16 de diciembre de 2024

Frío

 Frío



Frío…
Siento mucho frío…
   La despiadada gelidez clava sus garras y me come … Mordisco a mordisco. Trozo a trozo. Con mucho esfuerzo, enfoco mi mirada en la luna: llena, redonda, impasible. Su perfecta luz no desprende calor. También es fría. Muy, muy fría.
   La luna es el testigo mudo. Es como si me observara desde su infinita distancia. Ella lo ve todo, lo contempla, no toma partido por nadie. Ella es el ojo fijo del universo. Con su luz blanca ilumina lo justo para que uno sepa donde está y en qué situación. Sería mejor que las nubes no se hubieran movido. Así yo seguiría en las penumbras. Solo. Desvaneciéndome. Como si no existiera…
   Debo moverme. Los pensamientos cortocircuitados, como flashes, me impelan a luchar. ¡Muévete! ¡Levántate! ¡Arrástrate! Poco a poco. Para que te vean, si hay suerte. ¿Y el dolor? ¿Qué hago con tanto dolor que me tiene clavado en esta congelada zanja? No puedo. Estoy cansado… De todo… De luchar. De sufrir. De vivir.
   Quiero gritar… Pero mis labios están pegados con la sangre helada. Hace un rato lloré. Las lágrimas congeladas me han roto la piel. Sentí el dolor. Pero ya no. Estoy en las últimas…
   ¡Dios! ¡Voy a morir! ¡Qué absurdo! Yo solo tuve un reventón de la rueda. En esta solitaria carretera no había nadie. Y… no puse el chaleco. El puto camión apareció de la nada. Un tremendo golpe me hizo volar por los aires. Desde arriba vi el blanco e infinito páramo, mi coche, las luces traseras de la máquina mortal… Después, una caída en la nevada cuneta… Y el silencio…
  He perdido la última gota de calor que me quedaba. Luna… Luuuuna… Frío, fri… o…




                                                               16/12/2024, Gijón









14 de diciembre de 2024

Feliz Navidad

 Feliz Navidad





No sé a vosotros, pero a mí me encanta la Navidad.
   En estos días las infinitas guirnaldas hacen que las calles aburridas se desprendan de la monotonía y, al anochecer, se conviertan en reinos encantados, brillando con la mágica luz y colores. Cuando las casas y las ventanas de los edificios participan en un campeonato de luces, sin que parecieran a los clubes de carretera. Y ese “algo” en el aire, que nos predispone a ser más generosos… Con los demás. Con nosotros mismos…
   No me molesta ver los escaparates llenos de decoración y regalos que te invitan a gastar. ¿Por qué no regalar algo que sabes que va a gustar y llevas meses ahorrando para conseguirlo?
   El mes de diciembre, es un no parar. Puentes, viajes, cenas y comidas de las empresas, amigos invisibles no tan invisibles; encuentros con los compañeros y familiares que no vemos durante el año.
   Las Navidades es una estación alegre y, a la vez, nostálgica.
   Con más o menos dinero, con conocimiento de cocina o no, nos sumergimos en las preparaciones culinarias. Muchas veces decimos a sí mismos: «Este año no voy a cocinar. No me meteré en la cocina. Quiero disfrutar de la fiesta». Pero nada más ver el enésimo vídeo de una receta “superespecial, económica y superfácil de hacer”, nos volvemos a caer, cumpliendo las interminables horas en la cocina. Y, con mucho ingenio, montamos un festín, digno de reyes. Las caras felices de los comensales nos confirman que ha merecido la pena.
   Con el paso de los años las sillas en la mesa están quedando vacías. Y esto me provoca tristeza y nostalgia. Pero con la edad empiezo a aceptar esta parte de la vida que nos hace continuar el viaje sin las personas que nos acompañaron desde el primer respiro… Nuestros padres, abuelos, tíos, hermanos… Ahora nos toca a nosotros — despedir y dar la bienvenida a los nuevos integrantes de la gran familia.
   Agradezco a Dios por cada buena persona que se ha cruzado en el camino de mi vida. Algunas de ellas, ocuparán las sillas vacías… Y, otra vez más, nuestro hogar se llenará de risas y de nuevos recuerdos. Quedará un resquemor y la añoranza por el pasado. Es verdad. Pero, doy las gracias por lo vivido y por la suerte que he tenido de compartir mi camino con los que ya no están…
   Feliz Navidad.




05/12/2024, Gijón

© La Pluma del Este

















4 de diciembre de 2024

Cuando...

Cuando…


Cuando veas mis zapatos viejos,

Solo así imaginarás, los caminos tortuosos

Que me ha tocado recorrer.

 

Cuando veas las arrugas de mis ojos,

Comprenderás las lágrimas,

De dicha y dolor, derramadas.

