No mires atrás
Me dijo que no mirara atrás…
Y le hice caso. Agarré a nuestro hijo; lo apreté fuertemente
contra mi pecho y empecé a arrastrarme por el pasillo. En la calle y delante de
nuestra casa se oían las voces de los enemigos: gritos de nuestros vecinos,
chillidos de los perros y continuos disparos de los Kaláshnikov. Los asesinos
estaban a punto de entrar.
«Salva a
nuestro hijo, corre…», me dijo. «Te amo, los amo a los dos… Marchaos…».
Antes de
salir por la puerta trasera que daba al bosque, me giré… Lo vi… Estaba de pie
con una mano agarrándose a su abdomen. La camisa nívea, teñida de un rojo
intenso, no absorbía la sangre y esta corría como un río… En la otra mano tenía
una granada.
La puerta
de la entrada se abrió… Oí hombres gritando… Él, como si supiera que lo estaba
mirando, se giró… Y me sonrió. Con sus perfectos dientes blancos agarraba la
anilla…
Corrí
como nunca… La onda explosiva nos alcanzó cuando llegamos a los primeros
árboles… Nuestro hijo, con los ojos muy abiertos, no se quejó, no lloró. Él
solo miraba detrás de mí y en sus pupilas se reflejaba el fuego que devoraba
nuestro hogar, nuestras vidas, nuestros sueños…
Me dijo
que no mirara atrás… Sin embargo, no dejo de hacerlo, buscándome a mí misma, la
que se quedó junto a él.
01/07/2025, Gijón
© La Pluma
del Este