Mostrando entradas con la etiqueta Terror y suspense. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Terror y suspense. Mostrar todas las entradas

25 de abril de 2024

Un trabajo perfecto

 Un trabajo perfecto

 

 

Decía mi padre, que en paz descanse: “En todo lo que hagas, intenta ser el mejor. Un trabajo bien hecho requiere las mismas energías que uno desastroso. Y el respeto de la gente será tu tarjeta de visita”.
   He seguido su consejo al pie de la letra toda mi vida.
   Por ejemplo, ahora mismo. Con mucha delicadeza voy echando el producto al agua y con la paleta estoy mezclando los ingredientes. A mano. No me gustan los artilugios, soy un artesano. Lo remuevo todo con constancia y calma. En esto las prisas no son buenas. Por fin la mezcla adquiere una textura suave y ligeramente elástica, con un poco de brillo lacado. Perfecta.
   Con movimientos precisos, desarrollados durante muchos años de mi total dedicación al oficio, voy colocando un ladrillo detrás de otro. Ya no necesito usar el nivel. Mi ojo del buen cubero sabe detectar cualquier defecto. Las filas rectas de ladrillos unidos con mortero van subiendo a buen ritmo. Ya casi he terminado la pared.
   Echo el último vistazo a mi obra. Perfecta. Nada falta, nada sobra.
   Pasarán muchos años, seguro que yo estaré criando malvas, pero alguien descubrirá mi colección de cuerpos emparedados. En fin, es a lo que me dedico…
 


                                                                           25/04/2024, Gijón

6 de octubre de 2023

La salvación

 (Continuación de "La huida")

 

   Su búsqueda diaria por los contenedores no le llenó el estómago: un trozo de pizza y una madalena rancia — es todo lo que encontró entre la basura. Y para el colmo, empezó a llover. Todavía hambriento, volvió a su escondrijo y se puso a dormir con el sonido de las gotas.
   Soñaba con un plato de carne y salchichas cuando oyó un grito. Se levantó con mucha rapidez. El grito otra vez. Salió a la calle y afinó su viejo oído. Los gritos se repitieron. Cruzó un par de callejones detrás de las naves. Se acercó al hueco que había en la valla. El ruido de una lucha lo llevó hasta unos matorrales.
   Vio a dos humanos peleando. Uno estaba tirado en el suelo y el otro, encima, haciéndole daño. El de abajo lloraba y gritaba. Sufría. Era una hembra que peleaba por su vida. Tenía que ayudarle. Corrió y saltó a la espalda del malo y le clavó los dientes en el cuello. Su boca se llenó de sangre. El humano gritó y soltó a su presa. Cuando se giró hacia él, su cara expresaba sorpresa y dolor.
   —¡Pero qué coño es…! — e intentó darle una patada. Él hincó los dientes en su pierna. El humano sacó una cosa brillante y la clavó en su lomo. Un fuerte dolor lo hizo caer. La humana, llena de golpes y arañazos, se levantó para poder huir de su agresor. Antes de caer inconsciente, por el rabillo de los ojos, vio que ella volvía con algo alargado en las manos y asestaba un tremendo golpe al malo. Otro. Y otro. Este caía. Después, oscuridad…
   Cuando abrió los ojos, se sintió aprisionado y con algo molesto en la boca. Un pitido le taladraba los oídos. Entre todos los olores del lugar reconoció a uno. De ella. Estaba ahí con él.
   —Te vas a poner bien, mi pequeño héroe. Muy pronto nos iremos a casa…






                                                                                                                 06/10/2023, Gijón

10 de agosto de 2023

La mirada

   He llegado demasiado tarde: no quedaba nadie vivo.
  Los cuerpos de los refugiados estaban desperdigados por todas partes. A algunos faltaban las extremidades, a otros, la cabeza. Decenas de mujeres y niños terriblemente mutilados. El olor a sangre y vísceras me hizo vomitar. Vi un brazo pequeño, sujetando un peluche rosa. Caí al suelo encharcado, sin apenas fuerzas. Me ahogaba en rabia y culpa por no estar ahí. Grité, lloré… El eco de mi dolor llenó todo el recinto. Me olvidé por completo del peligro: el causante de aquella carnicería podría estar cerca.
   Y sí que estaba...
  Oí una respiración y jadeos. Provenían del rincón más alejado. Lo vi. En la oscuridad sus ojos, fijados en mí, inyectados de sangre, emanaban el odio visceral. Las pupilas amarillas tenían un brillo diabólico. Esta mirada no era de un ser humano, sino de una criatura hambrienta, salida de las peores pesadillas.    Cada poro de su piel exudaba una maldad primigenia. Su demonio interior estaba agazapado a la espera de una mínima ocasión para matarme...
   Pero no la tuvo: mi Desert Eagle con su última bala le reventó la cabeza.



