20 de noviembre de 2024

No se han ido

 No se han ido




 

El sol matutino se asomó de entre los árboles y se desparramó por el claro. El plácido e invernal sueño se rompió. La batalla de bolas de nieve ha empezado. Decenas de proyectiles, de un lado y de otro, dieron en el blanco…
   Las carcajadas infantiles llenaron el silencioso parque con alegría y gozo. Algún bromista sacudió las ramas bajas y la lluvia nevada cubrió por completo a los pequeños traviesos. El jolgorio, acompañado de bolas voladoras de nieve, asustó a los indignados pájaros. Los niños corrieron hacia los columpios.
   —¡Quién llega el primero, puede montar el columpio dos veces! ¡Nico, sígueme!
   —¡No es justo! Yo tengo los pies pequeños y Sergey y Nico, siempre llegan primeros… No es justo… No voy.
   —Katia, no les hagas caso. Ya sabes cómo son. Te toman el pelo. Además, ellos no son tan malos. Son solo… chicos. Y te quieren. Dame la mano; verás qué rápido llegamos. —Las dos chicas, corrieron alborozadas cuando sus amigos ya montaban en el columpio. Y para resarcirse, las niñas empezaron a lanzarles las bolas de nieve.
   El jolgorio se interrumpió cuando por el recodo del camino aparecieron una mujer con una niña de unos cinco-seis años. Se dirigieron hacia el parque. Los chicos, sorprendidos por la inesperable compañía, han huido, dejando los columpios oscilando en vacío.
   —¡Mamaaaa! ¿Por qué los niños se fueron? Yo quiero jugar con ellos. ¿Por qué ellos no quieren jugar conmigo?
   —¿Qué niños, cielo? Ahí no hay nadie. Solo estamos tú y yo.
   —¡Sí que estaban! Dos chicos grandes, una chica grande y una como yo. Se han ido por ahí…
   —Cariño, aquí no había nadie. Ven al columpio. Te empujaré lo más fuerte que pueda. Hasta el mismísimo cielo.
   Cuando se acercaron, los delicados copos de la nieve ya empezaban a cubrir las múltiples huellas de pequeños pies, que se alejaban hacia la espesura del parque… Ahí es donde había un orfanato… Antes de la guerra.
   —¡Mamá! ¡Te lo dije! Yo vi a unos niños. Quiero jugar con ellos. Vamos a buscarlos.
   —No, cielo. Ahora tenemos que irnos. Empieza a nevar. Vendremos el otro día. —La madre, con un gesto disimulado, secó una lágrima y cogió a su hija en brazos. Los rumores eran ciertos. Los niños no se habían ido…




20/11/2024, Gijón
 
 

15 de noviembre de 2024

"Al César, lo que es de César"

 “Al César, lo que es de César”



La situación era desesperante…
Había que hacer algo y muy rápido…
Era la cuestión de vida o muerte…
   Así que, después de retozar una hora en leche de burra; dos horas de masajes emolientes con aceites afrodisíacos; otras dos horas eligiendo sus joyas más espectaculares y telas más finas que hacían resaltar su magnífica figura, Cleopatra, por fin, estaba preparada para su encuentro con Cesar.
   Y a continuación, se metió dentro de una alfombra…





                                                                                                                 15/11/2024, Gijón

13 de noviembre de 2024

Atando los cabos

 Atando los cabos



—¡Qué feliz estoy con esta aventura! Menos mal que insististe en traerme a este acantilado. Las vistas son maravillosas. Y el mar, ahí, abajo, se ve tan implacable, tan cruel, tan inmenso. Es una pena que casi nadie conozca este lugar. Gracias…  No merezco tu ami…
   «Amistad, zorra… Amistad… ¡Serás puta mentirosa! ¡Claro que no te la mereces! ¡Dios, qué fácil ha sido! No lo esperabas, ja, ja, ja… No te dio tiempo ni para gritar, zorra. De entre todos los hombres, ¿por qué mi marido? ¿Por qué? Me clavaste un puñal, zorra. Me jodiste la vida… Ya anochece, la marea sube y a saber dónde arrastrará tu cuerpo escuálido, cabrona. Ahora voy a cocinar una cena “exquisita” para el hijo de puta con el que me casé… Su última cena…»






                                                12/11/2024, Gijón

6 de noviembre de 2024

La primavera en mí

 La primavera en mí




Los primeros rayos de sol, al principio con timidez, y después con más alegría, empiezan a besar el encaje blanco de los árboles dormidos. La cálida luz traspasa las ramas y dibuja en la nieve unas intrincadas figuras. Y, poco a poco, el sonido de las gotas llena el aire con la melodía de la primavera. Pim pam, pim pam, pim pam… La corteza se vuelve oscura por la humedad. Las ramas, desprendiéndose del peso, se enderezan con alivio. Algunas, ya rotas, pierden su preciada savia. Unas caerán al suelo y se pudrirán, otras, con un poder inexplicable, curarán sus heridas y volverán a llenarse de tiernas hojas.
   Los diamantes de la nieve se resisten al desvanecimiento y brillan con la fuerza de un animal herido. En algunos lugares ya se asoma la tierra. El musgo verde esmeralda retiene las gotas de agua. De vez en cuando se ven las delicadas campanillas de invierno. Son las primeras flores al salir de la tierra dormida. Algunas brotan de entre el manto blanco. Con sus verdes y finas hojas crean un contraste lleno de vida. Su tallo delgado aguanta una preciosa florecilla blanca, que cabecea al vaivén de la brisa. Su aroma sutil y ligeramente dulce, se expande por el bosquecito.
   Ahí se ve un carbonero. Y otro… Y otro… Son pequeñas aves, muy guapas y espabiladas, que, con las plumas de azul y amarillo, destacan sobre el fondo blanco. Sus trinos, ahora más alegres, cantan las alabanzas a la primavera. Ellos también se han cansado del frío.
   Solo a unos pasos más allá, justo detrás del viejo roble, se oye el susurro del agua. El riachuelo, libre de hielo, se abre el camino entre la nieve y divide el claro del bosque con un corte irregular. En unos días, crecerá, se desbordará y correrá hacia el sur, entregándose al Gran Río. Y de ahí, al mar.
   Cómo pasa el tiempo. Ya ni me acuerdo de cuantos de estos despertares yo he visto. Al trigésimo segundo dejé de contar. A estas alturas ya conozco todos los árboles, sus ramas, las flores, las aves y hasta algún que otro ciervo. Los zorros y lobos, nunca se quedan. No les gusta mucho esta parte del bosque. Y los comprendo. Sé que me tienen miedo. No creo que sea algo personal. Es más bien por su instinto.  
   Me encanta la venida de primavera. A través de los árboles puedo observar qué hay más allá. En invierno, todo es monocolor. Pero ahora, veo manchas oscuras y verdes de la tierra. Los sonidos y olores me traen a la memoria cosas… Las bellas cosas que he vivido. Aunque poco a poco mis recuerdos se desdibujan como las huellas en la nieve que se derrite.
   ¡Ah!, qué pena es la mía por no poder ir más allá de este montículo. Mi destino y castigo es dar vueltas y vueltas a su alrededor. Estoy anclado a él … Para siempre. Es donde yazco. Esta es mi tumba…



06/11/2024, Gijón