29 de agosto de 2023

La reunión del banco


   —Mira, Manolo, ¿esa no es la hija de una que era tu vecina? La mujer del que trabajó contigo en la Factoría. 
   Sí, esa es. ¡Cómo pasa el tiempo!
   —¿Pero la Maruja no ha muerto también? Que Señor la acoja en su seno…
   —Noooo. Esa era Isabel.
  —Paco. ¿Cómo se llamaba la mujer aquella? La mujer del camionero que nos traía el carbón a la fábrica.
  —¿Qué camionero? Ah, el fulano aquel, que un día, al dar la marcha atrás, aplastó el nuevo Mercedes del consejero de Industria. ¿Ese?
   —Sí, sí. ¡La que se armó! El paisano estuvo preso. ¿No estaba borracho como una cuba? Su mujer había parido y él lo celebró como dos días seguidos. ¡Qué tiempos aquellos!
   —Pues murió…
   —¿Quién?
   —El consejero. ¿Quién si no?
   —No lo sabía.
   —Ni yo. ¿De qué murió?
   —Dicen que de un infarto. Parece que cuando estaba con la querida, lo vio su mujer. En un restaurante de esos, de gente pija. Se armó la marimorena. Volaban las copas y botellas. Vino la Guardia Civil y todo. Parece que el consejero, la mujer y la querida durmieron en el calabozo. En la Comandancia. Al día siguiente, el pobre, murió. Vaya mala suerte que tuvo. No era un mal consejero. No como esos de ahora. Vienen más verdes que la yerba; sin experiencia, solo saben mandar.
  —Siii. Ahora todo son esas cosas modernas de los internetes. No quitan los ojos de los chismes. Parecen los caballos, aquellos con anteojeras.
   —Pues ha vendido el piso y el bajo, me parece. Y por un buen pellizco.
   —¿Quién?
   —La viuda del camionero. ¿Juan, sabes cómo se llamaba?
   —Maruja.
  —Sí, sí, esa. Pues se marchó del barrio. Ahora vive por el Centro y me dijo la mujer del pescadero que por las tardes sale a tomar un chocolate con churros al sitio ese. Uno grande. Al lado de un teatro de esos famosos. Lo tengo en la punta de la lengua. Bah. Ya me acordaré.
   —¿A qué estamos hoy?
   —Déjame mirar el teléfono. Buena cosa es esa. Te dice el tiempo, calendario y hasta las mareas. Qué pena que en nuestros tiempos no los había. Me lo regaló mi nieto para el cumpleaños. Me dijo que tenía que ser más moderno. Hoy es veintitrés de agosto. Miércoles. El viernes ya se puede cobrar la pensión.
   —Cada vez, peor. Ya ni por la ventanilla puedes cobrar.
   —Sí. No nos respetan, a los viejos.
   —Habrá que levantar el ala. Va a ser la una y media. Mi mujer se cabrea si no vengo a la hora. Dice que soy un egoísta y no valoro su trabajo.
   —Yo voy a por el menú. El mesero me lo tendrá ya preparado. ¿Vienes, Juan? Hoy tienen fabas pintas con chorizo.
   —¡Vaya, qué pena más grande! Miren esa esquela. ¿Quién será? Es que por el nombre no me doy cuenta.
   —Ni yo. Con ochenta años. Qué joven.
   —Que sí, sabéis quién es. Es el aquel paisano que…




