Hablando de nada y de todo
—¿Llevas
mucho tiempo aquí arriba?
—Una buena
pregunta. Si hablamos sobre mi existencia — una eternidad. Pero en este sitio,
no tanto. Cuando la contemplé por vez primera, la ciudad era mucho más pequeña
y con casas bajas. Y ahora, obsérvala — emerge bella y luminosa — por un lado,
besada por el mar y por el otro, guardada por las montañas. Incomparable con
ninguna. Y las personas que la habitan, la complementan a la perfección.
—Sí, es un
sitio bastante aceptable para anidar y criar a la prole. Hay comida en demasía. Gente simpática y dadivosa. Aunque siempre
hay algún que otro tonto.
—En la villa
del Señor de todo ha de haber. Lo sé por experiencia… Créemelo. Lo he sufrido
en carne propia.
—Sí, sí, ya
que lo dices, tienes unas heridas ahí abajo. Y parece que te falta algún que
otro trocito. ¿Qué te ha pasado?
—Ah, son las
señales de la guerra que hubo aquí. Me han disparado. Muchas veces. Me han
dinamitado. Casi destruyéndome del todo. Pero ya los he perdonado por aquello. Prefiero
no recordar los tiempos oscuros. Mi padre me enseñó que hay que amar y perdonar
a los que nos han hecho daño. Pero cuéntame, ¿cómo es que no estás con los
tuyos? ¿No andáis de un lugar al otro buscando y rebuscando? Y, también,
dejando un rastro feo. Espero que me respetes.
—Bah.
Necesitaba un descansito. A veces hay que parar, aunque sea un poco. Sacudirse
del polvo y suciedad. Retozar en el agua. He subido aquí a secarme y a
calentarme al sol. Y los míos en esta época se vuelven insoportables, se pelean
por cualquier cosa. Yo paso de los líos…
Los rayos
dorados dibujaron de oro la calmada superficie del mar y rebotaron en las
fachadas acristaladas del paseo marítimo. El contraste de luces y sombras se
hizo más pronunciado. La briza con sabor a sal trajo el refresco a las calles
llenas del bullicio.
—Ya se está
poniendo el sol. Me voy volando. La parienta estará preguntándose a dónde me he
metido. Si Dios quiere, mañana volveré. A pesar de que no tienes ni plumas ni
alas y estás hecho de piedra, me ha gustado este rato de plática contigo. Por
cierto, ¿cómo te llaman?
— Jesús…
Esta charla
entre un palomo y la estatua de Jesús pudo haber sucedido o no… Yo solo he sido
un testigo involuntario que intentaba hacer una foto de la Basílica del Sagrado
Corazón.
10/07/2024, Gijón