Mostrando entradas con la etiqueta Biográfico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Biográfico. Mostrar todas las entradas

14 de mayo de 2024

La Isla Bonita

La Isla Bonita






Nunca he sentido tanta impotencia.
   Ver a mi hija de tres años comer aquella cosa del color grisáceo y de una textura apelmazada, llamada “el pan”, con tanta ansia y disfrute, me dejaba hecha polvo. Pobre niña no sabía lo que era un pan blanco, esponjoso y rico, untado con la mantequilla y mermelada, con un vaso de leche de verdad y no de polvo amarillento, hecho de no se sabe qué…
   Vine a Cuba cuando la URSS empezaba a desmoronarse y su ayuda a la Isla disminuía con mucha rapidez. Sin sospecharlo, todos íbamos de cabeza al “periodo especial”. 
   Para los cubanos fueron los años de hambre y miseria. Con los apagones de dieciséis horas diarias. Con las estanterías de los supermercados vacías. Farmacias, sin medicamentos. Por la libreta apenas se vendían los productos básicos. Para conseguir huevos, mantequilla o algo de leche, recurríamos a la “bolsa negra” - el mercado ilegal. 
   Tuvimos que adaptarnos para sobrevivir. Aprendimos a sacar donde no había nada; reciclar, reinventar. Hacer lo que nunca uno ha pensado para llenar la barriga con algo. Éramos como aquellos niños pobres que miran los escaparates con golosinas; así veíamos las “shopping” para los turistas y gente con contactos, llenos de todo tipo de productos, y sin poder siquiera entrar ahí.
   Lloraba mucho, metida en el baño. Lloraba cuando acostaba a mi pequeña, contando sus costillas. Y me sentía culpable por no darle más, porque ella no tenía la misma infancia que tuve yo.
   Me ha costado mucho muchísimo esfuerzo para salir de la isla.  Pero al final me marché, me escapé y me llevé a mi hija conmigo…
   Sin embargo, una parte de mi corazón ha quedado ahí para siempre.







                                                                                                                        14/01/2023, Gijón

4 de julio de 2023

Los zapatos soñados

Los zapatos soñados





Mi amiga me dio el chivatazo: a la zapatería de su barrio llegarán los zapatos de tacón de aguja, el sueño de cualquier chica de diecisiete años. Yo ya trabajaba por entonces y podía permitirme este gasto.
  Quedamos dos horas antes de la apertura. Era todavía de noche, nevaba y hacía muchísimo frío. En la puerta ya se veía una enorme cola que daba la vuelta a la manzana. Aun así, nos quedamos para tentar la suerte.
  En aquellos años casi no había cafeterías, así que trajimos los bocadillos y los termos con el té. Nos turnábamos para ir al baño y calentar los pies en casa de mi compañera.
   Pasaban las horas y la cola apenas se movía. A las que intentaban colarse, las atacábamos como hienas. ¡Serán sinvergüenzas!
  Después de unas siete horas, mi amiga tuvo que irse. Por delante quedaba una treintena de personas. Yo no me iba a echar atrás. Deseaba esos zapatos por encima de todo. Las caras de las afortunadas despertaban en mí una tremenda envidia. Pronto yo sería una de ellas.
   Por fin entré…
  La zapatería estaba arrasada. En un estante del fondo quedaba un último par: negros, acharolados, de tacón alto y fino. Mi sueño… Y de números diferentes. No me importó. Después de casi diez horas, eran míos. Con un poco de algodón en la punta, estarán perfectos.
   Corría el año mil novecientos ochenta y ocho en Ucrania soviética.





                                                                                             29/03/2023, Gijón