29 de octubre de 2024

Sara

 Sara




El hombre bajaba por la escalera hacia la oscuridad. Con mucho cuidado y apoyándose en las paredes de cemento, llegó al sótano. Encendió la bombilla.
   La puerta de hierro oxidado estaba abierta de par en par. La cadena y el candado, rotos, reflejaban la sucia luz.
   —Saraaaaaa…  Saraaaaaaaa… ¿Estás aquí? ¿Dónde te escondes? Has sido una chica mala. Muy mala. ¿Qué voy a hacer contigo ahora?
   Desde un rincón se oyó un lloro y suaves quejidos. Una sombra se ha movido y algo se arrastró hacia el hombre. Era una muchacha de unos trece años, delgada, desnuda y llena de sangre y arañazos. Su melena apelmazada escondía un rostro sucio y con los surcos claros de lágrimas.  Los ojos azules imploraron al hombre. Este la cubrió con una manta rosa.
     —Lo… lo… Siento muuucho. Por favor… Lo siento…
  —¿Cómo pudiste escapar? Te di el triple de somníferos, te encadené y cerré bien esta puerta de hierro. —El hombre la abrazó para tranquilizarla. —¡Qué desastre! Cada luna te haces más y más fuerte. Y esta vez has dejado cuerpos. ¡Hablamos de no cazar a las personas!… No tenías que haber ido a aquel parking.  ¡Tres hombres! ¡Destrozaste a tres tipos más grandes que yo, muchacha! De nuevo tendremos que mudarnos. Sube a ducharte y a descansar un poco. Avisaré al colegio que estás con la gripe… Pero… ¿Qué escondes ahí? ¡Madre mía!… ¿Un conejo vivo?
   —Papi, porfa, déjamelo. Quiero tenerlo. Por favor. No lo mataré. Lo prometo…



                                       


                                                                  28/10/2024, Gijón

23 de octubre de 2024

Un jardín en la cabeza

Un jardín en la cabeza


“Si mis cuernos fueran flores,
yo tendría un frondoso jardín en la cabeza”

Proverbio popular

 

 

En un confortable sofá:

—Es mi mujer… Tssss… Hola, Tere… Aquí, liado con el papeleo y me da que tendré que viajar.  Ah, ¿sí? … ¿No te importa? … Y me acuerdo de lo de tus padres, su aniversario y todo esto, pero no me queda otra. Lo siento muchísimo… Ya… Dales un beso de mi parte y no escatimes con el regalo… Verás, es muy importante. Sí… Sabes que nunca fallo a las celebraciones familiares. Eeh… Es que vino un cliente de Alemania y tengo que irme urgentemente a… Madrid. Sí, sí… Hoy mismo… ¿De veras?… Y yo a ti…
—¡Al final lo resolviste, mi amorcito! Hace mucho que deseaba hacer un viaje a la capital. Ir de compras, restaurantes… ¡Qué feliz estoy! Ven, que te lo demostraré…
—Sí, sí, claro que nos vamos… Haremos lo que tú quieras, nena… Qué raro… Me extraña que mi esposa no insistió… Ni se cabreó conmigo. Sus padres celebran las bodas de oro. Es como si se alegrara de mi viaje… Estaba rarísima…
 

 

En la cama revuelta de un lujoso hotel:

—¡Qué coincidencia! ¡Estamos de suerte! Así que tenemos mucho tiempo para pasarlo bien … Ven, mi fierecilla… Ufff, cómo me pones… Te comeré entera…
—¡Ha salido mejor de lo que pensaba!… Y qué fácil. Ni siquiera tuve que mentir… Mmmmm… Espera un momento. ¡Qué narices! ¡Si mis padres están celebrando su aniversario en una escapada romántica que les regalamos!… ¿A qué vino lo de darles el beso de su parte? De hecho, ayer por la mañana él mismo insistió en llevarlos al aeropuerto… Qué raro todo esto. Bueno, al hecho pecho y al cuerpo, alegría. ¿Dónde lo hemos dejado, machote?