 

Cuando veas mis manos cuarteadas,

Verás los años de trabajo

Arduo y constante para crear mi mundo.

 

Cuando veas mi mirada ausente,

Sabrás que me he perdido

En la memoria y amores, dejados atrás.

 

Cuando me veas caminar encorvado,

Dirás que soy un viejo. Sin embargo,

Es por el peso de mis decisiones y no años.

 

Cuando me veas sonreír, siéntete feliz por mí,

Ya que es la alegría de haber vivido bien

Es la que me ilumina el alma.




                                      04/12/2024, Gijón

  

El amor no retornado

 El amor no retornado

(Romance)

 

Ay, pobre de mí y de mi alma,

Que sufre llena de amor

Por la doncella altanera.

Y afligido por dolor,

Yo vago como un espectro

En un mundo sin color.

Le he cantado mis poemas,

Segado por su esplendor

La adoré como a una virgen

Por su belleza y candor.

Y sangre, la he derramado,

En la hazaña por su amor.

Reté a nobles y vasallos,

Para rendirle mi honor.

Regalos, telas y alhajas,

No han ganado su valor.

Nunca seré digno de ella…

 

Soy, simplemente, un bufón.




                                            04/12/2024, Gijón


20 de noviembre de 2024

No se han ido

 No se han ido




 

El sol matutino se asomó de entre los árboles y se desparramó por el claro. El plácido e invernal sueño se rompió. La batalla de bolas de nieve ha empezado. Decenas de proyectiles, de un lado y de otro, dieron en el blanco…
   Las carcajadas infantiles llenaron el silencioso parque con alegría y gozo. Algún bromista sacudió las ramas bajas y la lluvia nevada cubrió por completo a los pequeños traviesos. El jolgorio, acompañado de bolas voladoras de nieve, asustó a los indignados pájaros. Los niños corrieron hacia los columpios.
   —¡Quién llega el primero, puede montar el columpio dos veces! ¡Nico, sígueme!
   —¡No es justo! Yo tengo los pies pequeños y Sergey y Nico, siempre llegan primeros… No es justo… No voy.
   —Katia, no les hagas caso. Ya sabes cómo son. Te toman el pelo. Además, ellos no son tan malos. Son solo… chicos. Y te quieren. Dame la mano; verás qué rápido llegamos. —Las dos chicas, corrieron alborozadas cuando sus amigos ya montaban en el columpio. Y para resarcirse, las niñas empezaron a lanzarles las bolas de nieve.
   El jolgorio se interrumpió cuando por el recodo del camino aparecieron una mujer con una niña de unos cinco-seis años. Se dirigieron hacia el parque. Los chicos, sorprendidos por la inesperable compañía, han huido, dejando los columpios oscilando en vacío.
   —¡Mamaaaa! ¿Por qué los niños se fueron? Yo quiero jugar con ellos. ¿Por qué ellos no quieren jugar conmigo?
   —¿Qué niños, cielo? Ahí no hay nadie. Solo estamos tú y yo.
   —¡Sí que estaban! Dos chicos grandes, una chica grande y una como yo. Se han ido por ahí…
   —Cariño, aquí no había nadie. Ven al columpio. Te empujaré lo más fuerte que pueda. Hasta el mismísimo cielo.
   Cuando se acercaron, los delicados copos de la nieve ya empezaban a cubrir las múltiples huellas de pequeños pies, que se alejaban hacia la espesura del parque… Ahí es donde había un orfanato… Antes de la guerra.
   —¡Mamá! ¡Te lo dije! Yo vi a unos niños. Quiero jugar con ellos. Vamos a buscarlos.
   —No, cielo. Ahora tenemos que irnos. Empieza a nevar. Vendremos el otro día. —La madre, con un gesto disimulado, secó una lágrima y cogió a su hija en brazos. Los rumores eran ciertos. Los niños no se habían ido…




20/11/2024, Gijón
 
 

15 de noviembre de 2024

"Al César, lo que es de César"

 “Al César, lo que es de César”



La situación era desesperante…
Había que hacer algo y muy rápido…
Era la cuestión de vida o muerte…
   Así que, después de retozar una hora en leche de burra; dos horas de masajes emolientes con aceites afrodisíacos; otras dos horas eligiendo sus joyas más espectaculares y telas más finas que hacían resaltar su magnífica figura, Cleopatra, por fin, estaba preparada para su encuentro con Cesar.
   Y a continuación, se metió dentro de una alfombra…





