25 de abril de 2025

Un amor imposible

 Un amor imposible


Él la ama. Han llegado a este lugar casi al mismo tiempo. Años de contemplación han hecho que él memorice cada detalle de su rostro, de su cuerpo; cada pliegue de su efímero ropaje que con delicadeza enmarca su bello cuerpo. En el ocaso, el sol poco a poco se va perdiendo entre los tejados y con los últimos y rebeldes rayos alumbra el cuerpo de su amada en oro con destellos de fuego. En estos momentos es cuando ella se ve más bella y vibrante que nunca.
        Su amor es correspondido. Ella también lo ama. Desde siempre… Ama su cuerpo de un gran luchador que la protege de las inclemencias del tiempo en el gélido invierno; del sol abrazador en verano; de las lluvias y del despiadado viento del norte. Ella conoce cada rasgo de su inmutable cara. Lo ve envejecer y no le importa. Ellos son los únicos en este mundo. Están hechos el uno para el otro. Sin embargo, aunque se miran con amor, están condenados a no tocarse jamás.
        Ambos fueron tallados por la mano de un artista que insufló sus almas a la fría y perfecta piedra, dos estatuas en la fachada de un majestuoso y antiguo edificio: el hombre, un guerrero helenio, y la mujer, vestida en una túnica y con su largo cabello recogido bajo una diadema. Pero la historia de su amor imposible llega a su final, ya que pronto, en este lugar, se erguirá una mole de hormigón y cristal, y los dos amantes de piedra, por fin, se unirán, convertidos en trozos y polvo del mármol blanco.

 

 

24/04/2025, Gijón

© La Pluma del Este


24 de abril de 2025

La mujer del café

 La mujer del café



Como cada noche de domingo, ella entra en el Automat. El café es grande, decorado en estilo de Art Decó, con detalles dorados y mucha luz que se desprende de las hileras de las lámparas del techo. La mujer podría buscar un rincón donde tomar un café sin que nadie viera su soledad; sin embargo, ella elige la mesa muy iluminada y cerca de la ventana. A la vista de todos. Como en un escaparate. Como un desafío. ¿Está esperando a alguien? ¿Viene en busca de los recuerdos? Nadie lo sabe, ya que no habla con nadie.
       Cada domingo a la misma hora ella está aquí, con su taza de café. Quita un guante y sus dedos delicados sienten el calor de la porcelana. El otro guante queda puesto. Igual que el abrigo. Es como si no quisiera quedarse mucho rato. Solo unos minutos, para tomar su café e irse… Pero estos minutos le pertenecen a ella. Cuando se va, su reflejo todavía sigue congelado en el cristal.
 

 


23/04/2025, Gijón

La Pluma del Este


18 de abril de 2025

No seas Narciso

 

No seas Narciso



I

 

 

Narciso se mira en el espejo de agua.
        Encontró un lugar tranquilo, el remanso de un lago, donde el agua es la más limpia, donde no hay ni plantas ni peces; donde no hay nada que perturbe su imagen perfecta. Con la punta de los dedos se toca su cara, los labios, se regala una sonrisa de un enamorado, se tira un beso, suelta su magnífica melena… No hay nadie más bello en el mundo. De repente el agua se ondula y el reflejo de Narciso se vuelve borroso.
        —¡Pero bueno! ¡¿Quién osa molestarme?! ¡Márchate! ¡Serás…! — Estas eran las últimas palabras antes de que un enorme cocodrilo arrastrara a Narciso en las profundidades…
 

 

II

 

 

Narciso se mira en el espejo de estaño pulido.

        Le costó una fortuna, pero no pudo resistirse: se veía como una criatura celestial. Iba al mercader de espejos tan solo para ver su hermoso reflejo. Y, cuando por fin tuvo uno en posesión, lo colocó en su alcoba, donde horas y horas contemplaba y adoraba a uno mismo. Cuando el estaño se opacaba, mandaba a pulirlo o compraba otro espejo. Los años pasaban y Narciso envejecía. Ya era un anciano desdentado y mal nutrido, pero aun así se veía más bello que nunca. Se murió solo…
 

 

III

 

 

Narciso se mira en el espejo de cristal.

