Muerte por flechazo
—Abogado de la defensa, ¿cómo se declara la
acusada?
—No culpable, Señoría.
—¿Y la acusada desea hacer alguna declaración?
— Sí, Señoría.
— Suba al estrado, señorita Acosta. ¿Jura
decir la verdad?
— Gracias, Señoría. Sí. Lo juro.
—Prosiga, la acusada.
—Antes de todo les ruego que me comprendan,
por favor. Me encontré superada por las
circunstancias… No vi otra salida … Tuve que hacerlo. Quiero que oigáis mi
historia. Estoy segura de que cualquiera en mi situación habría hecho lo
mismo. Todo empezó hace un año.
»
Yo soy una mujer corriente. Como podéis ver – ni guapa ni delgada – sino todo
lo contrario. No soy de esas que enamoran por donde van. Pero a principios de
febrero del año pasado, mi soledad y el deseo de tener un hombre decente en mi
vida me han llevado a un estado de desesperación. Ver parejas se me hacía
insoportable. Y mucho más, cuando parecían felices y enamoradas. Ya tengo una
edad, ¿saben? Y el tiempo vuela. Así que
el día catorce se me ocurrió ir a la iglesia de San Valentín. ¿No es un Santo
de novios? Pues eso. Le llevé un ramo de
rosas y unas velas y me puse a rezar. Recé mucho. Muchísimo. Estuve arrodillada durante horas y horas…
» Aquella misma
noche me despertó un ruido. Cuando encendí la lámpara de la mesita, a los pies
de la cama, vi sentado a un niño o alguien que se le parecía mucho. Era
desnudo, con el pelo rubio ensortijado, unas alitas muy cucas y un arco dorado
y flechas…
La sala del tribunal exploto en risas y
carcajadas. El juez mandó a callar al público so pena de expulsión y pidió a la
acusada continuar.
— Gracias, Señoría. Ejem, ejem… En conjunto,
era la cosita más adorable que yo haya visto nunca. Y, de repente, se dirige a
mí con una voz muy grave: “Mujer, vamos al grano. Mi jefe, San Valentín, me mandó
a solucionar tu problema. Dime cómo lo quieres. No te enrolles demasiado que no
tengo toda la noche. Hay montones de pedigüeños como tú. No me mires con esa cara
de boba. Al hombre, ¿cómo lo quieres?”.
» Apenas pude
articular una palabra para contestarle:
—
No lo sé. Así de pronto. Que sea muy detallista y romántico, que me regale
flores, que me … —Y el Cupido desapareció con la palabra “hecho”, flotando en
el aire.
» Al día siguiente, al abrir la puerta de
mi piso, vi un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta:
Para la mujer más
bella del mundo, la que me hace vibrar como
un abejorro
buscando el dulce néctar de las flores.
Siempre tuyo, tu
enamorado secreto. N.B.
»
Madre mía, me puse loca de contenta. Nunca, jamás, me han regalado ni siquiera
un cactus escamochado. ¿Quién sería ese hombre?
»
Al llegar al trabajo, también había ahí un enorme ramo de rosas. Los compañeros
estaban ojipláticos, viendo aquello. Y yo, tan contenta. Por fin, alguien se
había fijado en mí. El ramo también tenía una tarjeta:
Las rosas rojas
para mi dulce rosa escarlata.
Con todo el amor,
tu enamorado secreto. N.B.
»
Cuando llegué a casa con mis rosas, en la puerta de nuevo había un enorme ramo,
pero de lirios. Con la tarjeta con un poema muy romántico que hablaba de mis
atributos físicos. Había tantas flores que he ocupado con ellas todos los
jarrones y botes que tenía.
»
Al día siguiente, otra vez en la puerta había un enorme ramo de rosas blancas.
Con tarjeta. Y en el trabajo, también. Con tarjeta. Regalé mis flores a todos
los compañeros. Estaba muy contenta y ellos, también.
»
Al volver a casa, de nuevo encontré un gigantesco ramo de flores en mi felpudo.
Gladiolos o dalias. Ya no me acuerdo. Con otra tarjeta y un poema. Tuve que ir
al chino a comprar más jarrones. La casa olía como un jardín botánico o como un
funeral. Mi mente está confusa al respecto.
»
Y así, durante varias semanas, tres o cuatro enormes ramos de flores cada día.
Ya no sabía dónde meterlos. Los compañeros empezaban a reírse a mis espaldas. Tampoco
nadie quería flores, ni regaladas. Entre las marchitas y las frescas me mareaba.
Los vecinos se quejaron de que los ramos amontonados en mi puerta daban un mal
olor y el aspecto de abandono. Ya no podía más… Estaba desesperada … Ejem… Llamé
a la policía. Me han dicho que nada podían hacer al respecto, ya que no era
ningún delito regalar flores. Tampoco se molestaron en averiguar quién era el
repartidor o florista que traía los ramos. Me dio la impresión de que les
divertía la situación…
Las risas del público subieron de tono y el
juez de nuevo llamó al orden:
—
Señores y Señoras presentes, me veo obligado a interrumpir este juicio para un
receso de media hora. Espero que recapacitéis y a la vuelta tomaréis esta corte
con más seriedad y respeto. Acusada, seguiremos con su declaración después del
receso. Tómese un descanso, veo que lo necesita. Se levanta la sesión.
