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9 de febrero de 2024

El cuervo

El cuervo



Hola, mi amor. 
  Estoy justo delante de tu ventana. No soy cómo antes. Ha pasado más de un año desde mi entierro. Pero he vuelto. No sé por qué. Dicen que las almas regresan para concluir sus asuntos. Ni idea. No soy un fantasma ni nada por estilo. Ahora soy un ave. Un simple cuervo negro. Sí, como de aquella película de Hitchcock.
   Me “desperté” ya convertido en este pájaro. Tengo vagos recuerdos de mi vida pasada. De lo que sí estoy seguro es de que te conocía a ti y que fuimos uno solo. Nos amábamos. Pero me morí. ¿De qué? No me acuerdo. Tampoco importa. Antes era yo y ahora, un cuervo.
   Estoy muy cerca. Ahora vivo justo en frente del nuestro piso. Sí, en ese edificio viejo y destartalado que no te gustaba. Aquí nadie me molesta y tengo una perfecta visión de ti. Te observo.  Atesoro en mi pequeño cerebro cada momento. Los recuerdos como destellos me mantienen en este alfeizar conectado a ti.
   Te veo llorar cada noche. Sola. En nuestro dormitorio. Mi foto sigue en la mesita. La besas antes de dormir. Me complace, pero también me duele que vives estancada. Quiero que disfrutes, que seas feliz. No hace falta que olvides del todo de mí. Con un recuerdo y un pequeño rinconcito de tu corazón, me conformo.
   El verano dio el paso al otoño. Los primeros copos de la húmeda nieve están colándose por los cristales rotos de mi ventana. Sigo sin entender por qué estoy todavía aquí. ¿Qué es ese asunto pendiente que no me deja partir al más allá?
   Los vecinos de abajo continúan con sus broncas interminables. Algunas cosas no cambian.  Antes la mujer era tu amiga. Pero veo que te está evitando. Me acuerdo de aquella vez que me entrometí en medio de su pelea. El tipo me empujó por la escalera. Me di un buen golpe. A él lo han metido en la cárcel. Yo, una temporada sufría terribles dolores de cabeza.  Ahora me acuerdo: me morí unos meses después.
   Veo que, a pesar de todo, el tipo ha vuelto con su mujer. Algunas no aprenden. La sigue pegando. Qué triste. Ahí la policía otra vez… No sé si valdrá para algo.
   Ya es noche, fría y llena de estrellas. La nieve cubre todo como una manta impoluta. Descansa, mi amor. Yo seguiré velando por ti…
   ¿Y este brillo? ¡Fuego! En el piso de aquellos desgraciados.
   Mi amor, ¡despierta! Con mi pico estoy dando al cristal de tu ventana. Con todas mis fuerzas. ¡¡Despierta!! ¡¡¡Vamos!!! Sal de ahí. Vete al balcón, sal del piso. ¡Ya!
   Sigues durmiendo…
   Tengo que coger la velocidad. ¡¡¡Vooooooy!!! Una vez… No se rompe. Otra vez… Y otra… El fuego es cada vez más fuerte. Mi pico rompe el cristal. ¡Por fin! El dolor es insoportable. Siento la sangre mojando mi plumaje. No importa. No puedo volar. Creo que he roto un ala. Pero te despertaste. Gracias a Dios. Sal, sal al balcón, ahí estarás a salvo. Ya vienen los bomberos. Te van a rescatar…
   Uff, qué dolor. Mis plumas se prenden tan rápido. Me quemo.  Ahora sé por qué he vuelto… Siempre ha sido por ti… Qué dolor, por Dios. ¿Y esta luz? Me llama… Me siento ligero y agradecido. El pobre cuervo yace convertido en cenizas. Yo, libre, vuelo hacia la luz…






                                                                                                                   09/02/2024, Gijón

 

 

 