     De vez en cuando echa su propio vapor y con una manga limpia la superficie. «¡Qué guapo soy! Nunca se ha visto un ser tan apuesto; con esta piel inmaculada, con los dientes como perlas, con estos ojos que enamoran y la cabellera tan frondosa. ¡Y la osamenta de un guerrero! Por donde voy, me adoran. Soy un arcángel. ¡No! Soy el Dios».
      Gracias al espejo, Narciso pudo ver a su asesino cuando este le clavaba un puñal en la espalda y las gotas de sangre salpicaban de rojo su perfecto reflejo…
 

 

IV

 

 

Narciso se mira en el espejo que ahora es una pantalla del móvil.
        Y no de un móvil cualquiera, sino de un iPhone 16 Pro Max. Hace decenas de selfis a diario: en el gimnasio, en su coche, en la playa, comiendo, bebiendo, bailando… Y todos sus viajes están documentadísimos. Narciso vive por y para sus seguidores. Espera por los “me gusta” y “corazones” como alguien que espera por un amor. Son los que le dan la vida. Gasta dinero en las campañas de publicidad para conseguir más y más fans. Su teléfono tiene varias aplicaciones de filtros para parecerse más guapo, más joven y más perfecto todavía. Un día, lo reconoce un grupo de fans. Sin embargo, no le piden hacerse una foto con ellos… Como antes. La frase: «Jolín, cómo ha envejecido. No se parece al de las fotos» —lo deja temblando. Se mira en el teléfono apagado. La negra y fría pantalla le devuelve una imagen. Y se ve a uno mismo como es en realidad. Y no le gusta…

 





                                                                                      16/04/2025, Gijón

© La Pluma del Este

 





15 de abril de 2025

Bajo el cerezo

Bajo el cerezo



      
  Los pétalos de las flores de cerezo se posaban en su pelo, su cara, su cuello… Con el transcurrir de las horas, el vestido blanco de novia ya no era blanco, sino veteado en rosa. La brisa movía la hierba, un tapiz verde esmeralda, salpicado por el amarillo de los dientes del león, que enmarcaba su cuerpo. Él no podía apartar los ojos de aquel magnífico cuadro.
        La mañana había dado paso a la tarde, y precisamente ahora, en el ocaso, el espectáculo era todavía más impresionante. El sol inclinado bañaba el cuerpo de la mujer en oro… Él hizo una infinidad de fotos. Recargó la cámara tres veces. Las tarjetas de memoria, como los más preciados tesoros, estaban ocultas en el bolsillo interior, pegadas a su sudorosa piel…
        «Vete ya, no seas tan avaricioso. Ya tienes bastante…», se repetía una y otra vez en su cabeza. Pero quería embeberse con cada célula de su ser, con cada neurona de su cerebro en aquella belleza sublime. Era su mejor obra de arte. Le llevó casi toda la vida llegar a este momento. Era su gran oportunidad de dejar un legado antes de que…
        Poco a poco la oscuridad iba ocultando el paisaje, a los cerezos en flor, a la mujer; a la mancha de un rojo marrón que ensuciaba la impoluta blancura de su vestido… Y al puñal clavado en su pecho… El último rayo del sol se reflejó en la hoja de acero… El asesino, por fin, tuvo su gráfica recompensa…






                                                                              13/04/2025, Gijón

© La Pluma del Este






14 de abril de 2025

Luna de abril

 Luna de abril

 

 

