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10 de julio de 2024
5 de junio de 2024
Todas son iguales
Todas son iguales
— ¡Vaya pinta, tío! Ni que una manada de
búfalos pasara sobre ti. Hey, tú, sírvele a mi compadre un vaso de ese
matarratas que tienes. Y a mi otro. Joder, deja la botella, roñoso. Apúntala a
mi cuenta. Bebe, Jonny, y cuéntame tus peripecias.
—No hay mucho que conta, estoy jodio,
tío, eventao po dento. Y muy a disgusto. La puñetea Camen no me hace ni puto
caso. Y eso que me quedé pendao de ella naa más vela. Su cuepo, sus andaes, su
pote… Dese que está conmigo, come de lo mejocito. No escatimo en las viandas. Dueme
en el mejo sitio. Intento no fozala mucho. Y la cabona me tata así. Tengo el
cuepo paa escombo. Tengo golpes por toos laos. Estoy hecho un puñeteo moraón con
patas, joer. Man engañao con ella. Cuando vea al viejo Billy, le pegaé un tio
en toa fente.
—Por Cristo, ¿por qué hablas así?
—Joer. ¡Mia! Me fatan tes dientes, joer. La
cabona me tió cuando la quise montá. Me caí como un saco de bosta. Y la hija e
puta me pateó en la cabeza. Casi no lo cuento.
—Mal asunto con las hembras: las de dos
patas o de cuatro, todas son iguales. Venga,
toma otro vaso…
05/06/2024, Gijón
9 de abril de 2024
El estreno desastroso..o no
El estreno desastroso… o no
Un día te
levantas, estás feliz y con un bonito subido. Te metes un buen desayuno de
huevos y bacón entre pecho y espalda acompañado de un enorme tazón de café con
leche. Claro, sin pan. Una tiene que mantener la línea. Te vistes a estrenar y
te maquillas según el último tutorial de YouTube. Estás despampanante.
Antes de
salir a la calle a comer el mundo, te entran las ganas de hacer pis. La vejiga
es muy inoportuna y más cuando tienes el medio litro de leche y café dentro.
Por fin, sales
del portal y bajas a la calle igual que una diosa. Barbilla en alto y haciendo
el caso omiso (aunque disfrutando como el cerdo en una charca) de los piropos
que te echan desde los coches que te adelantan. Llevas una falda nueva, de esas
que tienen mucho vuelo y encaje. Un top ajustado y zapatos de aguja. Te encanta
sentirte empoderada y rezas para no tropezar y caer desde la altura de tu ego. En el fondo eres una mujer normal y no estás
acostumbrada a tanta atención. Por fin te das cuenta de que la dieta Keto
funciona y que el sacrificio corporal en el gimnasio ha dado sus frutos. ¿Quién
lo iba a decir?
Tú eres una
nave con velas henchidas que surca el mar de la multitud hasta que esperando en
el paso de peatones oyes un carraspeo:
— Señora, disculpe.
— Te giras y ves a un hombre elegante y de buen ver—. Siento molestarla, pero
tiene su falda levantada justo por detrás. Se le ve todo…
Ahí mismo te
mueres y antes de entrar en el purgatorio te das cuenta de que cuando fuiste al
baño, el bajo de tu nueva falda ha quedado dentro de la cinturilla de los
pantis. Y tú, sin enterarte, ibas enseñando el culo desde hace una eternidad.
Me casé con
este hombre galante y samaritano. Por cierto, no me permitió tirar la falda. Alguna
que otra vez la uso en nuestros juegos de alcoba.
22 de marzo de 2024
La traición
La traición
El hombre estaba blanco como papel y sin saber a dónde
meterse: tartamudeaba y temblaba. De su frente empapada resbalaban unas enormes
gotas de sudor. Por fin reunió algo de valor y soltó la primera frase, tan mañida
en el mundo entero:
— Cariño,
esto no es lo que parece. Es un malentendido. No te pongas así. Deja que te lo
explique…
— A ver,
cabronazo, cómo me vas a explicar esto—. La mujer se sentía demasiado dolida y
decepcionada. —¿Cómo pudiste romper nuestro acuerdo? Y tú, ¿qué haces aquí
todavía? ¡Lárgate!