                                                                                  





                                                                                                                                               09/08/2023, Gijón

25 de marzo de 2023

Muerto ya estoy...

     

   Con el primer disparo, José Carlos hundió su cara en su propia sangre. Todos quedamos congelados viéndolo morir. La siguiente fue mi mujer, Mercedes. De su nívea blusa brotó un jardín carmesí. Todavía veo sus ojos verdes como esmeraldas, fijados en mí, pero muertos. El resto nos tiramos al suelo. Sonó el teléfono. Nadie se movió a cogerlo. Me arrastré yo.

   —Esto es un aviso. Si publicáis algo sobre la Compañía, los siguientes en morir seréis vosotros y vuestros familiares. —Colgaron…

   Cinco minutos antes, todos de la redacción del periódico, estábamos discutiendo de cómo soltar el bombazo sobre la estafa millonaria de la Compañía que causó tantas víctimas mortales.

   Han pasado dos años desde aquello. Ahora en mi ordenador marcaré el “enviar”. Yo no tengo nada que perder…

   Muerto ya estoy




      
                                                                                                        09/03/2023, Gijón

20 de noviembre de 2022

EN LA NOCHE


EN LA NOCHE

Hombre de negro

 

   Es noche cerrada. Silencio. No se ve ni un alma. El viejo barrio está sumido en un sueño intranquilo. En alguna parte de la negrura empieza a oírse el eco de unos pasos que poco a poco resuenan en toda la calle, pobremente iluminada.

   Las paredes oscuras de los edificios acechan al transeúnte. Las ventanas, cerradas a cal y canto, son incapaces de proteger a sus habitantes de frío y humedad. Las sucias farolas apenas dan luz para reunir enjambres de insectos. La atmósfera execrable llena cada recoveco. Parece que el mismo mal está al asecho de algún incauto.

   Al acercarse los pasos, un gato callejero, muy cenceño, queda atónito en medio de la calle. Él conoce el comportamiento insidioso y atrabiliario de los humanos y se mete en el primer agujero que ve. Por ahora, estará a salvo. Los pasos continúan su camino.

   De repente unas risas y el jolgorio rompen el tenso silencio cuando una taberna escupe a un borracho. El tipo profiriendo obscenidades y con ganas de una buena trifulca grita algo al transeúnte. Este se le acerca. Con un movimiento rápido un puñal atraviesa las ropas andrajosas y el borracho cae con la mirada perpleja, balbuceando un galimatías. El asesino limpia la daga con un pañuelo níveo y prosigue su camino.

   Más adelante, en una pequeña plaza, un par de prostitutas se acercan a una farola para contar los míseros peniques. Con este frío hay pocos clientes. Apenas les llegará para pagar el cuartucho de mala muerte. Y para comer habrá que seguir trabajando. La noche es larga. Igual les cae algún ricachón generoso.

   La figura oscura con pasos firmes se dirige hasta ahí. No lo esperan. Ellas, tan denostadas por los demás, son una presa fácil. Nadie las echará en falta. No son nada, pero sus corazones frescos serán perfectos para que el experimento siga adelante. El Maestro estará complacido y le permitirá verla, aunque un minuto.

   La daga brilla en la noche…

 

 






                                                                                                              18/11/2022, Gijón




                                                                                                                                          

14 de octubre de 2022

La huida


   Ya son las nueve de la noche. El polígono está desierto. La ventana de mi oficina, que está al ras de la calle, es un faro. Todo el mundo ya se fue, pero yo sigo trabajando. El cierre del año me tiene exhausta y quiero irme ya. Por fin termino con el papeleo y salgo a la oscuridad.
  El silencio me rodea. Estoy sola. Empiezo a caminar. Las escasas farolas, como silenciosos guardianes, apenas alumbran la calle. Huele a lluvia. Las primeras gotas me salpican la cara.
   Detrás de mí oigo unos pasos. Me giro y no veo a nadie. Pero me siento observada y el escalofrío recorre la espalda. Otra vez el ruido, pero de algo metálico, arrastrado por el asfalto. Busco el móvil. Me tiemblan las manos. Estoy muerta de miedo. ¡Mierda! Lo he dejado cargando en mi mesa. Tengo que llegar al coche. Los cuarenta metros que separan mi oficina de la plaza del aparcamiento, ahora son kilómetros.
   Empiezo a correr.
   Los pasos, también...
                                                                         







                                                        
                                                                                                        (Continuará...)