Vacaciones de ensueño
¡Vacaciones!
¡Va-ca-cio-nes!
¡¡Vacaciones!!
Por fin, Julia iba a tener
unas vacaciones de ensueño. Y lo mejor de todo, que no le costarían ni un euro.
El viaje a una isla paradisíaca era un premio que le había tocado al hacer un
chequeo médico anual. (Es de lo más extraño, ¿verdad?)
No podía creer en su suerte. Ella,
tan normal y que nunca, jamás de los jamases había ganado nada, ahora era una
afortunada de una estancia a todo lujo en un hotel-spa de cinco estrellas con los
tratamientos de belleza, masajes y dietas adelgazantes incluidos. Justo lo que
ella necesitaba. (Bajar unos kilitos le vendrían de maravilla.)
Un coche negro vino a buscarla. El chofer,
con mucha galantería, le abrió la puerta y le ofreció una copa de champán. En
el aeropuerto, sin necesidad de hacer cola con el resto de los pasajeros, pasó
como un viajero VIP y de ahí, a la cabina de primera clase. Más champán y
comida de gourmet la dejaron muy pero muy relajada. Observó el resto de los
pasajeros y, charlando con algunos, se enteró de que todos eran los ganadores
de un viaje. El mismo viaje que ella. Y todos hicieron el chequeo anual. «¡Qué
coincidencia más extraña!»
En algún momento abrió los ojos y vio
que la cabina estaba a oscuras y se oía algún que otro ronquido. Los pasajeros
dormían. Miró su reloj; en su muñeca había una pulsera roja. No la tenía antes.
Quiso mirar su móvil, no lo encontró… Alguien le puso algo en la cara y Julia
se durmió…
La sacudida del aterrizaje despertó a
los pasajeros. Cuando salieron del avión, vieron las hileras de palmeras y
exóticas flores. El aire cargado de olor al mar le dijo a Julia que ya estaban
en la isla. Aún un poco aturdida por el viaje y una extraña somnolencia, Julia
se fijó en que todos los viajeros llevaban las pulseras, pero de distintos
colores. Seguro que era lo mismo que en viajes con “todo incluido”. Así que no
le pareció nada extraño. Unos hombres, en monos blancos, los separaron en grupos
por colores y los subieron a las furgonetas.
Ya llevaba en el hotel varios días…
¿O semanas? Había perdido la noción del tiempo. No le importaba. En su casa
nadie la esperaba, no tenía familia, ni siquiera una mascota, y, además,
disfrutaba de lo lindo de la lujosa suite donde se hospedaba, de la exquisita
comida y de los tratamientos corporales. Le encantaban los paseos por la playa
en el ocaso y la salvaje belleza de aquel rincón maravilloso del mundo. Sin
relojes, teléfonos, sin televisión, Lucía estaba feliz, muy feliz y… Y con una
sensación extraña que no sabría identificar…
Los trabajadores no tenían contacto
con los huéspedes. Eran como sombras y se dedicaban a hacerles la vida de lo
más cómoda posible. Cuando Julia quería informarse de cuánto tiempo más iba a
durar su estancia, solo le sonreían y continuaban con sus labores. Sin embargo,
algo seguía incomodándola. Nada podía ser tan perfecto y durar para siempre… gratis.
Poco a poco, las personas con las que
Julia había viajado y con las que entabló una amistad, iban faltando a los
desayunos, comidas, cenas y actividades. Otras nuevas llegaban. Julia seguía
sin saber a quién preguntar sobre el final de sus vacaciones.
—Señora Julia, soy la directora del resort.
Me han dicho que usted estaba preocupada y molesta por algo. —Una mujer alta y
que nunca había visto antes, vestida con un mono blanco, interrumpió el paseo
de Julia.
—¡Por fin! Llevo días preguntando por
algún responsable de todo esto. Me gustaría volver a casa. Yo quería unas
vacaciones, pero no vivir eternamente en ellas.
—Ah, señora Julia. Esa es la
cuestión. Estas sí son las vacaciones eternas. Nadie sale de aquí… vivo.
La brisa perfumada de la isla se
llevó el grito de Julia hacia el incesante oleaje del mar teñido de oro por el
sol del ocaso…
02/06/2025, Gijón
© La Pluma
del Este
Vacaciones sin desembolso igual a vacaciones trampa. Lo tendré en cuenta. :)
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