                                                                                                                 15/11/2024, Gijón

6 de noviembre de 2024

La primavera en mí

 La primavera en mí




Los primeros rayos de sol, al principio con timidez, y después con más alegría, empiezan a besar el encaje blanco de los árboles dormidos. La cálida luz traspasa las ramas y dibuja en la nieve unas intrincadas figuras. Y, poco a poco, el sonido de las gotas llena el aire con la melodía de la primavera. Pim pam, pim pam, pim pam… La corteza se vuelve oscura por la humedad. Las ramas, desprendiéndose del peso, se enderezan con alivio. Algunas, ya rotas, pierden su preciada savia. Unas caerán al suelo y se pudrirán, otras, con un poder inexplicable, curarán sus heridas y volverán a llenarse de tiernas hojas.
   Los diamantes de la nieve se resisten al desvanecimiento y brillan con la fuerza de un animal herido. En algunos lugares ya se asoma la tierra. El musgo verde esmeralda retiene las gotas de agua. De vez en cuando se ven las delicadas campanillas de invierno. Son las primeras flores al salir de la tierra dormida. Algunas brotan de entre el manto blanco. Con sus verdes y finas hojas crean un contraste lleno de vida. Su tallo delgado aguanta una preciosa florecilla blanca, que cabecea al vaivén de la brisa. Su aroma sutil y ligeramente dulce, se expande por el bosquecito.
   Ahí se ve un carbonero. Y otro… Y otro… Son pequeñas aves, muy guapas y espabiladas, que, con las plumas de azul y amarillo, destacan sobre el fondo blanco. Sus trinos, ahora más alegres, cantan las alabanzas a la primavera. Ellos también se han cansado del frío.
   Solo a unos pasos más allá, justo detrás del viejo roble, se oye el susurro del agua. El riachuelo, libre de hielo, se abre el camino entre la nieve y divide el claro del bosque con un corte irregular. En unos días, crecerá, se desbordará y correrá hacia el sur, entregándose al Gran Río. Y de ahí, al mar.
   Cómo pasa el tiempo. Ya ni me acuerdo de cuantos de estos despertares yo he visto. Al trigésimo segundo dejé de contar. A estas alturas ya conozco todos los árboles, sus ramas, las flores, las aves y hasta algún que otro ciervo. Los zorros y lobos, nunca se quedan. No les gusta mucho esta parte del bosque. Y los comprendo. Sé que me tienen miedo. No creo que sea algo personal. Es más bien por su instinto.  
   Me encanta la venida de primavera. A través de los árboles puedo observar qué hay más allá. En invierno, todo es monocolor. Pero ahora, veo manchas oscuras y verdes de la tierra. Los sonidos y olores me traen a la memoria cosas… Las bellas cosas que he vivido. Aunque poco a poco mis recuerdos se desdibujan como las huellas en la nieve que se derrite.
   ¡Ah!, qué pena es la mía por no poder ir más allá de este montículo. Mi destino y castigo es dar vueltas y vueltas a su alrededor. Estoy anclado a él … Para siempre. Es donde yazco. Esta es mi tumba…



06/11/2024, Gijón

29 de octubre de 2024

Sara

 Sara




El hombre bajaba por la escalera hacia la oscuridad. Con mucho cuidado y apoyándose en las paredes de cemento, llegó al sótano. Encendió la bombilla.
   La puerta de hierro oxidado estaba abierta de par en par. La cadena y el candado, rotos, reflejaban la sucia luz.
   —Saraaaaaa…  Saraaaaaaaa… ¿Estás aquí? ¿Dónde te escondes? Has sido una chica mala. Muy mala. ¿Qué voy a hacer contigo ahora?
   Desde un rincón se oyó un lloro y suaves quejidos. Una sombra se ha movido y algo se arrastró hacia el hombre. Era una muchacha de unos trece años, delgada, desnuda y llena de sangre y arañazos. Su melena apelmazada escondía un rostro sucio y con los surcos claros de lágrimas.  Los ojos azules imploraron al hombre. Este la cubrió con una manta rosa.
     —Lo… lo… Siento muuucho. Por favor… Lo siento…
  —¿Cómo pudiste escapar? Te di el triple de somníferos, te encadené y cerré bien esta puerta de hierro. —El hombre la abrazó para tranquilizarla. —¡Qué desastre! Cada luna te haces más y más fuerte. Y esta vez has dejado cuerpos. ¡Hablamos de no cazar a las personas!… No tenías que haber ido a aquel parking.  ¡Tres hombres! ¡Destrozaste a tres tipos más grandes que yo, muchacha! De nuevo tendremos que mudarnos. Sube a ducharte y a descansar un poco. Avisaré al colegio que estás con la gripe… Pero… ¿Qué escondes ahí? ¡Madre mía!… ¿Un conejo vivo?
   —Papi, porfa, déjamelo. Quiero tenerlo. Por favor. No lo mataré. Lo prometo…



                                       