        Anochecía… La luna poco a poco se adueñaba del cielo. Titilantes estrellas, diminutos farolillos, se encendían en la inmensidad del cosmos. La brisa fresca de abril jugaba con las llamas de la fogata… El olor de los naranjos en flor y de la hierbabuena cubría el campamento. Los romaníes, reunidos alrededor del fuego, esperaban que sucediera algo. El silencio lleno de magia estaba a punto de romperse…
        El acorde de una guitarra rasgó la quietud y una melodía se expandió por el valle. Alguien echó más leña al fuego y una miríada de chispas se elevó en el aire. Y, como por un encantamiento, apareció ella… la cautivadora Rada. Empezó a bailar con mucha delicadeza, como si le costara cada movimiento cimbreante de sus caderas, de sus manos, de su cuello…
        La música sonaba cada vez más y más rápido. La joven cíngara, inmersa en aquel vertiginoso baile, giraba, giraba y giraba… Su falda floreada tenía vida propia: subía, bajaba, se arremolinaba alrededor de su cuerpo, enseñaba los esbeltos tobillos adornados con las tobilleras de plata.
        La guitarra cantó su última nota y la mujer paró… El sudor brillaba en su piel. Con un gesto lleno de sensualidad, apartó el cabello azabache de su cara… Y la noche vio su belleza. Los ojos de un verde intenso miraron alrededor como si buscaran a alguien… Con anhelo… Con la desesperación contenida… Sin encontrarlo… Un halo de decepción y tristeza los llenó de lágrimas.
        La romaní hizo una señal a un grupo de hombres y estos sacaron del fuego un montón de brazas y con los rastrillos las esparcieron por la tierra. La guitarra volvió a sonar. La siguieron las decenas de palmadas, marcando el ritmo. La mujer se subió la falda y, con decisión, pisó las brasas ardientes. Y volvió a bailar. Esta vez era diferente. Es como si algún espíritu salvaje la poseyera y la protegiera de quemarse viva. Este baile era un éxtasis puro… Las palmas, los gritos, el canto de las mujeres y hombres, las panderetas, las campanillas… Un vórtice de pasión se apoderó de los presentes… La bailarina de fuego paró… Respiraba con agitación… El sudor brillaba en su cuello. El collar se posó en sus pechos con un suave tintineo. Dio un paso hacia la oscuridad… Después el otro…
        Las cortinas de la noche se abrieron y un hombre salió a la luz de la lumbre. El fuego se reflejó en su ávida mirada, llena de añoranza. Estiró sus manos hacia la mujer… Rada sonrió y se echó en sus brazos.
        —Tardaste —dijo con voz de susurro.
        La noche volvió a cerrar sus cortinas detrás de los enamorados… La brisa con olor a las flores de naranjos y a hierbabuena poco a poco apagó la fogata… Los romaníes se retiraron a sus carromatos… La luna cómplice se escondió entre las nubes para que los amantes tuvieran la intimidad…
 

 


                                                                        13/04/2025, Gijón

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7 de abril de 2025

«Mi caaaaasa»

 «Mi caaaaasa»

