no puse el chaleco. El puto camión apareció de la
nada. Un tremendo golpe me hizo volar por los aires. Desde arriba vi el blanco e
infinito páramo, mi coche, las luces traseras de la máquina mortal… Después,
una caída en la nevada cuneta… Y el silencio…
He perdido la
última gota de calor que me quedaba. Luna… Luuuuna… Frío, fri… o…