Chupachups
En
su otra y perfecta vida, él era un hombre afortunado: un buen puesto
en un banco, una bella esposa, dos hijos —niño
y niña—, una envidiable
posición y bien relacionado. El destino le sonreía. Parecía tocado
con la mano de Dios. Pero hace cinco años, en Navidades, todo
aquello le fue arrebatado…
Dos
agentes entraron en su despacho. Con un tremendo pesar, le informaron
que había pasado un terrible accidente con víctimas mortales. Un
camión sin frenos invadió la terraza de una pizzería cercana. La
misma, donde lo esperaban su mujer e hijos. Nunca habían estado ahí
antes. Fue él quien sugirió el sitio. Aquel mismo día él murió
también.
Ahora
observa a decenas de personas que pasan por su lado sin verlo. Son
vísperas Navideñas y ellos corren, como hormigas, en busca de
comida y regalos. Él antes también era así, pero la pérdida de su
familia le ha roto su mente, dejándolo incapacitado para enfrentarse
a la vida. Con depresión, sin trabajo, con deudas y falta de apoyo,
se vio en la calle como un desecho.
Compartía
esta esquina con un chico rumano, pero la mafia, después de darle
una buena paliza por no ser «rentable»,
lo ha devuelto a su país. Con él no se metían. Por ahora.
El
sonido de unas monedas, al caer, lo sacó de su ensimismamiento.
Levantó la mirada y vio una mano pequeña que le ofrecía un
Chupachups de fresa, acompañado de una alegre sonrisa infantil.
Dos
agentes entraron en su despacho. Con un tremendo pesar, le informaron
que había pasado un terrible accidente con víctimas mortales. Un
camión sin frenos invadió la terraza de una pizzería cercana. La
misma, donde lo esperaban su mujer e hijos. Nunca habían estado ahí
antes. Fue él quien sugirió el sitio. Aquel mismo día él murió
también.
Ahora
observa a decenas de personas que pasan por su lado sin verlo. Son
vísperas Navideñas y ellos corren, como hormigas, en busca de
comida y regalos. Él antes también era así, pero la pérdida de su
familia le ha roto su mente, dejándolo incapacitado para enfrentarse
a la vida. Con depresión, sin trabajo, con deudas y falta de apoyo,
se vio en la calle como un desecho.
Compartía
esta esquina con un chico rumano, pero la mafia, después de darle
una buena paliza por no ser «rentable»,
lo ha devuelto a su país. Con él no se metían. Por ahora.
El
sonido de unas monedas, al caer, lo sacó de su ensimismamiento.
Levantó la mirada y vio una mano pequeña que le ofrecía un
Chupachups de fresa, acompañado de una alegre sonrisa infantil.
El niño no tiene de qué preocuparse. Lástima que se hará adulto y de él se adueñara la indiferencia.
ResponderEliminarSigo creyendo en la bondad y generosidad del ser humano. Saludos.
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