23/08/2023, Gijón


25 de agosto de 2023

La fuente del tiempo

La fuente del tiempo





La vieja fuente, con su canto hipnótico, me dejó adormecida.
De repente, yo, ya no era yo de ahora, sino una niña, que hacía flotar los barquitos de papel en el estanque del jardín, detrás de la casa de los abuelos. Las pequeñas naves de colores se mecían en las olas y refulgían bajo los rayos de sol, llenándome de alegría y gozo.
   Me encantaba la fuente. Su agua cristalina rebosaba un pequeño estanque y en el centro, una figura de un angelito con alas, cubiertas de verdín. Por encima de su bonita cabeza sostenía un ánfora del cual salía el chorro. Con el sol, el efecto era mágico: las brillantes gotitas saltaban al cielo en colores de arcoíris. Parecían piedras preciosas. Pero cuando yo las tocaba con la mano, solo eran agua…
   Han pasado años. Ahora soy algo mayor. Es verano y hace mucho calor. Me rio a carcajadas y a mi lado está un chico, pelirrojo y pecoso. Me dice algo, se mete al estanque e intenta arrancar un nenúfar rosa. Resbala y se cae al agua. ¡Será payaso! Me siento feliz…
   Otro salto en el tiempo. Esta vez, el mismo pelirrojo, pero ya es un hombre joven; tartamudea, me mira con sus ojos de color cielo y me dice que me ama. Se arrodilla y me da un anillo. Su piedra brilla igual como las gotas de la fuente. Yo le digo que sí…
   Un remolino de años y recuerdos me transporta a otra época: a mi lado, justo en el borde del estanque hay un niño pequeño con el pelo como fuego y los ojos verdes. En sus manos, un barquito de papel. Me llama «abuela» y me pide que le enseñe a flotar su pequeña nave blanca. Esta no quiere moverse y los dos nos ponemos perdidos intentando hacer las olas. Nos morimos de risa. Y por armar tanto jaleo, aparece un hombre mayor, con canas entre su pelo zanahoria y risa en los ojos de cielo. En sus manos trae una cesta llena de barquitos de colores…
   —Abuela, ven, la comitiva ya sale para el cementerio. Mis padres te están buscando, pero yo sabía que estarías aquí. Este era también un lugar preferido del abuelo. Lo echaré de menos. Tenemos que irnos. Nos esperan.




                                                                                                               23/08/2023, Gijón

21 de agosto de 2023

Nuestro tiempo

   Una y otra vez nos hacemos la pregunta: «¿Qué es el tiempo?». No hablo del clima, no. Hablo del tiempo, de esto que es tan intangible y que escurre entre nuestros dedos, como la arena o como el agua, sin poder evitarlo. De hecho, es del todo imposible.
   El tiempo somos nosotros mismos y vivimos sumergidos en él… Sí. Aunque suene a una locura. Estamos hechos de nuestro tiempo y del de los demás. Al preguntar: «¿Cuánto cuesta la barra del pan?», lo lógico sería decir: «¿Cuánto tiempo cuesta…?» Y así con todo. Cada céntimo, cada euro o dólar ‒ es nuestro tiempo. Lo gastamos para ganar el dinero y los otros lo gastan para producir el producto.
   Creo que por esto pensamos que lo tenemos de sobra. Pero como el pan que ya está comido, el tiempo está gastado.
   ¿Suena pesimista? No, qué va. Solo es una aceptación del hecho que tampoco hay que llenar cada día de mil cosas y experiencias buscadas. La vida y el tiempo fluyen. Solo hay que elegir una nave y compañeros de viaje, soltar el amarre, izar las velas y disfrutar de la aventura.
   A unos les tocará navegar en una pequeña y tranquila charca; a otros, en un gran lago; y, a los afortunados, en un océano sin fin, lleno de tempestades y días de calma…
                     


                                    

                                                                                                                                             

