Sara
El hombre bajaba por la escalera hacia la oscuridad.
Con mucho cuidado y apoyándose en las paredes de cemento, llegó al sótano. Encendió
la bombilla.
La puerta de
hierro oxidado estaba abierta de par en par. La cadena y el candado, rotos,
reflejaban la sucia luz.
—Saraaaaaa… Saraaaaaaaa… ¿Estás aquí? ¿Dónde te escondes?
Has sido una chica mala. Muy mala. ¿Qué voy a hacer contigo ahora?
Desde un
rincón se oyó un lloro y suaves quejidos. Una sombra se ha movido y algo se
arrastró hacia el hombre. Era una muchacha de unos trece años, delgada, desnuda
y llena de sangre y arañazos. Su melena apelmazada escondía un rostro sucio y
con los surcos claros de lágrimas. Los
ojos azules imploraron al hombre. Este la cubrió con una manta rosa.
—Lo… lo…
Siento muuucho. Por favor… Lo siento…
—¿Cómo
pudiste escapar? Te di el triple de somníferos, te encadené y cerré bien esta
puerta de hierro. —El hombre la abrazó para tranquilizarla. —¡Qué desastre!
Cada luna te haces más y más fuerte. Y esta vez has dejado cuerpos. ¡Hablamos
de no cazar a las personas!… No tenías que haber ido a aquel parking. ¡Tres hombres! ¡Destrozaste a tres tipos
más grandes que yo, muchacha! De nuevo tendremos que mudarnos. Sube a ducharte
y a descansar un poco. Avisaré al colegio que estás con la gripe… Pero… ¿Qué
escondes ahí? ¡Madre mía!… ¿Un conejo vivo?
—Papi, porfa,
déjamelo. Quiero tenerlo. Por favor. No lo mataré. Lo prometo…
28/10/2024, Gijón