                                                                  28/10/2024, Gijón

19 de octubre de 2024

Leleka

Leleka 



Hace mucho, mucho tiempo, cuando todavía no existían países que conocemos hoy, en la vasta estepa de Europa oriental, donde el río Slavútich corre hacia el mar, había un asentamiento eslavo.
  Sus pobladores, gente humilde y pacífica, vivían en casas de troncos de madera, medio enterradas en el suelo, y con los tejados de paja. Sus vidas eran sencillas: sembraban la tierra, cazaban, recogían bayas silvestres, pescaban, cuidaban del ganado. También comerciaban con otros asentamientos.
   Ya en aquella época existían los oficios de tramperos, curtidores, carpinteros, y nunca podía faltar un herrero.  Y en nuestro poblado había uno que con su joven esposa y dos hijos pequeños: una niña de tres primaveras, y el chico, de unas pocas lunas – vivían en una bonita casa cerca de la empalizada.
   Una tarde de caluroso y seco agosto, sobre el asentamiento cayó una gran tormenta. El día se hizo noche. Los rayos barrieron la estepa. Los truenos hicieron temblar el suelo. El ganado se asustó y se desperdigó por los campos. Casi todo el pueblo corrió en su busca. También el herrero con su mujer, dejando solos a sus hijos que dormían ajenos a todo el alboroto.
   De repente, un rayo impactó en el tejado de una casa. Este se prendió en un abrir y cerrar de ojos. La lluvia no podía apagar el fuego que devoraba la paja con gran ferocidad. Los perros empezaron a ladrar y aullar. Pero no había nadie cerca para apagar las llamas.  
   Desde lejos los vecinos vieron el incendio y dieron la vuelta. El ganado no importaba, ya que, con el viento tan fuerte, el fuego podría destruir el pueblo entero.
   El herrero y su mujer gritaron impotentes: era su casa la que se quemaba y con sus hijos dentro. No llegarían a tiempo para salvar a los pequeños de la terrible muerte.
  Una testigo ocasional, que interrumpió su viaje para refugiarse del temporal en un establo, observaba el horror que se expandía delante de sus ojos. Una casa se quemaba. Perros no paraban de aullar. Y un sonido, suave y repetitivo… Un llanto… De un bebé humano… Ella no podía hacer nada al respecto. No estaba preparada para aquello. Pero el llanto le taladraba los oídos, la empujaba a hacer algo… 
   Encontrando el valor que no tenía, la cigüeña blanca salió de su refugio. Con grandes zancadas se acercó a una ventana y saltó dentro. Había mucho humo, la paja en llamas caía desde el techo. La cigüeña, afinando su oído, encontró en un rincón a una cría humana que abrazaba con fuerza a otra más joven.
   El ave, con su largo pico, agarró a una de las criaturas por sus plumas de tela y la arrastró fuera. La dejó ahí, bajo la lluvia, y volvió a meterse dentro a por la otra.
   El calor abrazador le quemaba sus largas patas. Sus plumas blancas se ennegrecieron por el hollín. Con el pico la cigüeña intentaba apagar el fuego. Por fin, pudo a agarrar a la cría humana y, con las últimas fuerzas que le quedaban, se arrojó por la ventana.
   Ya entonces había mucha gente alrededor luchando con el fuego. El herrero y su esposa abrazaban a sus hijos llorando y dando las gracias a Dios y al ave que, sacrificándose, salvó la vida de los niños. 
   La cigüeña pasó más de una luna recuperándose de sus quemaduras, cuidada por los humanos. Desde entonces su pico y patas se han vuelto rojos y las alas, se tiñeron de negro.
   El herrero estaba muy agradecido. Y en un enorme árbol construyó un nido para que la salvadora de sus hijos pudiera anidar cerca.
   Y así, después de muchos años, que se convirtieron en siglos, alrededor de los pueblos, en los postes, los árboles, en las cúpulas de las iglesias, podemos ver impresionantes nidos de las cigüeñas, protectoras de hogar y de niños.





Nota de autor:
Leleka (ucraniano) es cigüeña.
Río Slavútich hoy lo conocemos por el río Dnipró – más grande de Europa.
Eslavos – aquí hablamos sobre los pueblos que habitan en Ucrania. Cabe señalar que los eslavos son el grupo etnolingüístico más grande de Europa central y oriental.
Primavera — medida de tiempo que se entiende como un año.
Lunas — medida de tiempo de un ciclo completo de luna, cercana a un mes.