                                                                                                                                            20/08/2023, Gijón


16 de agosto de 2023

En el bosque

 En el bosque






  El bosque oscuro devolvió el eco de los gritos.
  El fuego ya había consumido casi toda la casa, donde fueron felices los últimos cinco años. Ahora, en su interior, se quemaban su padre y su madrastra…
  Desde la muerte de su mamá, Hansel y Gretel vivían en un calvario. Su padre había empezado a beber y consumir drogas. Lo despidieron y en todo culpó a sus hijos.
  Un día trajo a una mujer. Y ella se quedó. Era fea y mala. No cocinaba, fumaba mucho y bebía. Los niños no le importaban. Una noche Gretel sin querer tiró una cerveza y la mujer la abofeteó. El padre se rio cuando la pequeña nariz de su hija explotó con sangre.
 A partir de ahí empezó todo: golpes, castigos, falta de comida y abusos. Ya no iban al colegio. Hansel, de solo diez años, sufría por no poder proteger a su hermanita. Tenían que escapar de ahí.
 Una noche, cuando los monstruos se han ido a emborracharse, los niños recogieron sus escasas pertenencias y huyeron.
  Estuvieron deambulando por el inmenso bosque varios días. Hasta que una mañana, en un claro, vieron una casita, salida de los libros de los cuentos que les leía mamá. Les abrió la puerta una viejita y sin preguntar nada, les dejó a vivir con ella…
  Hoy, en la fiesta de Calabaza, los tres estaban en su puesto de tartas y mermeladas. Hubo mucha gente. La venta se dio muy bien y los niños pidieron a la abuela el permiso para ir con unos amigos a la noria. No tardarían mucho.
  Estaban felices y contentos. Apenas recordaban su otra vida. Al bajar de la atracción fueron a por unos refrescos.
  —¡Peggy, mira a quién tenemos aquí! —la voz carrasposa de su padre les dejó helados. Aquella horrible mujer iba con él.
   Hansel lo empujó y echó a correr arrastrando con él a su hermana.
   —¡Abuela, nuestro padre está aquí! ¡Tenemos que irnos ya!
  Han recogido el puesto lo más rápido que han podido. Al llegar a la casa, aparcaron la furgoneta en la parte de atrás y empezaron a hacer las maletas.
   La luz de unos faros entró por la ventana del salón. Era un coche que no conocían. Al ver quién se bajaba de él, los niños se pusieron a temblar.
   La abuela les mandó salir por detrás y esconderse en el bosque. Pasara lo que pasara, no tenían que volver, y que la esperaran donde el roble viejo. Ella iría a buscarlos. Les dio un fuerte abrazo a cada uno y se fue a recibir a la visita indeseada.
   —Hola, señora —dijo el hombre —. Nos han dicho que aquí vive un chico de unos quince años llamado Hans y una niña de diez, Gretel. ¿Es así? Somos sus padres y los llevamos buscando muchos años. Estamos desesperados. Queremos que vuelvan a casa. ¿Podemos pasar? —Empujó a la abuela y entraron.— Niños, papá y mamá están aquí. Les hemos echado de menos. Venid con nosotros.
  —Vieja, —dijo la mujer— ¿dónde están nuestros hijos? ¿Dónde los escondes?
  —¿Hijos? Ah, claro, los niños. Salieron a dar una vuelta. Volverán enseguida. ¿Les apetece tomar algo mientras esperan? ¿Té? ¿Café? ¿Refresco?
   Repantigados en el viejo sofá, los intrusos dieron una buena cuenta del té helado con pasteles de calabaza. Con cada minuto que pasaba, se sentían más y más relajados. Ellos no tenían por qué saber que estaban en la casa de una bruja, que amorosamente acogió a los hermanos y los crio y cuidó como si fueran sus propios nietos. No tenían por qué saber que el té contenía un fuerte somnífero. Y tampoco sospechaban que jamás saldrían vivos de aquella casa, que sería su tumba…




14/08/2023, Gijón


14 de agosto de 2023

La Ciudad Blanca

La Ciudad Blanca

 

 

Sobrecogidos por tan hermoso paisaje, los peregrinos no fueron capaces de dar un paso más y quedaron clavados en el promontorio para disfrutar de las vistas en su completa magnitud.
   La Ciudad Blanca con toda su majestuosidad y opulencia se abría el camino entre las nubes.
   Del color níveo y con las cúpulas doradas, sus palacios y catedrales se alzaban al infinito, retando a los mismísimos cielos. Los rayos áureos de sol se reflejaban en todos los edificios, sin dejar un rincón para las sombras. El brillo iridiscente de gemas incrustadas por doquier creaba un arcoíris que enmarcaba la ciudad entera. Una escalinata, bellamente tallada en la roca blanca, daba la bienvenida a los visitantes.
   De repente, el tañido cristalino de campanas rompió el silencio vespertino. Y el perfecto canto de muchas voces se elevó al cielo azul. Toda la ciudad empezó a entonar las alabanzas a la Diosa Tea.
   Los peregrinos tenían la sensación de poder alcanzar la metrópoli con las manos, pero todavía les faltaba bajar con muchísimo cuidado los cientos de peldaños de la escalera de la Muerte y cruzar el campo de cadáveres y huesos blanqueados por el sol de los desafortunados que se habían despeñado.
   Después, pasar por la sinuosa carretera de piedra resbaladiza, que volaba por encima de las aguas cristalinas, habitadas por monstruosas criaturas. Los delicados pilares, llenos de intrincadas filigranas, clavados en el fondo del lago, aguantaban su colosal peso.
   Se veía algún que otro animal salvaje, retozando tranquilamente en las praderas color esmeralda. Las bandadas de pequeñas aves surcaban los cielos y lo llenaban de colores. Y el aroma embriagador, lleno de fragancias indescriptibles, lo rodeaba todo…






                                               

                                                                                                                   10/08/2023, Gijón