4 de julio de 2024

"Seré bueno"

“Seré bueno”


 

Mis dedos temblorosos apenas han podido sostener la llave maestra y esta se cayó al suelo. La recogí y la metí en la cerradura. El suave clic y el crujido de las bisagras me provocaron un escalofrío. Durante unos segundos me quedé paralizado. Al otro lado, dentro, estaba el mundo del que hui y al que me prometí no volver jamás —el piso de mis tíos— la única familia que me quedaba después del accidente de mis padres.
   Entré…
   El olor a cerrado y a un cuerpo en descomposición me dio de pleno como una bofetada. Sentí unas arcadas y, rodeado de una nube de moscas, salí de nuevo al rellano.
   Me obligué a volver. Recorrí con la mirada las paredes forradas en papel pintado con un horroroso estampado, los muebles oscuros y añejos sobre el suelo cubierto de polvo y trastos, amontonados por doquier. Nada había cambiado en los últimos treinta años. La casa de mis tíos como un lóbrego mausoleo seguía asustándome. Me paré sin ganas de adentrarme más …
   De repente todo se llenó de uniformes y trajes blancos. Los focos y flashes han iluminado el ambiente opresivo con una luz fría, sacando a la vista los tenebrosos rincones y un enorme e hinchado cadáver… de mi tío.
   El cerdo la había palmado en su asqueroso sofá. Era su lugar preferido. Ahí pasaba todo el día sentado viendo los documentales. De esos, donde un animal mata al otro para comérselo todavía vivo. Y las hienas… Sí, esas le encantaban. De hecho, él se parecía mucho a una. Aunque le sobraban unos cien kilos. Estaba muy gordo, el cabrón …
   Juan, mi compañero me preguntó algo. Le dejé hacer y de nuevo me sumergí en el pasado…
   Mi tía. La hermana de mi padre. Pobre mujer. Se mató. Después de la enésima paliza, salió de casa y nunca volvió. Pasados unos días de su entierro oí a las vecinas decir que se tiró al mar, «pobrecita ella». La odié por aquello como puede odiar un niño de seis años que se ha quedado a merced de un monstruo. Ya nadie me iba a proteger, ni recibir los golpes por mí. Ni darme los besos con sabor a lágrimas…
   La vida con mi tío ha sido una confusa sucesión de golpes y castigos hasta que los servicios sociales me han sacado de aquel infierno con casi nueve años…
  Los de la morgue ya se han llevado el cadáver, mi compañero hablaba con la vecina, un par de agentes continuaban recogiendo las muestras y yo seguía clavado al lado del sofá. Juan me sacó al presente:
   — Manu, el piso está vacío. Los de la científica casi han terminado. Según el forense, el tal M.J. Pérez lleva muerto unos cuatro meses.  También que la muerte podría ser accidental. El tipo se atragantó con un trozo de pizza. Lo que no me sorprende. El tique de la pizzería es de cuatro de marzo, así que las fechas cuadran.  La vecina dijo que no salía mucho. Ni siquiera a comprar. Todo le traían los repartidores. Tampoco trataba con los vecinos. No le suena que tuviera parientes. Era un tipo muy raro. Creo que es todo. ¿Nos vamos?
   — Espera, daré otra vuelta por si se nos había escapado algo. Ya sabes, los cuatro ojos ven mejor que dos. No tardaré. —No me gusta mentir a mi compañero, pero necesito estar a solas unos minutos.
   Mis pasos me llevaron a una puerta al final del pasillo. Es mi habitación. Lo era. Sigue igual: una cama pequeña cubierta con el edredón de ganchillo que me hizo mi tía, la mesita con una lámpara en forma de faro y la foto de una mujer muy guapa y risueña con un niño rubio en sus brazos. Mi tía y yo… Antes de vivir en el infierno. Un oso azul de peluche… Un par de coches en un estante… Comparada con el resto de la casa, la habitación estaba ordenada.
   Me aproximé al armario cerrado. Giré la llave. Lo abrí de par en par… El interior oscuro olía al orín.  Aparté algunas prendas. Con las manos temblorosas saqué mi linterna. La encendí. Casi se me cae al suelo. En la pared del fondo, con algo afilado, se veía grabada en repetidas veces la frase “seré bueno”, “seré bueno”, “seré bueno” … De varios tamaños. En distintas direcciones. Todas escritas con la misma mano, la mía…
   Cerré el armario y volví al salón. Ya todos se habían ido. En el sofá quedaba una enorme mancha maloliente.
   Ya ves, tío. Al final, no he sido bueno, ¿verdad? El trozo de pizza que te metí por el gaznate lo confirma.



                                                    
                                                                                                            04/07/2024, Gijón