                                                                                    19/10/2024, Gijón

16 de octubre de 2024

El botín

 El botín

 

 

 —¿Qué te cuentas, primo?
 —Nada. Aquí estoy, esperando.
 —¿A quién?
 —Psss, disimula. No chilles. Habla bajo.
 —Vaaale. ¿Y?
 —¿Y qué?
 —Pareces tonto. Te lo estoy preguntando yo. ¿A quién esperas?
 —No a quién, sino a qué. A una oportunidad. ¿Ves a los tres en aquella mesa? Llevo un rato observándolos. Dos de ellos han pedido hamburguesas completas y la otra, un perrito caliente. Están devorando sus hamburguesas. Ni las raspas quedarán. Pero la del perrito lo está mareando. No tiene pinta de poder con él.  Lo dejará casi entero. Segurísimo… Se van. ¡Ahora! ¡Sígueme!
   Dos gaviotas se abalanzan sobre la mesa del bar y, rompiendo las copas y botellas, huyen con el botín: medio bollo de pan… Sin el perrito.





16/10/2024, Gijón


15 de octubre de 2024

Hijo de mi tierra

 Hijo de mi tierra

    

Del amor fingido, huyo.
De la falsedad me aparto.
De mentiras yo me alejo
Y de loas, yo me guardo.
 
No me creo a los sabios
Que se venden a los amos.
Y los pueblos, cual ovejas,
Obedientes y tan mansos.
 
Yo soy libre como el viento,
Sin temores y sin cadenas.
¿Dónde posaré mi cabeza?
¿Dónde lloraré mis penas?
 
Subiré a las montañas
Para estar cerca del cielo,
Dejaré que mi alma vuele,
Libre de culpa y anhelo.
 
Gritaré con todas fuerzas
Que me oiga el mundo entero:
Yo soy el hijo de mi tierra
Y la amaré hasta que muera.



14/10/2024, Gijón


11 de octubre de 2024

La propiedad privada

 La propiedad privada




Me senté en la hierba a fumar un cigarrillo.
La brisa con olor a la tierra revuelta jugaba con la llama del mechero. Por fin el humo llenó mis fosas nasales y buscó la salida. A la tercera calada dejé de temblar. Otra calada. Otra más. Casi me quemo los dedos con la colilla. La tiré al agujero, donde se apagó con un suave siseo.
   Me quedé a oscuras. La luna apenas se reflejaba en el metal frío de la pala. El silencio cómplice de la noche redujo todos los sonidos. El mundo que me rodeaba sabía lo que estaba haciendo. Sentí que me observaban. No me importó: tenía la razón de mi lado. No fui yo quien entró en una casa ajena. Tampoco fui yo, él, que cuchillo en mano, atacó al propietario. Y no he sido yo el que mató primero…
   Con un fuerte empujón, el cuerpo del intruso cayó al hoyo. Enseguida empecé a llenarlo con piedras y tierra. El nogal, que esperaba ser plantado, movió sus hojas en señal de protesta. Parece que el abono no era de su gusto… Pero es lo que hay.
    Mañana me ocuparé de Nico. Mi perro. Un amigo fiel merece ser enterrado a plena luz del día.






10/10/2024, Gijón


 

25 de septiembre de 2024

Árbol

 Árbol



Los círculos crean dibujos que nos cuentan su vida.
De él hacen cosas maravillosas, pero, también, las cajas de cartón.




                                                                                             25/09/2024, Gijón

A cada uno, sus zapatos

A cada uno, sus zapatos 




Su existencia - corta o larga.
Son ricos o pobres.
Caminan, saltan, corren, protegen, adornan…
Al llegar a casa, se desnudan.




25/09/2024, Gijón

Una llave

 Una llave




Su comedido es tenerlo todo cerrado.
Un día se extravió.
Los bomberos vinieron para sustituirla.
De la cocina salía humo.




                                                                                                       25/09/2024, Gijón

24 de septiembre de 2024

Respeten a los mayores

 Respeten a los mayores




La estaban empujando. 
Gritó… 
Nada…
Dando la última estacada con su paraguas, la anciana, por fin, se subió al bus.





                                                                                 24/09/2024, Gijón

Mira por dónde pisas

 Mira por dónde pisas



Mientras caía, se acordó de toda su vida. 
Y, al estamparse, maldijo la piel de plátano que acaba de pisar. 






                                                                                           24/09/2024, Gijón


Él nunca te olvidará

 Él nunca te olvidará




Venía a la estación. 
Solo…
Lo buscaba en cada rostro, en cada sonido, en cada olor. 
Pero el amo no regresaba.




 
                                                                            24/09/2024, Gijón

11 de septiembre de 2024

Madre

 Madre



Ella es el amor primero.
Ella es aquel eslabón,

Que te une al mundo entero.
Y aunque le rompas el corazón

Te dará un perdón sincero.

 

Estará ahí para escuchar

Y ayudarte con tus problemas.