22/10/2024, Gijón

19 de octubre de 2024

Leleka

Leleka 



Hace mucho, mucho tiempo, cuando todavía no existían países que conocemos hoy, en la vasta estepa de Europa oriental, donde el río Slavútich corre hacia el mar, había un asentamiento eslavo.
  Sus pobladores, gente humilde y pacífica, vivían en casas de troncos de madera, medio enterradas en el suelo, y con los tejados de paja. Sus vidas eran sencillas: sembraban la tierra, cazaban, recogían bayas silvestres, pescaban, cuidaban del ganado. También comerciaban con otros asentamientos.
   Ya en aquella época existían los oficios de tramperos, curtidores, carpinteros, y nunca podía faltar un herrero.  Y en nuestro poblado había uno que con su joven esposa y dos hijos pequeños: una niña de tres primaveras, y el chico, de unas pocas lunas – vivían en una bonita casa cerca de la empalizada.
   Una tarde de caluroso y seco agosto, sobre el asentamiento cayó una gran tormenta. El día se hizo noche. Los rayos barrieron la estepa. Los truenos hicieron temblar el suelo. El ganado se asustó y se desperdigó por los campos. Casi todo el pueblo corrió en su busca. También el herrero con su mujer, dejando solos a sus hijos que dormían ajenos a todo el alboroto.
   De repente, un rayo impactó en el tejado de una casa. Este se prendió en un abrir y cerrar de ojos. La lluvia no podía apagar el fuego que devoraba la paja con gran ferocidad. Los perros empezaron a ladrar y aullar. Pero no había nadie cerca para apagar las llamas.  
   Desde lejos los vecinos vieron el incendio y dieron la vuelta. El ganado no importaba, ya que, con el viento tan fuerte, el fuego podría destruir el pueblo entero.
   El herrero y su mujer gritaron impotentes: era su casa la que se quemaba y con sus hijos dentro. No llegarían a tiempo para salvar a los pequeños de la terrible muerte.
  Una testigo ocasional, que interrumpió su viaje para refugiarse del temporal en un establo, observaba el horror que se expandía delante de sus ojos. Una casa se quemaba. Perros no paraban de aullar. Y un sonido, suave y repetitivo… Un llanto… De un bebé humano… Ella no podía hacer nada al respecto. No estaba preparada para aquello. Pero el llanto le taladraba los oídos, la empujaba a hacer algo… 
   Encontrando el valor que no tenía, la cigüeña blanca salió de su refugio. Con grandes zancadas se acercó a una ventana y saltó dentro. Había mucho humo, la paja en llamas caía desde el techo. La cigüeña, afinando su oído, encontró en un rincón a una cría humana que abrazaba con fuerza a otra más joven.
   El ave, con su largo pico, agarró a una de las criaturas por sus plumas de tela y la arrastró fuera. La dejó ahí, bajo la lluvia, y volvió a meterse dentro a por la otra.
   El calor abrazador le quemaba sus largas patas. Sus plumas blancas se ennegrecieron por el hollín. Con el pico la cigüeña intentaba apagar el fuego. Por fin, pudo a agarrar a la cría humana y, con las últimas fuerzas que le quedaban, se arrojó por la ventana.
   Ya entonces había mucha gente alrededor luchando con el fuego. El herrero y su esposa abrazaban a sus hijos llorando y dando las gracias a Dios y al ave que, sacrificándose, salvó la vida de los niños. 
   La cigüeña pasó más de una luna recuperándose de sus quemaduras, cuidada por los humanos. Desde entonces su pico y patas se han vuelto rojos y las alas, se tiñeron de negro.
   El herrero estaba muy agradecido. Y en un enorme árbol construyó un nido para que la salvadora de sus hijos pudiera anidar cerca.
   Y así, después de muchos años, que se convirtieron en siglos, alrededor de los pueblos, en los postes, los árboles, en las cúpulas de las iglesias, podemos ver impresionantes nidos de las cigüeñas, protectoras de hogar y de niños.





