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20 de marzo de 2025

"El Rata"

"El Rata" 



“El Rata” era el gobernante en la sombra de Anapse, el país otrora maravilloso, pero desde hace seis lustros, abocado a la decadencia.
       Los presidentes cambiaban, pero él seguía enraizado en su escritorio. Ninguno quería sustituirlo. Él era tan imprescindible como el ministerio de la Extorsión. Él nunca tenía un «es absurdo» por respuesta. Si hacía falta crear alguna ley, por más ilógica que fuera y pasar por encima de la otra, se hacía y punto. En su lúgubre despacho colgaba una frase enmarcada: 


Hay que dar al pueblo lo que no necesita 

para quitarle cualquier iniciativa de valerse por sí mismo”.


      “El Rata” estaba trabajando en su nueva idea: cobrar a los ciudadanos por respirar. El escollo que seguía persistiendo era el cómo quitar el aire a los que no pagaban.


     

 


 

19/03/2025, Gijón

© La Pluma del Este

 


14 de marzo de 2025

Cuidado con la letra pequeña

 Cuidado con la letra pequeña

 

 

 

 

Anochecía… Marta estaba tremendamente arrepentida de lo que había hecho a su queridísima familia. El peso de la culpabilidad la aplastaba como a un insecto. Su conciencia era una naranja en un exprimidor. El sufrimiento la llevó a la cama donde estaba metida desde la mañana.
        La policía terminó con las pesquisas y se había ido. Los del seguro se han lavado las manos, ya que los Fernández, por alguna extraña razón, no han renovado la póliza. Su marido y sus tres hijos, muy disgustados y, a la vez, asustados por su mujer y madre, andaban de puntillas y cada poco se acercaban a su cama para preguntar si quería algo; si habría que llamar al médico, a la abuela, al cura, a no sé quién más… Ella solo gemía y los echaba fuera, pidiendo algo más de tiempo para que le pase el susto… ¿Susto? ¡Qué va! Marta era un volcán en ebullición. Su arrepentimiento se transformaba en un monumental cabreo. Y viceversa. Dentro de su cabeza se desarrollaba una gran batalla:
        «Dios mío, ayúdame. No sé qué hacer. Maldigo el día en que se me había ocurrido meterme en la Dark Web. Pero ya estaba harta de todo. Mi familia ya no lo era. Cada uno iba por su lado. Ya ni hablábamos en las comidas y cenas; los ojos fijados en las pantallas.  El fútbol, los tic toques de narices, mensajitos sin parar…  Y solo por quinientos euros he solucionado el problema. Las pastillas para dormir han dejado a todos KO. Los chechenos han sido de lo más formales y robaron lo acordado sin romper nada: la televisión de ochenta pulgadas, los ordenadores, los móviles de los hijos, la Play Station… ¿Pero por qué se han llevado a mi Roomba? ¿Por quééééééé…?»

 

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Nota de autor -  Roomba es un robot limpiasuelos.

                                                                                                                    11/03/2025, Gijón

© La Pluma del Este

16 de octubre de 2024

El botín

 El botín

 

 

 —¿Qué te cuentas, primo?
 —Nada. Aquí estoy, esperando.
 —¿A quién?
 —Psss, disimula. No chilles. Habla bajo.
 —Vaaale. ¿Y?
 —¿Y qué?
 —Pareces tonto. Te lo estoy preguntando yo. ¿A quién esperas?
 —No a quién, sino a qué. A una oportunidad. ¿Ves a los tres en aquella mesa? Llevo un rato observándolos. Dos de ellos han pedido hamburguesas completas y la otra, un perrito caliente. Están devorando sus hamburguesas. Ni las raspas quedarán. Pero la del perrito lo está mareando. No tiene pinta de poder con él.  Lo dejará casi entero. Segurísimo… Se van. ¡Ahora! ¡Sígueme!
   Dos gaviotas se abalanzan sobre la mesa del bar y, rompiendo las copas y botellas, huyen con el botín: medio bollo de pan… Sin el perrito.