«Uf, vaya lío.
Nunca me pasó nada igual. Pobre hombre. No le envidio. Aunque su mujer está
buenísima. Pero ponerse así por una pizza, bueno, por dos, no es normal. Menos
mal que ya he cobrado.» — El repartidor puso los pies en polvorosa. Los gritos
de la mujer sobre la dieta, el sacrificio y nosequé boda todavía se oían cuando
arrancó su moto.
1 de noviembre de 2023
En la consulta
—¿Y
tú por aquí, Paco?
—Bah. Me mandó la mujer a recoger unas recetas. Dijome que vaya en persona, que por más que llama al centro, no le cogen el teléfono.
—Cada vez peor. Citas para todo. Llame que te llame, no contestan. Mira, ahí sale Manolo.
—Hola, Juan, Paco. Vine a por los resultados. El otro día me chuparon la sangre y traje un bote de orina. A saber, qué buscaban estos matasanos. Total, estoy como un roble. Ácido úrico un poco alto, pero con beber mucho líquido, lo tengo controlado. Es lo que dijo la doctora.
—Juan, ¿y tú a qué viniste?
—A por una receta.
—¿Estás malo? ¿Qué tienes?
—Qué va. Ese cuerpo todavía aguanta la marcha. El otro día conocí a una moza por esas cosas de internetes. Me lo enseño mi nieto. Está de buen ver. Tiene sesenta y pico, viuda. Quedamos para tomar un café y nunca se sabe como termina la cosa. Y uno ya no es chaval. Necesito algo de ayuda. A ver si el médico me da pastillitas de esas.
—¡Ostras, Juan! No te irás para casa sin contarnos nada. Te invito a un vino. Hay que beber líquido que me lo mandó la médica.
—¿No será el agua?
—Y yo al siguiente. Pero ni mú a mi mujer. Si les pregunta, he tomado un descafeinado con sacarina.
—Vaya dos. Esperadme en Casa Pepe. No tardo. Y pedid que prepare una tapa de esos torreznos tan ricos que tiene.
—Bah. Me mandó la mujer a recoger unas recetas. Dijome que vaya en persona, que por más que llama al centro, no le cogen el teléfono.
—Cada vez peor. Citas para todo. Llame que te llame, no contestan. Mira, ahí sale Manolo.
—Hola, Juan, Paco. Vine a por los resultados. El otro día me chuparon la sangre y traje un bote de orina. A saber, qué buscaban estos matasanos. Total, estoy como un roble. Ácido úrico un poco alto, pero con beber mucho líquido, lo tengo controlado. Es lo que dijo la doctora.
—Juan, ¿y tú a qué viniste?
—A por una receta.
—¿Estás malo? ¿Qué tienes?
—Qué va. Ese cuerpo todavía aguanta la marcha. El otro día conocí a una moza por esas cosas de internetes. Me lo enseño mi nieto. Está de buen ver. Tiene sesenta y pico, viuda. Quedamos para tomar un café y nunca se sabe como termina la cosa. Y uno ya no es chaval. Necesito algo de ayuda. A ver si el médico me da pastillitas de esas.
—¡Ostras, Juan! No te irás para casa sin contarnos nada. Te invito a un vino. Hay que beber líquido que me lo mandó la médica.
—¿No será el agua?
—Y yo al siguiente. Pero ni mú a mi mujer. Si les pregunta, he tomado un descafeinado con sacarina.
—Vaya dos. Esperadme en Casa Pepe. No tardo. Y pedid que prepare una tapa de esos torreznos tan ricos que tiene.
Este relato es para el concurso de noviembre del blog El Tintero de Oro.
Aquí pueden leer la historia anterior sobre Paco, Juan y Manolo .