Sin pegar el ojo va a esperar

Si hace falta, las noches enteras,

Para verte a casa regresar.

 

Será tu amiga y confidente,

El hombro firme en el que llorar.

Estará contigo muy paciente

Hasta que tú podrás recuperar

Tus fuerzas y seguir de frente.

 

 

 

Mamá, mamita, madre.

Madre, mamita, mamá…

Su corazón y el tuyo laten

Como si fuera uno, al compás.




          
                                                                                                          



                                                                                                                     10/09/2024, Gijón

31 de agosto de 2024

La Muerte Perfumada

La presentación en toda regla
(O lo que puedo contarles y dejarles vivos)





Hola, mi querido lector. 
Permíteme que me presente. Soy a la que llaman «La Muerte Perfumada». Por supuesto, es un nombre en clave, dado que el que me dieron mis padres al nacer está olvidado. Lo hice olvidar. Y los que lo sabían, ya no están entre los vivos. 
   Soy una mujer normal: ni alta, ni baja; ni delgada, ni rellenita; ni guapa ni fea… En todos los sentidos, no llamo la atención, a no ser que se requiera según qué circunstancias. Soy muy inteligente, sin duda alguna. Hablo varios idiomas con fluidez: ruso, ucraniano (es donde nací), español, inglés, francés, alemán y mandarín. Me encanta leer y tengo una magnífica memoria. Soy muy buena en el terreno desconocido, ya que mi sentido de orientación casi nunca me falla. También soy muy, pero que muy, resolutiva. Es mi punto fuerte. Encuentro la solución a cualquier situación. Y como un valor añadido a mi perfil, soy camaleónica. Sí, sí. Observo que no puede contener la sonrisa, querido lector. Es que no miento. Me encanta disfrazarme. ¿Igual por qué de niña nunca he podido hacerlo? Será por esto. 
   El oficio al que me dedico es muy antiguo. No. No es el que él piensa. No saque tan rápido las conclusiones. De hecho, es el oficio que me eligió a mí de muy joven y es otra historia de la que no voy a hablar. Por ahora. 
   La Muerte Perfumada… Me encanta cómo suena. Aunque me ha llevado años crear este apodo y la fama. Muchos años y demasiados cadáveres a mis espaldas… Muy justificados, sin duda alguna. Soy una asesina. Fría, retorcida y despiadada asesina que tiene sus propias reglas. Los que me contratan solo requieren de mis servicios cuando hay que ser tan delicado como un alfarero y tan sutil como una pluma. Y esta soy yo. Cuando yo acepto un trabajo, no hay nada que me pare. Así que espero no tenerle entre mis encargos. 
  Por ahora, no diré nada más. Dejaré que me vaya conociendo poco a poco, sorbito a sorbito, como un McKallan de dieciocho años. Lo bueno se disfruta lentamente y yo soy muy, pero que muy buena en lo mío. 
     Nos vemos… Ja, ja, ja… Es una broma. Espero no verlo nunca.
                              
                                                            

La Muerte Perfumada
En Gijón, a 30 de agosto de 2024.





