Luna de abril
Anochecía…
La luna poco a poco se adueñaba del cielo. Titilantes estrellas, diminutos
farolillos, se encendían en la inmensidad del cosmos. La brisa fresca de abril
jugaba con las llamas de la fogata… El olor de los naranjos en flor y de la
hierbabuena cubría el campamento. Los romaníes, reunidos alrededor del fuego,
esperaban que sucediera algo. El silencio lleno de magia estaba a punto de
romperse…
El acorde
de una guitarra rasgó la quietud y una melodía se expandió por el valle.
Alguien echó más leña al fuego y una miríada de chispas se elevó en el aire. Y,
como por un encantamiento, apareció ella… la cautivadora Rada. Empezó a bailar
con mucha delicadeza, como si le costara cada movimiento cimbreante de sus
caderas, de sus manos, de su cuello…
La música
sonaba cada vez más y más rápido. La joven cíngara, inmersa en aquel
vertiginoso baile, giraba, giraba y giraba… Su falda floreada tenía vida
propia: subía, bajaba, se arremolinaba alrededor de su cuerpo, enseñaba los
esbeltos tobillos adornados con las tobilleras de plata.
La guitarra
cantó su última nota y la mujer paró… El sudor brillaba en su piel. Con un
gesto lleno de sensualidad, apartó el cabello azabache de su cara… Y la noche
vio su belleza. Los ojos de un verde intenso miraron alrededor como si buscaran
a alguien… Con anhelo… Con la desesperación contenida… Sin encontrarlo… Un halo
de decepción y tristeza los llenó de lágrimas.
La romaní
hizo una señal a un grupo de hombres y estos sacaron del fuego un montón de
brazas y con los rastrillos las esparcieron por la tierra. La guitarra volvió a
sonar. La siguieron las decenas de palmadas, marcando el ritmo. La mujer se
subió la falda y, con decisión, pisó las brasas ardientes. Y volvió a bailar.
Esta vez era diferente. Es como si algún espíritu salvaje la poseyera y la
protegiera de quemarse viva. Este baile era un éxtasis puro… Las palmas, los
gritos, el canto de las mujeres y hombres, las panderetas, las campanillas… Un
vórtice de pasión se apoderó de los presentes… La bailarina de fuego paró…
Respiraba con agitación… El sudor brillaba en su cuello. El collar se posó en
sus pechos con un suave tintineo. Dio un paso hacia la oscuridad… Después el otro…
Las
cortinas de la noche se abrieron y un hombre salió a la luz de la lumbre. El
fuego se reflejó en su ávida mirada, llena de añoranza. Estiró sus manos hacia
la mujer… Rada sonrió y se echó en sus brazos.
—Tardaste
—dijo con voz de susurro.
La noche
volvió a cerrar sus cortinas detrás de los enamorados… La brisa con olor a las
flores de naranjos y a hierbabuena poco a poco apagó la fogata… Los romaníes se
retiraron a sus carromatos… La luna cómplice se escondió entre las nubes para
que los amantes tuvieran la intimidad…
13/04/2025, Gijón
© La Pluma del Este
Me han entrado ganas de ir tras Rada a sabiendas de que me rechazará. Será de lo bien escrito que está. :)
ResponderEliminarMuchas gracias... Es todo un honor viniendo del maestro. Un saludo.
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