16/10/2024, Gijón


10 de julio de 2024

Hablando de nada y de todo

 Hablando de nada y de todo




     —¿Llevas mucho tiempo aquí arriba?
   —Una buena pregunta. Si hablamos sobre mi existencia — una eternidad. Pero en este sitio, no tanto. Cuando la contemplé por vez primera, la ciudad era mucho más pequeña y con casas bajas. Y ahora, obsérvala — emerge bella y luminosa — por un lado, besada por el mar y por el otro, guardada por las montañas. Incomparable con ninguna. Y las personas que la habitan, la complementan a la perfección.
   —Sí, es un sitio bastante aceptable para anidar y criar a la prole. Hay comida en demasía.  Gente simpática y dadivosa. Aunque siempre hay algún que otro tonto.
   —En la villa del Señor de todo ha de haber. Lo sé por experiencia… Créemelo. Lo he sufrido en carne propia.
   —Sí, sí, ya que lo dices, tienes unas heridas ahí abajo. Y parece que te falta algún que otro trocito. ¿Qué te ha pasado?
   —Ah, son las señales de la guerra que hubo aquí. Me han disparado. Muchas veces. Me han dinamitado. Casi destruyéndome del todo. Pero ya los he perdonado por aquello. Prefiero no recordar los tiempos oscuros. Mi padre me enseñó que hay que amar y perdonar a los que nos han hecho daño. Pero cuéntame, ¿cómo es que no estás con los tuyos? ¿No andáis de un lugar al otro buscando y rebuscando? Y, también, dejando un rastro feo. Espero que me respetes.
   —Bah. Necesitaba un descansito. A veces hay que parar, aunque sea un poco. Sacudirse del polvo y suciedad. Retozar en el agua. He subido aquí a secarme y a calentarme al sol. Y los míos en esta época se vuelven insoportables, se pelean por cualquier cosa. Yo paso de los líos…
   Los rayos dorados dibujaron de oro la calmada superficie del mar y rebotaron en las fachadas acristaladas del paseo marítimo. El contraste de luces y sombras se hizo más pronunciado. La briza con sabor a sal trajo el refresco a las calles llenas del bullicio.
   —Ya se está poniendo el sol. Me voy volando. La parienta estará preguntándose a dónde me he metido. Si Dios quiere, mañana volveré. A pesar de que no tienes ni plumas ni alas y estás hecho de piedra, me ha gustado este rato de plática contigo. Por cierto, ¿cómo te llaman?
— Jesús…
  
   Esta charla entre un palomo y la estatua de Jesús pudo haber sucedido o no… Yo solo he sido un testigo involuntario que intentaba hacer una foto de la Basílica del Sagrado Corazón.




                                                            




                                                          10/07/2024, Gijón

 


1 de noviembre de 2023

En la consulta


—¿Y tú por aquí, Paco?
—Bah. Me mandó la mujer a recoger unas recetas. Dijome que vaya en persona, que por más que llama al centro, no le cogen el teléfono.
—Cada vez peor. Citas para todo. Llame que te llame, no contestan. Mira, ahí sale Manolo.
—Hola, Juan, Paco. Vine a por los resultados. El otro día me chuparon la sangre y traje un bote de orina. A saber, qué buscaban estos matasanos. Total, estoy como un roble. Ácido úrico un poco alto, pero con beber mucho líquido, lo tengo controlado. Es lo que dijo la doctora.
—Juan, ¿y tú a qué viniste?
—A por una receta.
—¿Estás malo? ¿Qué tienes?
—Qué va. Ese cuerpo todavía aguanta la marcha. El otro día conocí a una moza por esas cosas de internetes. Me lo enseño mi nieto. Está de buen ver. Tiene sesenta y pico, viuda. Quedamos para tomar un café y nunca se sabe como termina la cosa. Y uno ya no es chaval. Necesito algo de ayuda. A ver si el médico me da pastillitas de esas.
—¡Ostras, Juan! No te irás para casa sin contarnos nada. Te invito a un vino. Hay que beber líquido que me lo mandó la médica.
—¿No será el agua?
—Y yo al siguiente. Pero ni mú a mi mujer. Si les pregunta, he tomado un descafeinado con sacarina.
—Vaya dos. Esperadme en Casa Pepe. No tardo. Y pedid que prepare una tapa de esos torreznos tan ricos que tiene.



                                                                                 01/11/2023, Gijón



                        Este relato es para el concurso de noviembre del blog El Tintero de Oro.


Aquí pueden leer la historia anterior sobre Paco, Juan y Manolo .