Nota de autor:
Leleka (ucraniano) es cigüeña.
Río Slavútich hoy lo conocemos por el río Dnipró – más grande de Europa.
Eslavos – aquí hablamos sobre los pueblos que habitan en Ucrania. Cabe señalar que los eslavos son el grupo etnolingüístico más grande de Europa central y oriental.
Primavera — medida de tiempo que se entiende como un año.
Lunas — medida de tiempo de un ciclo completo de luna, cercana a un mes.


                                                                                    19/10/2024, Gijón

16 de octubre de 2024

El botín

 El botín

 

 

 —¿Qué te cuentas, primo?
 —Nada. Aquí estoy, esperando.
 —¿A quién?
 —Psss, disimula. No chilles. Habla bajo.
 —Vaaale. ¿Y?
 —¿Y qué?
 —Pareces tonto. Te lo estoy preguntando yo. ¿A quién esperas?
 —No a quién, sino a qué. A una oportunidad. ¿Ves a los tres en aquella mesa? Llevo un rato observándolos. Dos de ellos han pedido hamburguesas completas y la otra, un perrito caliente. Están devorando sus hamburguesas. Ni las raspas quedarán. Pero la del perrito lo está mareando. No tiene pinta de poder con él.  Lo dejará casi entero. Segurísimo… Se van. ¡Ahora! ¡Sígueme!
   Dos gaviotas se abalanzan sobre la mesa del bar y, rompiendo las copas y botellas, huyen con el botín: medio bollo de pan… Sin el perrito.





16/10/2024, Gijón


15 de octubre de 2024

Hijo de mi tierra

 Hijo de mi tierra

    

Del amor fingido, huyo.
De la falsedad me aparto.
De mentiras yo me alejo
Y de loas, yo me guardo.
 
No me creo a los sabios
Que se venden a los amos.
Y los pueblos, cual ovejas,
Obedientes y tan mansos.
 
Yo soy libre como el viento,
Sin temores y sin cadenas.
¿Dónde posaré mi cabeza?
¿Dónde lloraré mis penas?
 
Subiré a las montañas
Para estar cerca del cielo,
Dejaré que mi alma vuele,
Libre de culpa y anhelo.
 
Gritaré con todas fuerzas
Que me oiga el mundo entero:
Yo soy el hijo de mi tierra
Y la amaré hasta que muera.



14/10/2024, Gijón


11 de octubre de 2024

Propiedad privada

 Propiedad privada




Me senté en la hierba a fumar un cigarrillo.
La brisa con olor a la tierra revuelta jugaba con la llama del mechero. Por fin el humo llenó mis fosas nasales y buscó la salida. A la tercera calada dejé de temblar. Otra calada. Otra más. Casi me quemo los dedos con la colilla. La tiré al agujero, donde se apagó con un suave siseo.
   Me quedé a oscuras. La luna apenas se reflejaba en el metal frío de la pala. El silencio cómplice de la noche redujo todos los sonidos. El mundo que me rodeaba sabía lo que estaba haciendo. Sentí que me observaban. No me importó: tenía la razón de mi lado. No era yo quien entró en una casa ajena. Tampoco fui yo, él, que cuchillo en mano, atacó al propietario. Y no he sido yo el que mató primero…
   Con un fuerte empujón, el cuerpo del intruso cayó al hoyo. Enseguida empecé a llenarlo con piedras y tierra. El nogal, que esperaba ser plantado, movió sus hojas en señal de protesta. Parece que el abono no era de su gusto… Pero es lo que hay.
    Mañana me ocuparé de Nico. Mi perro. Un amigo fiel merece ser enterrado a plena luz del día.






10/10/2024, Gijón