18 de agosto de 2024

Noticias

 Noticias




La noticia, seguida de un dolor punzante, me dejó estupefacta. El reloj, regalo de mi padre para mis dieciséis, estaba hecho trizas y la sangre, que caía de un profundísimo corte, se mezclaba con la arena y el cristal — un desastre a mis pies. Y pensar que, hasta hace nada, yo estaba tan tranquila…
   En la televisión hablaban de las manifestaciones, “especialmente violentas”, de los agricultores. Las imágenes de cientos de tractores y gente de campo se alternaban con los de la policía preparada para dispersarles.
   El sol, salido de entre las nubes, entró descaradamente por la ventana, sacando a la luz toneladas de polvo y bolas de pelo de los perros. ¡Por Dios! ¡Si ayer mismo pasé el aspirador! Antes de que se me ocurriera volver a aspirar, bajé la persiana: así el salón se verá limpio. Encendí la lámpara de pie.
   La plancha soltó el vapor, avisándome que ya estaba preparada para dejar perfecto un montón de ropa que llevaba esperando… ¿Cuánto? ¿Una semana? La verdad es que no me gusta planchar, aunque se me da bastante bien. Y, según leí en algún blog de esos que dan soluciones a todos los problemas de la vida, tiene su lado positivo. Es como meditar: sabemos que es necesario, pero nunca lo hacemos. Así es con la plancha. Mientras estiras las arrugas y poco a poco las conviertes en una prenda suave, perfumada y preparada para ir al armario para después volver a estar sucia y estrujada (la rueda de la vida), tienes la mente en blanco.  En estos momentos solo piensas en planchar… En nada más. Meditación.
   Las noticias de la tele me deprimen. Tampoco me veo con las ganas de empezar una nueva serie. Me conozco. Si me engancho, dejaré que el aspirador y la plancha queden apartados para el después. La fuerza de voluntad se fomenta con estos pequeños sacrificios. Me siento fuerte y apago la televisión.
   Pido a Alexa que ponga la cadena de siempre. De nuevo noticias. Madre mía. Estoy a punto de pedirle algo de música. Veo que el reloj de arena necesita que le den la vuelta. Dios, qué dispersa estoy hoy. Así nunca acabaré de planchar. Y ya toca preparar la cena.
   Este reloj… Cuantos recuerdos. Me lo regaló mi padre como el “símbolo a la puntualidad”. Sí, mi papá tenía un sentido de humor un poco negro, ya que de adolescente yo llegaba tarde a todos los sitios. Le doy la vuelta. Tiene polvo. Agarro el bajo de mi camiseta de “andar por casa” y empiezo a limpiar…
   «Ahora proseguimos con el sorteo de cada viernes. Cinco… Cero… Uno… Seis… Nueve. El número ganador es cincuenta mil ciento sesenta y nueve. La serie cincuenta y cinco. Les recordamos que al acierto de las cinco cifras le corresponde el premio de doscientos cincuenta mil euros. Si coincide también la serie, el premio es de un millón de euros. Enhorabuena a los afortunados.»
   Me quedé congelada en el tiempo y en el espacio, con el reloj en la mano y con la fecha de mi cumpleaños, dando vueltas en la cabeza: cinco de enero de mil novecientos sesenta y nueve. Lo llevo jugando un montón de años… ¡Un cuarto de millón de euros! ¡Me ha tocado! ¡Me ha to...!
    ¡Crack! ¡Dios, qué dolor! El reloj, regalo de mi papá, está hecho trizas y la sangre, que cae a chorros de mi mano, se mezcla con la arena y el cristal. Empiezo a llorar y gritar de dolor y rabia. El reloj de los diez minutos, el único objeto de mi padre que me quedaba…






                                                                          17/08/2024, Gijón






  


10 de julio de 2024

Hablando de nada y de todo

 Hablando de nada y de todo




     —¿Llevas mucho tiempo aquí arriba?
   —Una buena pregunta. Si hablamos sobre mi existencia — una eternidad. Pero en este sitio, no tanto. Cuando la contemplé por vez primera, la ciudad era mucho más pequeña y con casas bajas. Y ahora, obsérvala — emerge bella y luminosa — por un lado, besada por el mar y por el otro, guardada por las montañas. Incomparable con ninguna. Y las personas que la habitan, la complementan a la perfección.
   —Sí, es un sitio bastante aceptable para anidar y criar a la prole. Hay comida en demasía.  Gente simpática y dadivosa. Aunque siempre hay algún que otro tonto.
   —En la villa del Señor de todo ha de haber. Lo sé por experiencia… Créemelo. Lo he sufrido en carne propia.
   —Sí, sí, ya que lo dices, tienes unas heridas ahí abajo. Y parece que te falta algún que otro trocito. ¿Qué te ha pasado?
   —Ah, son las señales de la guerra que hubo aquí. Me han disparado. Muchas veces. Me han dinamitado. Casi destruyéndome del todo. Pero ya los he perdonado por aquello. Prefiero no recordar los tiempos oscuros. Mi padre me enseñó que hay que amar y perdonar a los que nos han hecho daño. Pero cuéntame, ¿cómo es que no estás con los tuyos? ¿No andáis de un lugar al otro buscando y rebuscando? Y, también, dejando un rastro feo. Espero que me respetes.
   —Bah. Necesitaba un descansito. A veces hay que parar, aunque sea un poco. Sacudirse del polvo y suciedad. Retozar en el agua. He subido aquí a secarme y a calentarme al sol. Y los míos en esta época se vuelven insoportables, se pelean por cualquier cosa. Yo paso de los líos…
   Los rayos dorados dibujaron de oro la calmada superficie del mar y rebotaron en las fachadas acristaladas del paseo marítimo. El contraste de luces y sombras se hizo más pronunciado. La briza con sabor a sal trajo el refresco a las calles llenas del bullicio.
   —Ya se está poniendo el sol. Me voy volando. La parienta estará preguntándose a dónde me he metido. Si Dios quiere, mañana volveré. A pesar de que no tienes ni plumas ni alas y estás hecho de piedra, me ha gustado este rato de plática contigo. Por cierto, ¿cómo te llaman?
— Jesús…
  
   Esta charla entre un palomo y la estatua de Jesús pudo haber sucedido o no… Yo solo he sido un testigo involuntario que intentaba hacer una foto de la Basílica del Sagrado Corazón.




