7 de noviembre de 2025

El trato roto

 

El trato roto

 

¿Y esa cara? ¿No me esperabas? Cuánto lo siento —bueno, no del todo cierto—. Llevo mucho tiempo postergando este encuentro. Y no, no te molestes en llamar a tus… treinta y siete guardaespaldas. Ni a la secretaria. Tampoco creo que estés preocupado por ellos. Para ti son solo siervos. Ni más ni menos que tú para mí. Te veo muy desmejorado… seco. Es como si te faltara algo dentro.

          Observo un brillo de desdén en tus ojos. Vaya, vaya. He tocado tu punto débil: eres de una soberbia digna de admirar. Cuando mi Padre dictó los diez mandamientos, pensó en los humanos como tú. Sabía que erais débiles. Tú has infringido cada mandamiento cientos de veces. Y, aunque me cueste admitirlo, celebro que hubieras ampliado la lista con unos cuantos más. Solo de imaginar la cara de mi Padre me da un enorme placer. ¡Ja, ja, ja!

          Dios Todopoderoso, ¿acaso este hombre aquí presente, no es tu obra? Míralo: ha llegado a lo más alto del poder. Ha exprimido a los ciudadanos-hormiga con los impuestos inverosímiles; solo le queda cobrarles por respirar. En cada elección les mentía y prometía cosas que jamás cumpliría. Y reconozco —hasta a mí me ha superado—: mientras yo convenzo y cumplo los deseos de mis clientes en la intimidad, él engaña con facilidad a los millones. ¡Y a plena luz del día! La mentira es su sustento… Ha dividido la sociedad. Ha colonizado todas las instituciones. Sin miramientos deja muertos en vida a los disidentes y a los opositores. Y sin mancharse las manos. Su trato a las mujeres es de la más exquisita malevolencia; las usa sin piedad y las tira… En fin. No vine aquí para alimentar su desmesurado ego. Deseo acabar con esto ya. Así que, Padre, mira a tu obra. Se le ve engreído y a la vez, insignificante, ¿verdad? Pero no me culpes por ello: yo solo le di un pequeño empujón y el resto es el mérito suyo. ¿No te apetece negociar por su alma inmortal, Dios? Te ofrezco una oveja descarrilada para tu redil… Ah. No contestas. Entiendo.

          Tú, gusano, ¿a dónde vas? No he acabado contigo… todavía. Me propuse buscarte una salida, una redención. Pero para ti no hay lugar ni arriba ni abajo. Voy al grano: vine para romper nuestro trato. No hay alma que reclamar. Estás vacío. Otra vez esta cara… No te quiero en mi reino. Serías capaz de confabular a mis demonios contra mí. Morirás ahora. Y te quedarás en ninguna parte. Tú solo y la Nada. Adiós…



 

          04/11/2025, Gijón

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