2 de diciembre de 2023

Chupachups

Chupachups 




En su otra y perfecta vida, él era un hombre afortunado: un buen puesto en un banco, una bella esposa, dos hijos niño y niña, una envidiable posición y bien relacionado. El destino le sonreía. Parecía tocado con la mano de Dios. Pero hace cinco años, en Navidades, todo aquello le fue arrebatado…
   Dos agentes entraron en su despacho. Con un tremendo pesar, le informaron que había pasado un terrible accidente con víctimas mortales. Un camión sin frenos invadió la terraza de una pizzería cercana. La misma, donde lo esperaban su mujer e hijos. Nunca habían estado ahí antes. Fue él quien sugirió el sitio. Aquel mismo día él murió también.
   Ahora observa a decenas de personas que pasan por su lado sin verlo. Son vísperas Navideñas y ellos corren, como hormigas, en busca de comida y regalos. Él antes también era así, pero la pérdida de su familia le ha roto su mente, dejándolo incapacitado para enfrentarse a la vida. Con depresión, sin trabajo, con deudas y falta de apoyo, se vio en la calle como un desecho.
Compartía esta esquina con un chico rumano, pero la mafia, después de darle una buena paliza por no ser «rentable», lo ha devuelto a su país. Con él no se metían. Por ahora.
El sonido de unas monedas, al caer, lo sacó de su ensimismamiento. Levantó la mirada y vio una mano pequeña que le ofrecía un Chupachups de fresa, acompañado de una alegre sonrisa infantil.
   Dos agentes entraron en su despacho. Con un tremendo pesar, le informaron que había pasado un terrible accidente con víctimas mortales. Un camión sin frenos invadió la terraza de una pizzería cercana. La misma, donde lo esperaban su mujer e hijos. Nunca habían estado ahí antes. Fue él quien sugirió el sitio. Aquel mismo día él murió también.
   Ahora observa a decenas de personas que pasan por su lado sin verlo. Son vísperas Navideñas y ellos corren, como hormigas, en busca de comida y regalos. Él antes también era así, pero la pérdida de su familia le ha roto su mente, dejándolo incapacitado para enfrentarse a la vida. Con depresión, sin trabajo, con deudas y falta de apoyo, se vio en la calle como un desecho.
Compartía esta esquina con un chico rumano, pero la mafia, después de darle una buena paliza por no ser «rentable», lo ha devuelto a su país. Con él no se metían. Por ahora.
El sonido de unas monedas, al caer, lo sacó de su ensimismamiento. Levantó la mirada y vio una mano pequeña que le ofrecía un Chupachups de fresa, acompañado de una alegre sonrisa infantil.



                                                                                       

                                                                                 



12 de octubre de 2023

Sé que volverás

  Sé que volverás


 