29 de agosto de 2023
La reunión del banco
—Mira,
Manolo, ¿esa no es la hija de una que era tu vecina? La mujer del
que trabajó contigo en la Factoría.
—Sí, esa es. ¡Cómo pasa el tiempo!
—¿Pero la Maruja no ha muerto también? Que Señor la acoja en su seno…
—Noooo. Esa era Isabel.
—Paco. ¿Cómo se llamaba la mujer aquella? La mujer del camionero que nos traía el carbón a la fábrica.
—¿Qué camionero? Ah, el fulano aquel, que un día, al dar la marcha atrás, aplastó el nuevo Mercedes del consejero de Industria. ¿Ese?
—Sí, sí. ¡La que se armó! El paisano estuvo preso. ¿No estaba borracho como una cuba? Su mujer había parido y él lo celebró como dos días seguidos. ¡Qué tiempos aquellos!
—Pues murió…
—¿Quién?
—El consejero. ¿Quién si no?
—No lo sabía.
—Ni yo. ¿De qué murió?
—Dicen que de un infarto. Parece que cuando estaba con la querida, lo vio su mujer. En un restaurante de esos, de gente pija. Se armó la marimorena. Volaban las copas y botellas. Vino la Guardia Civil y todo. Parece que el consejero, la mujer y la querida durmieron en el calabozo. En la Comandancia. Al día siguiente, el pobre, murió. Vaya mala suerte que tuvo. No era un mal consejero. No como esos de ahora. Vienen más verdes que la yerba; sin experiencia, solo saben mandar.
—Siii. Ahora todo son esas cosas modernas de los internetes. No quitan los ojos de los chismes. Parecen los caballos, aquellos con anteojeras.
—Pues ha vendido el piso y el bajo, me parece. Y por un buen pellizco.
—¿Quién?
—La viuda del camionero. ¿Juan, sabes cómo se llamaba?
—Maruja.
—Sí, sí, esa. Pues se marchó del barrio. Ahora vive por el Centro y me dijo la mujer del pescadero que por las tardes sale a tomar un chocolate con churros al sitio ese. Uno grande. Al lado de un teatro de esos famosos. Lo tengo en la punta de la lengua. Bah. Ya me acordaré.
—¿A qué estamos hoy?
—Déjame mirar el teléfono. Buena cosa es esa. Te dice el tiempo, calendario y hasta las mareas. Qué pena que en nuestros tiempos no los había. Me lo regaló mi nieto para el cumpleaños. Me dijo que tenía que ser más moderno. Hoy es veintitrés de agosto. Miércoles. El viernes ya se puede cobrar la pensión.
—Cada vez, peor. Ya ni por la ventanilla puedes cobrar.
—Sí. No nos respetan, a los viejos.
—Habrá que levantar el ala. Va a ser la una y media. Mi mujer se cabrea si no vengo a la hora. Dice que soy un egoísta y no valoro su trabajo.
—Yo voy a por el menú. El mesero me lo tendrá ya preparado. ¿Vienes, Juan? Hoy tienen fabas pintas con chorizo.
—¡Vaya, qué pena más grande! Miren esa esquela. ¿Quién será? Es que por el nombre no me doy cuenta.
—Ni yo. Con ochenta años. Qué joven.
—Que sí, sabéis quién es. Es el aquel paisano que…
—Sí, esa es. ¡Cómo pasa el tiempo!
—¿Pero la Maruja no ha muerto también? Que Señor la acoja en su seno…
—Noooo. Esa era Isabel.
—Paco. ¿Cómo se llamaba la mujer aquella? La mujer del camionero que nos traía el carbón a la fábrica.
—¿Qué camionero? Ah, el fulano aquel, que un día, al dar la marcha atrás, aplastó el nuevo Mercedes del consejero de Industria. ¿Ese?
—Sí, sí. ¡La que se armó! El paisano estuvo preso. ¿No estaba borracho como una cuba? Su mujer había parido y él lo celebró como dos días seguidos. ¡Qué tiempos aquellos!
