24 de octubre de 2025

Un tesoro en la grieta

Un tesoro en la grieta

 

 

Antes de encerrarse en la garita, Gregorio hizo una ronda completa. Con linterna en mano comprob贸 las puertas, mir贸 los candados, espant贸 a un par de ratas bien gordas. Y se dio el susto a s铆 mismo al tropezar con una tuber铆a:

          —¡La madre que te…! Por un momento cre铆 que era un puto cad谩ver. ¡Reostia! —Y, despu茅s de darle una patada, prosigui贸.

           Era su primer turno de noche. Normalmente, le tocaba de d铆a, pero el compa帽ero dijo que no ven铆a m谩s y, ni corto ni perezoso, se larg贸 de la empresa. As铆 que Gregorio acept贸 cubrir este turno. Otros cien pavos m谩s no le vendr铆an mal.  Y el curro era de los f谩ciles: cuidar una nave vieja llena de maquinaria oxidada, tubos de todo tipo y m谩s trastos de hierro cubiertos por lona. ¿Qui茅n iba a robar esa basura? Pero «donde manda el patr贸n, no manda el marinero». El trabajo era tranquilo y se cobraba bien. Con esta idea tan satisfactoria, Gregorio se meti贸 en la garita, puso un p贸dcast sobre misterios y cerr贸 los ojos.

          Un ruido lo sobresalt贸. Parpade贸. Un haz de luz vagarosa[1] bail贸 a trav茅s del sucio cristal. Gregorio entreabri贸 la puerta. Por el pasillo central se mov铆an unas sombras. Mir贸 el reloj.  Era la una menos cuarto. Con el tel茅fono en mano y con el Rev贸lver calibre treinta y ocho, en la otra, el vigilante se adentr贸 en la oscuridad. Su coraz贸n iba a mil por hora y en su cabeza todav铆a sonaba la historia sobre un esp铆ritu de una siniestra anabolena[2] que envenen贸 a sus padres para quedarse con la herencia…

          Gregorio conoc铆a bien el almac茅n y, movi茅ndose como un gato, asech贸 hacia el fondo, donde se o铆a una acalorada discusi贸n. Se escondi贸 detr谩s de una vieja furgoneta y se asom贸 con much铆simo cuidado. Lo que vio delante, lo dej贸 alucinado.

          —… no sean tan pelmazos. Aqu铆 est谩 todo el bot铆n. ¿Acaso creen que yo les iba a estafar? ¿Por qui茅n me tom谩is? ¿Por un aur铆voro[3]? —Un hombre regordete, vestido con un traje de raya fina que le quedaba dos tallas menos y con una rosa en la solapa, estaba enfrentado a otros dos con pinta de delincuentes.

          —Mire, se帽or Marcel, no es que no le creamos, pero aqu铆 falta el pedrusco. Yo y Tuerto lo vimos con nuestros propios ojos antes de meterlo en la bolsa. Y aqu铆 no est谩. Tuerto, lo viste, ¿no?

          —Ssssi… Y el naife[4] ese brillaba tanto que lo vi con mi ojo ciego. Ejem, ejem… Es un poco exagerado, pero es lo que vi. Y compartir el bot铆n es de gente honrada. Estoy con Gordon.

          La discusi贸n aumentaba de volumen. A Gregorio le extra帽贸 que los tres ladrones no se preocuparan por causar tanto alboroto. De repente, el tal Gordon sujet贸 al trajeado por detr谩s y Tuerto empez贸 a registrarle los bolsillos. Se帽or Marcel, se zaf贸 y agarr贸 a su atacante por la barba. Se arm贸 la pelamesa[5]: golpes, patadas, mordiscos. Los dos cayeron el suelo y empezaron a rodar… Gregorio sali贸 de su escondite:

          —¡Parad ya! O llamo a la polic铆a.

          Tuerto sac贸 un cuchillo.

          —¡Suelta el cuchillo o te pego un tiro! — Grit贸 Gregorio.

          Los tres no le hicieron ni caso. Tuerto se acerc贸 a los compinches y, despu茅s de vacilar un momento, clavo el cuchillo. Gordon grit贸 y de su costado sali贸 un chorro de sangre. Gregorio dispar贸. La bala pas贸 a trav茅s de Tuerto y se perdi贸 en la oscuridad. El vigilante volvi贸 a disparar… Nada. Mientras tanto, el se帽or Marcel se liber贸 del abrazo mortal de Gordon y sac贸… una pistola peque帽a. Tuerto, cuchillo en mano, lo miraba fijamente. ¿Qui茅n era el primero —la bala o la pu帽alada? Gregorio, boquiabierto y, tel茅fono m贸vil en mano, no sab铆a si llamar al ciento doce o… Se oy贸 un disparo. Tuerto solt贸 el cuchillo y se agarr贸 al abdomen. Cay贸 de rodillas. Se帽or Marcel se incorpor贸 con dificultad y respirando como un fuelle viejo… Meti贸 la mano dentro de la chaqueta y sac贸 un enorme diamante de un azul intenso. Los m煤ltiples destellos saltaron de su mano y huyeron en todas las direcciones. Aquel brillo era de una estrella de hielo: imposible de describir ni alcanzar. Su belleza se reflej贸 en los ojos de los tres hombres. Gregorio, como un espectador involuntario, contemplaba la escena m谩s surrealista y fant谩stica que haya visto.

          Tuerto con rapidez de su cuerpo moribundo, clav贸 el cuchillo en la ingle de se帽or Marcel. Este se cay贸 sentado, sin soltar el naife. Su mirada segu铆a clavada en la piedra. El suelo sucio de hormig贸n se te帽铆a de rojo.  Tuerto se arrastr贸 hacia la mano con diamante. Se帽or Marcel, con las 煤ltimas fuerzas que le quedaban, lo arroj贸 lejos.

          El naife rod贸 por el suelo y… Se precipit贸 por una grieta… Por un instante, su luz azul se elev贸 hacia el techo y se hundi贸 en la profundidad. 

          Gregorio se acerc贸 a los hombres para ver si estaban vivos. Los toc贸… Y toc贸 el aire. Sin creer a sus ojos ni a lo que estaba pasando, sigui贸 la estela azul. Lleg贸 a la grieta, se puso de rodillas y lo vio: ah铆, abajo, a unos cuantos metros, el diamante m谩s raro y codiciado del mundo. El diamante azul. El naife.

          La alarma del m贸vil son贸 a la una y media. Gregorio se sacudi贸 el sue帽o. Tocaba hacer otra ronda. Al llegar al fondo de la nave, vio una especie de luminiscencia azul. Se acerc贸. De una grieta en el suelo sal铆a una luz de color hielo…                                                                  


[1] Vagarosa- que vaga de un lugar al otro

[2] Anabolena- mujer alocada y trapisondista

[3] Aur铆voro- codicioso de oro

[4] Naife- diamante de calidad superior

[5] Pelamesa- una pelea en que los contendientes se asen y mesan el cabello o la barba          

     

24/10/2025, Gij贸n
Autor: © La Pluma del Este
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