Pasada
media hora, después de subir al estrado, la señorita Acosta continuó con la voz
temblorosa:
— La situación empeoró cuando la prensa se
instaló en el portal. Salir de mi casa a diario se convirtió en un suplicio… No
podía dar un paso sin una alcachofa en mi cara… Sobre mí publicaron en el
periódico local y nacional. Ya ni hablo de las redes sociales… Mi cara estaba
en todas partes. Hasta llamaron a mis padres, pobrecitos ellos. Me pusieron
varios apodos: la mujer de mil rosas, la mujer florero, la mujer de flores
marchitas… Era insoportable vivir así… Ejem, ejem, ejem… Y, mientras tanto, los
ramos aparecían en mi puerta y en el trabajo como por arte de magia. Ahí es
cuando comprendí que el Cupido me ha tomado el pelo. Esto no podía continuar
más, así que he vuelto a la iglesia para suplicar a San Valentín que pare esta
locura…
— ¡Ruego el silencio en la sala! Aguacil,
expulse a aquel grupo del fondo. Este juicio no es una broma, señores. Señorita
Acosta, ¿desea un vaso de agua? Continúe, por favor.
— Le agradezco, Señoría.
»
Como dije, he vuelto a la iglesia. Y me quedé ahí rezando durante horas. Por la
noche el Cupido no apareció. (El público volvió a reír. La acusada empezó a
llorar). Perdonen, pero es que todo es tan absurdo, lo sé… He vuelto otras dos
o tres veces a suplicar a San Valentín. Cuando ya perdí la esperanza de ser
escuchada, el Cupido apareció en mi dormitorio. Estaba muy enfadado; me gritó y
me llamó de todo. Que yo era una caprichosa, chivata, que no sabía lo que
quería…
»
Parece mentira, pero aquel ser me culpaba de todo… (La pobre mujer lloraba y no
paraba de sonarse la nariz.) Con su
flecha gesticulaba como un loco. Así que no aguanté y se la arranqué de la
mano. Lo agarré por sus alitas con la otra y le clavé la flecha. Justo en la
barriguita … Y la he vuelto a clavar y clavar y clavar… Cuando me di cuenta, el
cuerpo del Cupido parecía un colador… Estaba muerto. Muy muerto. Después,
desapareció.
»
Llamé a urgencias. Creyeron que estaba bromeando. Llamé a la policía… Varias
veces… Cuando vinieron los acompañaba una ambulancia. Ejem, ejem… Para mí… Me
ingresaron en la planta de psiquiatría… Estuve ahí casi tres meces…
»
Un día, cuando pasaba delante de una floristería, algo hizo un “clic” en mi
cabeza. Así que he ido a la gasolinera más cercana y compré una garrafa de
gasolina. Esperé que las floristas cerraran la tienda. Ya de noche, con una
tapa de registro, rompí el escaparate; metí la garrafa dentro y la volqué. Con
un fular hice la mecha y le prendí el fuego.
»
Me senté en el banco de un jardín cercano a disfrutar del espectáculo. Por vez
primera en un año estaba feliz y aliviada. No me importa ir a la cárcel, ¿sabe?
Mientras no haya flores ahí …
SUCESOS
El Cupido “ataca” de nuevo
La Pluma del Este
Hoy,
25/03/2024, hemos sabido que en una pequeña ciudad de EE. UU., Tennesi
Stone, una mujer ha prendido fuego a una tienda de juguetes y ha disparado a un
camión de reparto de Toys & A con un arma semiautomática. El conductor
salió ileso. Tampoco hubo víctimas entre los trabajadores de la tienda.
En
su declaración a la policía, la mujer dijo: «Que ya estaba harta de tanto pu…
oso de peluche y que ella solo quería a un hombre detallista y que el cabrón
del Cupido le ha tomado el pelo…» Estas eran sus palabras exactas.
Por
lo que hemos podido averiguar, la señora americana, estuvo recibiendo ingentes
cantidades de osos de peluche con un corazón rojo donde pone escrito I love
you desde el Día de los Enamorados. La pobre tuvo una tremenda crisis
nerviosa a causa de aquello.
Queremos
recordar a nuestros lectores un caso parecido que sucedió en España el año
pasado. Pero aquí han sido los incontables ramos de flores frescas. Y la mujer,
víctima de una pesada broma – lo que se confirmó en la investigación y la consiguiente
sentencia – ha quemado una floristería. También sin víctimas.
Seguiremos
informando.
Genial. Una persona puede ser inofensiva, pero si se presionan los resortes adecuados, podemos transformarla en una máquina de matar.
ResponderEliminarAsí es. Creo que todos llevamos dentro a un asesino latente. Muchas gracias por sus comentario. Saludos.
EliminarA esta pobre mujer no le quedó de otra, que matar al cupido detallista pues ya estaba cansada de tanta flor regalada .
ResponderEliminarAcaso Aan Valentin quería vengarse de algo .......
Solo pudo terminar con la acción del cupido , dándole final a su vida c9n las flechas qir seguro, no había enviado
Todo en exceso es malo. No le quedó otra que liquidar al culpable. Ja, ja, ja. Muchas gracias por su comentario. Un saludo.
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