—Pues murió…
—¿Quién?
—El consejero. ¿Quién si no?
—No lo sabía.
—Ni yo. ¿De qué murió?
—Dicen que de un infarto. Parece que cuando estaba con la querida, lo vio su mujer. En un restaurante de esos, de gente pija. Se armó la marimorena. Volaban las copas y botellas. Vino la Guardia Civil y todo. Parece que el consejero, la mujer y la querida durmieron en el calabozo. En la Comandancia. Al día siguiente, el pobre, murió. Vaya mala suerte que tuvo. No era un mal consejero. No como esos de ahora. Vienen más verdes que la yerba; sin experiencia, solo saben mandar.
—Siii. Ahora todo son esas cosas modernas de los internetes. No quitan los ojos de los chismes. Parecen los caballos, aquellos con anteojeras.
—Pues ha vendido el piso y el bajo, me parece. Y por un buen pellizco.
—¿Quién?
—La viuda del camionero. ¿Juan, sabes cómo se llamaba?
—Maruja.
—Sí, sí, esa. Pues se marchó del barrio. Ahora vive por el Centro y me dijo la mujer del pescadero que por las tardes sale a tomar un chocolate con churros al sitio ese. Uno grande. Al lado de un teatro de esos famosos. Lo tengo en la punta de la lengua. Bah. Ya me acordaré.
—¿A qué estamos hoy?
—Déjame mirar el teléfono. Buena cosa es esa. Te dice el tiempo, calendario y hasta las mareas. Qué pena que en nuestros tiempos no los había. Me lo regaló mi nieto para el cumpleaños. Me dijo que tenía que ser más moderno. Hoy es veintitrés de agosto. Miércoles. El viernes ya se puede cobrar la pensión.
—Cada vez, peor. Ya ni por la ventanilla puedes cobrar.
—Sí. No nos respetan, a los viejos.
—Habrá que levantar el ala. Va a ser la una y media. Mi mujer se cabrea si no vengo a la hora. Dice que soy un egoísta y no valoro su trabajo.
—Yo voy a por el menú. El mesero me lo tendrá ya preparado. ¿Vienes, Juan? Hoy tienen fabas pintas con chorizo.
—¡Vaya, qué pena más grande! Miren esa esquela. ¿Quién será? Es que por el nombre no me doy cuenta.
—Ni yo. Con ochenta años. Qué joven.
—Que sí, sabéis quién es. Es el aquel paisano que…
23/08/2023, Gijón
17 de abril de 2023
Promesas, promesas
Promesas, Promesas
Le daré diez minutos más para que elija.
Así llevamos casi una hora. Mi paciencia está al límite y la del resto que nos rodean, también. Lo dicen sus miradas, resoplidos, suspiros y montones de cajas apiladas. Ya me estoy arrepintiendo de la promesa que le hice.
Por fin, la elección está hecha. Una carita risueña y feliz lo confirma.
Mi hija se pone las nuevas katiuskas rosa chicle con purpurina y se convierte en la Reina de los Charcos. La decena de los pares que se ha probado, quedan agazapados esperando por los siguientes padres desprevenidos.
—Mamá, me prometiste helado de fresa-nata-mora-frambuesa.
A cumplir lo prometido.
15/02/2023, Gijón
16 de abril de 2023
La última bola
La última bola
Nuestro
calvario empezó cuando en el joyero de mamá descubrimos un precioso
collar de perlas. Por supuesto, lo quisimos probar. Y sin saber cómo,
Manuela se quedó con el hilo en la mano y el resto de perlas explotó
en todas las direcciones. Nos
pusimos como locas a buscarlas. La Tiffany, que “costaba
un ojo de la cara”, ha
sido el daño colateral. Después han caído dos jarrones de Bohemia.
Pero hemos recuperado las perlas. Menos una. Cuando mamá entró por
la puerta, ha pisado la última bola que quedaba… Ahora
nos toca hacerlo todo hasta que no le quiten la escayola.
13/02/2023, Gijón
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