29 de agosto de 2023

La reunión del banco


   —Mira, Manolo, ¿esa no es la hija de una que era tu vecina? La mujer del que trabajó contigo en la Factoría. 
   Sí, esa es. ¡Cómo pasa el tiempo!
   —¿Pero la Maruja no ha muerto también? Que Señor la acoja en su seno…
   —Noooo. Esa era Isabel.
  —Paco. ¿Cómo se llamaba la mujer aquella? La mujer del camionero que nos traía el carbón a la fábrica.
  —¿Qué camionero? Ah, el fulano aquel, que un día, al dar la marcha atrás, aplastó el nuevo Mercedes del consejero de Industria. ¿Ese?
   —Sí, sí. ¡La que se armó! El paisano estuvo preso. ¿No estaba borracho como una cuba? Su mujer había parido y él lo celebró como dos días seguidos. ¡Qué tiempos aquellos!
   —Pues murió…
   —¿Quién?
   —El consejero. ¿Quién si no?
   —No lo sabía.
   —Ni yo. ¿De qué murió?
   —Dicen que de un infarto. Parece que cuando estaba con la querida, lo vio su mujer. En un restaurante de esos, de gente pija. Se armó la marimorena. Volaban las copas y botellas. Vino la Guardia Civil y todo. Parece que el consejero, la mujer y la querida durmieron en el calabozo. En la Comandancia. Al día siguiente, el pobre, murió. Vaya mala suerte que tuvo. No era un mal consejero. No como esos de ahora. Vienen más verdes que la yerba; sin experiencia, solo saben mandar.
  —Siii. Ahora todo son esas cosas modernas de los internetes. No quitan los ojos de los chismes. Parecen los caballos, aquellos con anteojeras.
   —Pues ha vendido el piso y el bajo, me parece. Y por un buen pellizco.
   —¿Quién?
   —La viuda del camionero. ¿Juan, sabes cómo se llamaba?
   —Maruja.
  —Sí, sí, esa. Pues se marchó del barrio. Ahora vive por el Centro y me dijo la mujer del pescadero que por las tardes sale a tomar un chocolate con churros al sitio ese. Uno grande. Al lado de un teatro de esos famosos. Lo tengo en la punta de la lengua. Bah. Ya me acordaré.
   —¿A qué estamos hoy?
   —Déjame mirar el teléfono. Buena cosa es esa. Te dice el tiempo, calendario y hasta las mareas. Qué pena que en nuestros tiempos no los había. Me lo regaló mi nieto para el cumpleaños. Me dijo que tenía que ser más moderno. Hoy es veintitrés de agosto. Miércoles. El viernes ya se puede cobrar la pensión.
   —Cada vez, peor. Ya ni por la ventanilla puedes cobrar.
   —Sí. No nos respetan, a los viejos.
   —Habrá que levantar el ala. Va a ser la una y media. Mi mujer se cabrea si no vengo a la hora. Dice que soy un egoísta y no valoro su trabajo.
   —Yo voy a por el menú. El mesero me lo tendrá ya preparado. ¿Vienes, Juan? Hoy tienen fabas pintas con chorizo.
   —¡Vaya, qué pena más grande! Miren esa esquela. ¿Quién será? Es que por el nombre no me doy cuenta.
   —Ni yo. Con ochenta años. Qué joven.
   —Que sí, sabéis quién es. Es el aquel paisano que…




23/08/2023, Gijón


17 de abril de 2023

Promesas, promesas

     Promesas, Promesas





Le daré diez minutos más para que elija.
   Así llevamos casi una hora. Mi paciencia está al límite y la del resto que nos rodean, también. Lo dicen sus miradas, resoplidos, suspiros y montones de cajas apiladas. Ya me estoy arrepintiendo de la promesa que le hice.
    Por fin, la elección está hecha. Una carita risueña y feliz lo confirma.
    Mi hija se pone las nuevas katiuskas rosa chicle con purpurina y se convierte en la Reina de los Charcos. La decena de los pares que se ha probado, quedan agazapados esperando por los siguientes padres desprevenidos.
   —Mamá, me prometiste helado de fresa-nata-mora-frambuesa.
    A cumplir lo prometido.




                                                                                                                          15/02/2023, Gijón

16 de abril de 2023

La última bola

   La última bola




Nuestro calvario empezó cuando en el joyero de mamá descubrimos un precioso collar de perlas. Por supuesto, lo quisimos probar. Y sin saber cómo, Manuela se quedó con el hilo en la mano y el resto de perlas explotó en todas las direcciones.
   Nos pusimos como locas a buscarlas. La Tiffany, que “costaba un ojo de la cara”, ha sido el daño colateral. Después han caído dos jarrones de Bohemia. Pero hemos recuperado las perlas. Menos una. 
  Cuando mamá entró por la puerta, ha pisado la última bola que quedaba…
   Ahora nos toca hacerlo todo hasta que le quiten la escayola.








                                                                                                                        13/02/2023, Gijón