Babuci
Docenas de babuci, sentadas en las banquetas y las cajas
de fruta, ocupan la acera alrededor del mercado. Ellas son la alegría para la
vista con sus vestidos estampados, los delantales replanchados y los pañuelos
florales en las cabezas.
Venden un poco de todo:
las pipas de girasol y calabaza, los caramelos de colores en un palo, las cestitas
repletas de frambuesas y grosellas, las galletas caseras, los pyrozhký, rellenos
de carne picada, mermelada o requesón; las manzanas recién cogidas del
árbol, expuestas sobre los paños impolutos, las zanahorias, los tomates de un
rojo intenso, los ramos de olorosas peonías…
Aunque es la costumbre, mi madre nunca regatea
con ellas, y les paga lo que le piden. Un día me dijo que ella misma podría ser
una de estas abuelitas. Entonces yo no lo entendí. Mi mamá, tan joven y guapa, jamás
sería una viejita arrugada, con las manos llenas de callos. Se lo dije y ella
me dio un beso y me compró una piruleta.
En aquel momento yo
no sabía que tenía la razón: mi mamá nunca llegó a envejecer. Yo era solo una
niña que estaba feliz chupando un osito de caramelo rosa.
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Nota de autor:
Babuci – pl. “abuelas” en ucraniano.
Pyrozhký – en Ucrania, similar a las “empanadillas”.
20/02/2025, Gijón
© La Pluma del Este