                                                            




                                                          10/07/2024, Gijón

 


4 de julio de 2024

"Seré bueno"

“Seré bueno”


 

Mis dedos temblorosos apenas han podido sostener la llave maestra y esta se cayó al suelo. La recogí y la metí en la cerradura. El suave clic y el crujido de las bisagras me provocaron un escalofrío. Durante unos segundos me quedé paralizado. Al otro lado, dentro, estaba el mundo del que hui y al que me prometí no volver jamás —el piso de mis tíos— la única familia que me quedaba después del accidente de mis padres.
   Entré…
   El olor a cerrado y a un cuerpo en descomposición me dio de pleno como una bofetada. Sentí unas arcadas y, rodeado de una nube de moscas, salí de nuevo al rellano.
   Me obligué a volver. Recorrí con la mirada las paredes forradas en papel pintado con un horroroso estampado, los muebles oscuros y añejos sobre el suelo cubierto de polvo y trastos, amontonados por doquier. Nada había cambiado en los últimos treinta años. La casa de mis tíos como un lóbrego mausoleo seguía asustándome. Me paré sin ganas de adentrarme más …
   De repente todo se llenó de uniformes y trajes blancos. Los focos y flashes han iluminado el ambiente opresivo con una luz fría, sacando a la vista los tenebrosos rincones y un enorme e hinchado cadáver… de mi tío.
   El cerdo la había palmado en su asqueroso sofá. Era su lugar preferido. Ahí pasaba todo el día sentado viendo los documentales. De esos, donde un animal mata al otro para comérselo todavía vivo. Y las hienas… Sí, esas le encantaban. De hecho, él se parecía mucho a una. Aunque le sobraban unos cien kilos. Estaba muy gordo, el cabrón …
   Juan, mi compañero me preguntó algo. Le dejé hacer y de nuevo me sumergí en el pasado…
   Mi tía. La hermana de mi padre. Pobre mujer. Se mató. Después de la enésima paliza, salió de casa y nunca volvió. Pasados unos días de su entierro oí a las vecinas decir que se tiró al mar, «pobrecita ella». La odié por aquello como puede odiar un niño de seis años que se ha quedado a merced de un monstruo. Ya nadie me iba a proteger, ni recibir los golpes por mí. Ni darme los besos con sabor a lágrimas…
   La vida con mi tío ha sido una confusa sucesión de golpes y castigos hasta que los servicios sociales me han sacado de aquel infierno con casi nueve años…
  Los de la morgue ya se han llevado el cadáver, mi compañero hablaba con la vecina, un par de agentes continuaban recogiendo las muestras y yo seguía clavado al lado del sofá. Juan me sacó al presente:
   — Manu, el piso está vacío. Los de la científica casi han terminado. Según el forense, el tal M.J. Pérez lleva muerto unos cuatro meses.  También que la muerte podría ser accidental. El tipo se atragantó con un trozo de pizza. Lo que no me sorprende. El tique de la pizzería es de cuatro de marzo, así que las fechas cuadran.  La vecina dijo que no salía mucho. Ni siquiera a comprar. Todo le traían los repartidores. Tampoco trataba con los vecinos. No le suena que tuviera parientes. Era un tipo muy raro. Creo que es todo. ¿Nos vamos?
   — Espera, daré otra vuelta por si se nos había escapado algo. Ya sabes, los cuatro ojos ven mejor que dos. No tardaré. —No me gusta mentir a mi compañero, pero necesito estar a solas unos minutos.
   Mis pasos me llevaron a una puerta al final del pasillo. Es mi habitación. Lo era. Sigue igual: una cama pequeña cubierta con el edredón de ganchillo que me hizo mi tía, la mesita con una lámpara en forma de faro y la foto de una mujer muy guapa y risueña con un niño rubio en sus brazos. Mi tía y yo… Antes de vivir en el infierno. Un oso azul de peluche… Un par de coches en un estante… Comparada con el resto de la casa, la habitación estaba ordenada.
   Me aproximé al armario cerrado. Giré la llave. Lo abrí de par en par… El interior oscuro olía al orín.  Aparté algunas prendas. Con las manos temblorosas saqué mi linterna. La encendí. Casi se me cae al suelo. En la pared del fondo, con algo afilado, se veía grabada en repetidas veces la frase “seré bueno”, “seré bueno”, “seré bueno” … De varios tamaños. En distintas direcciones. Todas escritas con la misma mano, la mía…
   Cerré el armario y volví al salón. Ya todos se habían ido. En el sofá quedaba una enorme mancha maloliente.
   Ya ves, tío. Al final, no he sido bueno, ¿verdad? El trozo de pizza que te metí por el gaznate lo confirma.



                                                    
                                                                                                            04/07/2024, Gijón