20 de junio de 2023

Los buenos vecinos

Los buenos vecinos



Señor Juan esperó que su nuevo vecino se fuera.
Ahora podrá subir a la finca y, sin que nadie lo vea, recolocar el palo que marca la frontera entre sus tierras. En la última tala de eucaliptos, hace un mes, lo vio en su sitio. O no. No estaba seguro. Pero la semana pasada, cuando subió al monte, el palo no estaba. Alguien lo hizo desaparecer. Su hijo le insistía cada poco que apuntara las coordenadas por el GPS y pusiera algo más permanente, como un poste de hormigón. Las cosas modernas no iban con él y no quería gastar el dinero a lo tonto. Una buena rama de madera, con un trapo, era todo lo que necesitaba. Nadie se atrevería a moverla o quitarla de su ubicación. La palabra de un paisano y un apretón de manos le valían más que una firma.
   Manolo, su anterior vecino, murió y sus hijos vendieron la casa y el terreno del monte a uno que vino de la capital “para buscar la vida tranquila”. No pintaba nada aquí. Él deseaba aquellos terrenos, pero los herederos pedían demasiado. Seguro que no querían venderlos a él. Desgraciados.
   La sospecha que el nuevo quería robarle sus tierras no le dejaba dormir. Pasaba las noches en vela. Se sentía agobiado y lleno de ira…
   Dejó su coche entre los árboles para hacer el resto del camino a pie. El teléfono otra vez. Con esta ya son cuatro llamadas perdidas de su hijo. Ya le llamará más tarde.
   — Hola, señor Juan.— Es él, el nuevo.— Qué raro. No veo la marca entre nuestras fincas. ¿Sabrá usted algo?
 “Mentiroso. Me miras a la cara y mientes como un bellaco”  pensó —. “Y ahora, ¿qué narices haces aquí? ¿No ibas al pueblo?”
   — Cuando vine para contrastar los límites con la escritura, había un palo con algo blanco.
   — Sí. La marca. Siempre estuvo aquí. De toda la vida. Mira por ahí, más abajo. Igual la ves.
   El vecino le dio la espalda y se inclinó para mirar entre los matorrales. El golpe seco, fuerte, justo debajo de la nuca, lo empujó ladera abajo…
   El corazón de Juan empezó a palpitar a mil por hora. El martillo resbaló de sus manos. El sudor frío bajó por su espalda mojando los calzoncillos. El sonido del teléfono casi le hizo caer para hacer la compañía al otro.
   — Diga.
   — Hola, papá. Perdona por molestarte, igual estas con tu siesta. Yo ando muy liado, por esto se me olvidó decirte, que al final he apuntado las coordenadas del GPS de estos palos que marcan la finca del monte.  Hace una semana subí con un compañero del curro. Y al girar el coche, rompimos uno que estaba justo en el camino. Pero no te preocupes, el punto exacto lo tengo apuntado. Este finde paso por ahí y lo volveremos a colocar. Si tú quieres…




                                                                                               20/06/2023, Gijón




                                                                                 

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