Hola, guapa
Se asoma al acantilado: son unos veinte metros de caída. Solo dar un paso. Solo uno. Inclinarse y unirse al mar.
Cierra los ojos y la invaden los recuerdos. Aborto, separación del “amor de su vida”, pérdida de negocio, las deudas… Demasiado peso y sin las fuerzas para llevarlo.
Cuando era feliz, vino con Él aquí. Entre la naturaleza, los paseos, la rica comida, su amor ha dado el fruto: después de tantos años de intentos, se quedó embarazada. Su felicidad era infinita. Planes, ilusiones, compras, el cuarto del bebé. A los cinco meses lo ha perdido todo y su vida se desmoronó.
Un paso… Solo uno…
— Hola, qué bien se respira aquí, ¿verdad?
Gira la cabeza y ve a una mujer risueña con un enorme saco a sus pies.
— Soy Tamara y tú, ¿cómo te llamas, guapa? ¿Eres de por aquí? Nunca te he visto. ¿Te hospedas en la Casona de Juana? No te imaginas cuánto plástico hay por ahí abajo. Ni en cien años podré sacarlo.
El parloteo de la tal Tamara la saca de quicio. “Será pesada. ¿Por qué no me deja tranquila?” Y la mujer sigue. Que nosequé ecologistas, de nosequé alcalde, la vecina, el panadero…
Mientras tanto, el sol se hunde en el mar y el nordeste se adueña de los acantilados.
— ¿Me ayudas a llevar este desastre al contenedor? Está a veinte minutos. Después te vienes a mi casa. Tengo un rico cocido. Odio cenar sola desde que hace diez días enterré a mi único hijo.
01/03/20123, Gijón
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