¡Amo, qué alegría!
Veo que sacas mi arnés y la correa. Andas de un lado a otro. ¡Guau! Vamos a salir. ¡¡Guau, me encanta!! Adoro ir contigo, aunque hasta la esquina. Sé que ya no soy un cachorro y no me muevo tan rápido, pero los paseos largos me chiflan.
   Bajamos al garaje. Mucho mejor. ¡¡Guau!! ¿Vamos de viaje? ¿Podemos ir al pueblo? Porfaaaaaaa… Me encantaría volver a ver a la hembra que vive al lado. Hemos llegado a un medio acuerdo. La tengo en el bote, como decís, los humanos. Solo falta traerle una salchicha. ¡Qué alegría! ¡Me encanta! Pa-se-o, pa-se-o… Nos-va-mos-de-pa-se-o…
   Amo, te noto extraño. Huelo preocupación. Tú, tranquilo. Hacemos un buen equipo: tú y yo. Aunque no le gusto demasiado a tu nueva hembra. Pero tranquilo, la ganaré. Soy un especialista en las hembras. Sé que ella se enfadó mucho cuando mordí su bolso. Pero es que estaba tan apetecible y olía tan bien que no me pude resistir. Ya sé que los perros tan mayores como yo no deberían hacer estas cosas. Pero no he podido aguantar. Nunca más. Te lo prometo. ¡Ah! Lo de aquel zapato, no cuenta. Te pedí el perdón. Aunque me debes una por lo del otro día: meterme un termómetro por el culo no ha molado nada de nada. Esto no se hace. Y sin esperar. Uff. Todavía me tiemblan los cuartos traseros al recordar aquella encerrona en la clínica.
   Me encanta ir en coche contigo. Nunca sabes qué aventura vamos a vivir.
   Ay, qué tiempos aquellos, cuando éramos unos críos. Tú, con tu pelota de futbol, y yo con la mía, de goma. Qué bien nos lo pasábamos. Y hasta dormíamos juntos. Ahora tienes la puerta cerrada. Bah, no pasa nada. Estoy más a gusto en la cocina donde pasa el tubo de agua caliente. Uno ya tiene edad, ¿sabes?, aunque me siento como un chaval todavía.
   ¡¡Aaaaaamo!! Creo que te equivocaste del camino. El olor es diferente. No es por ahí. Date la vuelta. Hola, estoy aquí, atrás. Te veo por el espejo. Veo tu mirada. Mírame. ¿Por qué no me miras? Te-has-e-qui-vo-ca-do. ¿A dónde vamos? ¿Un sitio nuevo? ¡¡Guau!! Vamos de aventura como antes. ¡¡¡Guau!!!
   ¿Por qué paras el coche? ¿Ya hemos llegado? No veo nada alrededor. Bueno, sí, un bosque. ¿Vamos a un bosque? ¡Pero si nunca vamos al bosque! Bueno, una aventura misteriosa, guau.
   Mira como salto la valla. Ups. Qué golpe. Antes, yo volaría por encima. Mejor me pasaré por debajo. Ni se te ocurra reírte. Y no lo cuentes a la perra del vecino. Uno tiene su orgullo. Uff, aquí huele diferente. Me gusta. ¿A dónde vamos? ¿Me vas a amarrar? ¿Y cómo se supone que vaya contigo si me dejas aquí como a un cachorro maleducado? Aaaaamo. Mírame. ¡¡Guau!! ¡¡Un pícnic!! Trajiste mi mantita, el cuenco y la comida. También me vale, aunque unas ricas salchichas molarían mucho más.
   ¿A dónde vas? Puedes levantar tu pata aquí mismo, somos machos. Estas cosas no me molestan. ¡Aaaaamo! ¿A dónde vas? Esto ya no me hace gracia. No te veo. ¡Guau! ¡¡Guau!! ¡¡¡Guau!!! ¡¡¡Aaaaaaamo!!! ¡¡¡Aaaaaaamo!!! No quiero quedarme aquí. Esta correa es muy fuerte. ¡¡¡Guau!!! ¡¡¡Guauuuuuu!!!
   Oigo tu coche cada vez más lejos. ¡Guau! ¡¡¡Guauuuuuu!!! ¡No me dejes aquí! Quiero irme a casa. No sé qué ha pasado. No entiendo nada. ¿Qué hice? ¿Por qué te fuiste? Quiero volver contigo a nuestra casa. Tranquilo, Max, respira. Seguro que volverá. Sin ti no podrá vivir. 
   ¡Guau!… Moja… Lluvia… Odio la lluvia. ¡¡¡Aaaaamo!!! ¡¿Dónde estás?! Tengo que soltarme como sea. A ver esos dientes. Puedo con esa correa. Uff. Cuesta. Un poco más. Se resiste. Ya falta poco. Qué dolor en la boca. Sangre. Lo que faltaba: un diente roto. Sigo que ya casi está. ¡Ya! ¡Estoy libre!
   ¡¡¡Aaaaamo!!! ¡¡¡Guau!!! ¡¡¡Guau!!! ¡¿Dónde estás?! No hay nadie. A ver ese olfato. Coche estaba aquí y se fue… Por allá. Eso es. Ahí está la casa. ¡¡Aaamo!! ¡¡¡Voooy!!!…
   Tenía que haber bebido el agua del cuenco. ¿Ahora qué? Me muero de sed y este camino no termina nunca.
   Las patas me duelen un montón. Uff. Qué frío hace. Tengo hambre. Cuando llegue a casa no me quejaré del pienso. Lo comeré todo. Después, salchicha. Voy a echarme un ratito aquí, justo al lado de la carretera. Así mi amo me verá más rápido. Volverá… Segurísimo… Sin mí no puede…