La frase épica de un ser extraterrestre


El ruido de butacas y voces me ha sacado de mi duermevela. Las repentinas luces se me clavaron en los ojos. Por fin había acabado mi suplicio.
—¡Woow! ¡Qué trabajos más excelsos! Entre todos los cortos, el del “Apartamento” es el que más me gustó. El concepto es absolutamente subversivo y antagonista. A pesar de que es en blanco y negro, la gama de los obscuros transmite la desesperación y la cruda realidad de la vida proletaria. ¿Te das cuenta? ¡Se grabó en el año sesenta y ocho y, sin embargo, es muy contemporáneo! La lucha contra el sistema anquilosado y cómo este acaba con el individuo… La desesperanza y el acatamiento reducidos a una lista interminable de nombres cincelados en la pared… Uff. ¡Una auténtica obra de arte! Me dará mucho que pensar… ¿Qué te ha parecido? ¿Repetimos?… No te veo convencido…
La cara de mi ligue cambió del éxtasis supremo a la desconfianza suspicaz. No quise mentirle y crearle las falsas expectativas:
—¿Qué quieres que te diga? Me dormí justo cuando apareció el tío con la gallina. Lo demás está cubierto por un tupido velo. Para la próxima, elijo yo la película. Una de Marvel o un buen thriller con un asesino en serie. Nunca vi una peli más rara. No tiene ningún sentido. Un tío lúgubre y su piso más lúgubre aún. Bufff, me dio hasta un repelús. Imagina vivir así, en una casa que te quiere matar… Es surrealista. —Me despaché a gusto. No sé si me dolieron más los diez euros de las entradas o la imposibilidad de poder seguir con mis planes de “conquista”. Por la cara que ella puso, la cita había acabado y sin posibilidad de repetir.
Después de un «adiós» seco y un «ya hablamos», terminé quedando con los colegas en el pub cercano.
Unas cuantas rondas después, llegué a casa. Pasé de ducharme. Me tiré en la cama. La cabeza me daba vueltas. Intenté poner un pie en el suelo (según Manolo, ayuda a quitar el mareo), pero casi me pego un trompazo con la esquina de la mesita. Cerré los ojos…
Me despertó el sonido del microondas. No me acordaba de haberlo encendido. Me levanté. Busqué la lámpara de la mesita. No la encontré. Mi mano agarró el cable y tiró de él. Al fondo del pasillo sonó una campanilla. Volví a tirar y volvió a sonar. Busqué mi móvil. Estaba apagado. Lo intenté encender… Nada. Seguro que se quedó sin la batería.
Recorrí la pared hasta encontrar la llave de luz. La encendí. Vi a la lámpara de tres brazos flotando sobre mi cama… del revés, empujándose con los cables pelados como si fuera un calamar… Cerré los ojos. Definitivamente, seguía borracho.
Quise levantarme, pero la cama, como las arenas movedizas, me empezó a arrastrar hacia dentro. El cabecero me salvó de ser engullido… Como pude, salí al pasillo. La lámpara me seguía. El pasillo se hizo interminable… Según caminaba, los cuadros cobraban vida: me salpicó el mar embravecido, unas gaviotas salieron volando hacia el salón; la ventisca de nieve me dejó helado y el suelo se volvió resbaladizo… Empecé a caer… Y caer… Miré abajo y vi la boca abierta de la lavadora. Dentro, una negrura infinita. Intenté agarrarme por el aplique, pero este me mordió… Grité de dolor y me solté… La lámpara seguía mis pasos… Detrás de ella, los libros y demás chucherías, en bandada como pájaros… La lavadora me tragó…
No sé cuánto tiempo estuve “viajando” … Sobrevolé un campo de calcetines, que se mecía en un oleaje multicolor. ¡Ahí es donde terminan todos! ¡Lo sabía!
La caída terminó conmigo flotando en mi cocina. Debajo, en la mesa, mis tres perros jugaban al póquer. Lúa, la chihuahua, con sus dientes mellados, sostenía un enorme hueso como si fuera un cigarro cubano… Esta imagen me recordó algo que he visto en otra parte… En el medio de la mesa había un enorme plato de pechugas de pollo… El aire me dejó de sostener y me caí justo encima. Las pechugas salieron volando y los perros me atacaron… Empecé a correr…
Llegué a la puerta de entrada. Estaba cerrada con llave. Llaves, llaves… Ah, en el cajón. Lo abrí… El cajón se estiró como un chicle… Tiré y tiré… Me quedé enredado… No podía moverme… El chicle se convirtió en la boa constrictor. ¡Odio a las serpientes! ¡¡Ayudaaaaaaa!! ¡Dios! ¡¡¡Que alguien me ayude!!!
Me desperté en mi cama peleando con la manta. ¡Uff, joder! Ha sido un sueño. Encendí la lámpara de la mesita. El móvil marcaba las cuatro de la mañana. Madre mía, vaya sueñecito. Ni de coña volveré a un festival de esas pelis raras. Seguiré durmiendo…
 Cuando levanté la mirada al techo, me vi a mí mismo como en un espejo… Siendo engullido por una enorme anaconda…

 









                                                                                  07/04/2025, Gijón

© La Pluma del Este