Café en buena compañía
Ella tiene todo bajo control. Su pelo, veteado de gris, recogido
en un moño y las gafas de pasta le dan un aire de descuidada elegancia. Con
amor y esmero ordena las infinitas estanterías por los géneros literarios y por
los nombres de los autores. Camina con pasos silenciosos en una suave cadencia
que solo ella es capaz de interpretar.
Cada viernes, a
las seis en punto, él se acerca al mostrador para devolver un libro y recoger uno
nuevo. Es alto y delgado, con un sombrero de ala que no esconde los ojos de color
whisky. Los ojos que adquieren un brillo socarrón al ver a la bibliotecaria. Las
frases: «¿Qué le ha parecido?». «Este tiene buenas críticas». «Este tiene un
final feliz» —es lo único que se atreve a pronunciar. Aun así, ella ya conoce
sus gustos y guarda los libros para él.
Un día, él le
dejará una nota dentro de uno: «¿Qué tal un café en buena compañía?».
Ella, tímida y con las cicatrices en su corazón, ignorará esta nota y otras
muchas más. Pero él no se dará por vencido. Hasta que un día ella leerá: «Cómo
duele reconocer que mi compañía no es tan buena. No la molestaré más». Ella,
asustada, al entregarle un libro, lo rozará con las puntas de los dedos y, mirándole
a los ojos, le dirá: «Hice bollos de canela riquísimos. Serán perfectos para acompañar
el café…».
Cada viernes, a las seis en punto, él se acerca al mostrador para devolver un libro y recoger uno nuevo. Es alto y delgado, con un sombrero de ala que no esconde los ojos de color whisky. Los ojos que adquieren un brillo socarrón al ver a la bibliotecaria. Las frases: «¿Qué le ha parecido?». «Este tiene buenas críticas». «Este tiene un final feliz» —es lo único que se atreve a pronunciar. Aun así, ella ya conoce sus gustos y guarda los libros para él.
Un día, él le dejará una nota dentro de uno: «¿Qué tal un café en buena compañía?». Ella, tímida y con las cicatrices en su corazón, ignorará esta nota y otras muchas más. Pero él no se dará por vencido. Hasta que un día ella leerá: «Cómo duele reconocer que mi compañía no es tan buena. No la molestaré más». Ella, asustada, al entregarle un libro, lo rozará con las puntas de los dedos y, mirándole a los ojos, le dirá: «Hice bollos de canela riquísimos. Serán perfectos para acompañar el café…».
© La
Pluma del Este
Y a los dos les gusta la lectura y los libros. No puede salir mal. :)
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