 

 

 

 


 






                                                                                                                  11/10/2023, Gijón


Este relato es una participación en el concurso de El tintero de oro






   

20 de julio de 2023

El destino

El destino




Él

Es el colmo de lo absurdo.
   Él, que es un hombre acaudalado, que tiene carencia de empatía y fobia a los pobres, no puede apartar la mirada de aquel niño de la calle, sucio y famélico.
   El muchacho se muestra cauto cuando el hombre medroso se baja de su lujoso coche y le ofrece una chocolatina. La pequeña mano con una tremenda celeridad la hace desaparecer en sus andrajosos ropajes. Su mirada furtiva muestra mucho miedo y a la vez, la candidez, tan propia de un niño, acostumbrado a cuidarse de sí mismo.
   El hombre tiene una solución idónea para el chico. Su esposa había tenido varios abortos y le mentaba cada poco sobre aquello. Así que echa una plegaria diligente al cielo y acompaña a su futuro hijo al coche.



Ella

Las ha vuelto a ver: madre e hija.
  Como cada tarde, iban, cogidas de la mano, hacia el carrusel, rodeado de familias felices y de niños, esperando su turno. Todo muy bucólico y perfecto. Sentía tanta envidia, que le costaba hasta respirar. ¿Por qué no ellos? ¿Qué han hecho para merecer el semejante castigo?
   Había abortado cuatro veces. Con cada pérdida, el sueño de tener hijos se hacía más efímero. Su marido ya lo había aceptado. Decía que la amaba por encima de todo. Pero ella entró en depresión y llevaba ya varias semanas sin salir de casa, convirtiéndose en una mera espectadora de vidas ajenas.
   Vio el coche de su esposo cruzando el portón. Qué raro, es muy pronto para que volviera del trabajo. Al abrirle la puerta, este entró con una enigmática sonrisa. De repente, una cara, pequeña y sucia, se asomó detrás de su gabardina. Unos enormes ojos marrones, llenos de inseguridad y vulnerabilidad, la han apresado para siempre.
   Un niño, un hijo. Destino…








                                                                                                                  05/01/2023, Gijón


20 de junio de 2023

Los buenos vecinos

Los buenos vecinos



Señor Juan esperó que su nuevo vecino se fuera.
Ahora podrá subir a la finca y, sin que nadie lo vea, recolocar el palo que marca la frontera entre sus tierras. En la última tala de eucaliptos, hace un mes, lo vio en su sitio. O no. No estaba seguro. Pero la semana pasada, cuando subió al monte, el palo no estaba. Alguien lo hizo desaparecer. Su hijo le insistía cada poco que apuntara las coordenadas por el GPS y pusiera algo más permanente, como un poste de hormigón. Las cosas modernas no iban con él y no quería gastar el dinero a lo tonto. Una buena rama de madera, con un trapo, era todo lo que necesitaba. Nadie se atrevería a moverla o quitarla de su ubicación. La palabra de un paisano y un apretón de manos le valían más que una firma.
   Manolo, su anterior vecino, murió y sus hijos vendieron la casa y el terreno del monte a uno que vino de la capital “para buscar la vida tranquila”. No pintaba nada aquí. Él deseaba aquellos terrenos, pero los herederos pedían demasiado. Seguro que no querían venderlos a él. Desgraciados.
   La sospecha que el nuevo quería robarle sus tierras no le dejaba dormir. Pasaba las noches en vela. Se sentía agobiado y lleno de ira…
   Dejó su coche entre los árboles para hacer el resto del camino a pie. El teléfono otra vez. Con esta ya son cuatro llamadas perdidas de su hijo. Ya le llamará más tarde.
   — Hola, señor Juan.— Es él, el nuevo.— Qué raro. No veo la marca entre nuestras fincas. ¿Sabrá usted algo?
 “Mentiroso. Me miras a la cara y mientes como un bellaco”  pensó —. “Y ahora, ¿qué narices haces aquí? ¿No ibas al pueblo?”
   — Cuando vine para contrastar los límites con la escritura, había un palo con algo blanco.
   — Sí. La marca. Siempre estuvo aquí. De toda la vida. Mira por ahí, más abajo. Igual la ves.
   El vecino le dio la espalda y se inclinó para mirar entre los matorrales. El golpe seco, fuerte, justo debajo de la nuca, lo empujó ladera abajo…
   El corazón de Juan empezó a palpitar a mil por hora. El martillo resbaló de sus manos. El sudor frío bajó por su espalda mojando los calzoncillos. El sonido del teléfono casi le hizo caer para hacer la compañía al otro.
   — Diga.
   — Hola, papá. Perdona por molestarte, igual estas con tu siesta. Yo ando muy liado, por esto se me olvidó decirte, que al final he apuntado las coordenadas del GPS de estos palos que marcan la finca del monte.  Hace una semana subí con un compañero del curro. Y al girar el coche, rompimos uno que estaba justo en el camino. Pero no te preocupes, el punto exacto lo tengo apuntado. Este finde paso por ahí y lo volveremos a colocar. Si tú quieres…




