La salvación
(Continuación de “La huida”)
Su búsqueda diaria por los contenedores no
le llenó el estómago: un trozo de pizza y una madalena rancia — es todo lo que
encontró entre la basura. Y para el colmo, empezó a llover. Todavía hambriento,
volvió a su escondrijo y se puso a dormir con el sonido de las gotas.
Soñaba con un plato de carne y salchichas cuando
oyó un grito. Se levantó con mucha rapidez. El grito otra vez. Salió a la calle
y afinó su viejo oído. Los gritos se repitieron. Cruzó un par de callejones
detrás de las naves. Se acercó al hueco que había en la valla. El ruido de una
lucha lo llevó hasta unos matorrales.
Vio a dos humanos peleando. Uno estaba tirado
en el suelo y el otro, encima, haciéndole daño. El de abajo lloraba y gritaba.
Sufría. Era una hembra que peleaba por su vida. Tenía que ayudarle. Corrió y
saltó a la espalda del malo y le clavó los dientes en el cuello. Su boca se
llenó de sangre. El humano gritó y soltó a su presa. Cuando se giró hacia él,
su cara expresaba sorpresa y dolor.
—¡Pero qué coño es…! — e intentó darle una
patada. Él hincó los dientes en su pierna. El humano sacó una cosa brillante y
la clavó en su lomo. Un fuerte dolor lo hizo caer. La humana, llena de golpes y
arañazos, se levantó para poder huir de su agresor. Antes de caer inconsciente,
por el rabillo de los ojos, vio que ella volvía con algo alargado en las manos y
asestaba un tremendo golpe al malo. Otro. Y otro. Este caía. Después,
oscuridad…
Cuando abrió los ojos, se sintió aprisionado
y con algo molesto en la boca. Un pitido le taladraba los oídos. Entre todos
los olores del lugar reconoció a uno. De ella. Estaba ahí con él.
—Te vas a poner bien, mi pequeño héroe. Muy
pronto nos iremos a casa…