Perfume, problemas
y muerte asegurada
El manto de la noche cubría las desiertas calles. Las farolas perdían su luz
en la emboriada oscuridad. Abrí la ventana de mi despacho. Me asomé.
Encendí un cigarrillo… Solté una nube de humo… Llevaba unos días su
cumbido a la galbana. Estaba jodido… Muy jodido. Sin un mísero caso
que resolver, mi cartera tenía más agujeros que las dianas de un campo de
tiro. No tenía ni para pagarme una cena decente… El humo de tabaco ascendía en el aire, mezclándose con el olor de
las chimeneas, de gasolina y solo Dios sabe de qué más… Abajo, en el tugurio de enfrente, se oían las risas estridentes de mujeres y los gritos de
borrachos. Los acordes de jazz apenas se notaban en aquel local de mala
fama. Di una profunda calada al cigarrillo y lo tiré. Observé cómo el punto
rojo caía en la negrura. Un instante después, unos faros alumbraron la sucia calle y despertaron a un borracho, tirado en medio. El tipo apenas pudo
rodar hacia un lado para no ser aplastado por un Bentley negro. ¿Un cochazo así y en esta calle de mala muerte? ¿Quién podría ser?
Se paró en mi entrada. Salió el conductor, un tipo grandote, y abrió la
puerta del pasajero. Antes de cerrar la ventana, solo pude atisbar una
pierna larga en una media negra de rejilla y un zapato rojo de tacón, posándose en la mugrienta acera. Era de una mujer, sin duda alguna… Después de un par de golpes, la puerta de mi despacho casi saltó de
los goznes. Un negro enorme, embutido en un traje hecho a medida, repasó toda la habitación y, con un gruñido, salió. Entró ella… Mil cosas pasaron por mi cabeza, obliterando todos los pensamientos lógicos de un hombre y, para más inri, de un detective. Era la mujer
más impresionante que yo había visto nunca. No solo por su cara, el pelo
o el cuerpo, no. Toda ella exudaba la sensualidad y el poder. El poder de
una mujer que sabe que lo tiene y que sabe que lo puede usar a su antojo. —¿Detective, Smith? Necesito de sus servicios y, por supuesto, exijo
la discreción. —Su voz ligeramente ronca me hizo cosquillas… —Siéntese, por favor. ¿Una copa? ¿No? Entonces me serviré una, estoy
sitibundo. ¿De qué se trata? —Me han informado de usted. Creo que es el hombre que busco. Necesito a alguien que no le tema a nada ni a nadie. Ni siquiera a las sombras
de esta maldita ciudad. Y este es usted. No podía apartar la mirada de sus labios de un rojo sangre. Yo bebía
de estos labios cada palabra que pronunciaban… Con dificultad pude asimilar que ella tenía un caso para mí… Un asesinato… Un robo… Una traición… Y una reliquia familiar desaparecida… Le pregunté si sospechaba
de alguien. —Luisa Tolvaj, mi ex asistente. Es muy inteligente, aunque antes la
llamaban “Babieca”. Es peligrosa y conoce muchos trucos. No debía haber
confiado en ella, pero una es débil… Aquí tiene su fotografía. Lo dejo en
sus manos… Ah, empiece por el club “Copablanca”, es ahí donde la conocí… Repasé mis apuntes y, por supuesto, acepté el caso. A estas alturas, yo ya estaba metido hasta las gónadas. Seguir al lado de ella y respirar el mismo aire me bastaba. Aunque… —Señora, voy a necesitar un adelanto. Mis honorarios... —Descuide. Aquí tiene un cheque. Si necesita algo más, hable con Patrick, mi chofer y… guardaespaldas. Adiós, señor Smith. Espero noticias
suyas. Pronto…
Y se fue… Dejando en el aire su perfume y el olor a un millón de
problemas que acabo de aceptar. ¿Quién era esta mujer? ¿Y por qué tengo
la sensación de que no saldré vivo de esto?
13/05/2025,
Gijón
© La
Pluma del Este
Nota de autor:emboriado - neblinosogalbana - pereza, desidiasitibundo - sedientoobliterar - anular, tachar, borrar, obstruir los conductosbabieca - persona floja y boba
Supongo que Smith siempre ha sabido que acabaría mal. Ahora ya sabe el motivo.
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