                                                                                               20/06/2023, Gijón




                                                                                 

13 de mayo de 2023

Me voy...

 Me voy…




Me estoy muriendo o, por lo menos, es lo que oigo alrededor. Gente susurrando, el sonido del agua, el pitido molesto… Y el frío, mucho frío. Lo siento apoderándose de mi cuerpo.
   Estaba pescando. O esta era mi intención. Vine muy pronto. Dejé a mi esposa durmiendo. Tan bella después de tantos años. Le di un beso. Por fin pude cumplir mi deseo: ir a pescar. Para un pensionista recién estrenado es algo incondicional. Estar tranquilo, sin prisas, solo con la naturaleza. La unión con lo divino. Suena cursi, lo sé. Creo que he cogido un par de buenas truchas.
    Después, un fuerte dolor en el pecho…
  Mi cerebro casi sin oxígeno me dice que me voy. Me siento tranquilo… El agua está llevando mis recuerdos como los pétalos de flores…






                                                                                                                           09/05/2023, Gijón


12 de mayo de 2023

Tamara

Tamara




Al jubilarme me aficioné a pasear a primera hora de la mañana, cuando el pueblo está tranquilo y apacible, las calles desiertas y los pájaros, todavía desperezándose. 
  El día de hoy prometía ser soleado y con una agradable temperatura. Lo que en el Norte llamamos «un día guapo». El perro de aquel tipo de nuevo meó en mi puerta. Estuve a punto de llamarle la atención cuando sonó el teléfono. Qué raro a estas horas. Reconocí el número de la factoría donde trabajé hasta hace nada.
   —Diga.
 —Tamara, soy Juan. Ha pasado lo que temías. El horno ha reventado y esto es un infierno. Ya envié un coche para recogerte.
  Enseguida marqué el teléfono de mi hijo que, siguiendo mis pasos, también trabajaba ahí. No lo cogió. De camino lo intenté varias veces. Nada.
  El coche no me pudo acercar más y tuve que abrirme el paso entre las ambulancias, policía y gente gritando.
  Lo que vi, me dejó medio muerta. Montañas de amasijos de metal ardiendo y mi hijo podría estas en algún lugar de este infierno. Volví a llamarle. Una y otra vez. Nada.
  Pasaron las horas. He perdido la noción del tiempo ayudando a poner algo de orden en aquel caos. Mi hijo está bien. Mi hijo está bien…
  Su cuerpo apareció a la mañana siguiente. En su mano agarraba el teléfono.
  Era un día gris y feo. La lluvia lavaba la sal de mis ojos…







                                                Este relato es la precuela del relato «Hola, guapa»


                                                                                                   
                                                                                                      07/05/2023, Gijón
  

17 de marzo de 2023

Hola, guapa

 Hola, guapa




Se asoma al acantilado: son unos veinte metros de caída. Solo dar un paso. Solo uno. Inclinarse y unirse al mar.
    Cierra los ojos y la invaden los recuerdos. Aborto, separación del “amor de su vida”, pérdida de negocio, las deudas… Demasiado peso y sin las fuerzas para llevarlo.
    Cuando era feliz, vino con Él aquí. Entre la naturaleza, los paseos, la rica comida, su amor ha dado el fruto: después de tantos años de intentos, se quedó embarazada. Su felicidad era infinita. Planes, ilusiones, compras, el cuarto del bebé. A los cinco meses lo ha perdido todo y su vida se desmoronó. 
    Un paso… Solo uno…
  — Hola, qué bien se respira aquí, ¿verdad?
    Gira la cabeza y ve a una mujer risueña con un enorme saco a sus pies.
  — Soy Tamara y tú, ¿cómo te llamas, guapa? ¿Eres de por aquí? Nunca te he visto. ¿Te hospedas en la Casona de Juana? No te imaginas cuánto plástico hay por ahí abajo. Ni en cien años podré sacarlo. 
    El parloteo de la tal Tamara la saca de quicio. “Será pesada. ¿Por qué no me deja tranquila?” Y la mujer sigue. Que nosequé ecologistas, de nosequé alcalde, la vecina, el panadero… 
    Mientras tanto, el sol se hunde en el mar y el nordeste se adueña de los acantilados.
   — ¿Me ayudas a llevar este desastre al contenedor? Está a veinte minutos. Después te vienes a mi casa. Tengo un rico cocido. Odio cenar sola desde que hace diez días enterré a mi único hijo.


                                                                                                           01/03/20123, Gijón



7 de marzo de 2023

Solo

 Solo


  
Llevaba muchos días sin comer. 
   El agua pútrida de los charcos apenas mitigaba su sed. Iba sin rumbo intentando salir de aquel bosque, lleno de árboles ahilados. Se sentía inane y abandonado.
    Antes su vida era feliz: estaba enjundioso y querido por su amo zahorí, al que acompañaba en sus búsquedas, muy lejos de los humanos, con bosques y valles interminables alrededor. 
    Una mañana el amo no se levantó. Su mirada consternada quedó fija en el cielo. Él permaneció a su lado días y noches. El pájaro alicorto que pudo cazar no le sació y, aun así, siguió velando a su amo.
    El oso salió de la maleza mirándolo con befa, sabiendo que no era un rival para pelear por el cadáver. Así que se arrastró bajo un tronco para esperar que el oso termine su festín.    
    Macilento y zarrapastroso, salió de su escondite y emprendió la marcha. Divisó un claro entre los árboles. Este era una ciénaga y sus fuegos fatuos, brillando en la oscuridad, alumbraban el camino a casa… 





                                                                 05/12/2022, Gijón





26 de febrero de 2023

Buscando la libertad

    Buscando la libertad





El mar hambriento jugaba con la chalupa como un depredador con su presa antes de engullirla. Las oscuras aguas esperaban un sacrificio.
    Pasajeros, apretujándose unos a otros, rezaban para que terminase aquel infierno. Calados hasta los huesos, los niños ya no lloraban. Ella abrazaba a su hijo intentando darle calor que apenas ya conservaba. Su marido con manos temblorosas guiaba el bote.
    Con una tremenda embestida el mar venció. Por última vez ella miró a su amor antes de ser arrastrados al abismo…
    Gritos, frío, silencio y oscuridad…
    Key West volvió a iluminar aquellas aguas, llenas de vidas cosechadas. Las almas, buscando la libertad, se dirigieron hacia su luz…






      P.D. Dedicado a los miles de cubanos que se tiran al mar en busca de libertad…
                                                                                              
                                                                                                     27/11/2022, Gijón