El niño con
chaqueta amarilla
Con
cada día se le hace más difícil cruzar la puerta.
Siente
que sus miradas lo taladran hasta los huesos y la intensidad de este
dolor es insoportable. Se ve a sí mismo como un pato feo, inútil y
estúpido. Mamá no deja de preguntar qué le pasa. Papá trabaja
tanto que apenas lo ve. El único amigo que tenía, se fue a vivir a
otra ciudad.
Se
sienta en su mesa e intenta construir un muro inquebrantable a su
alrededor. Con poco éxito. La profe le pide que conteste y él
suelta lo primero que se le ocurre y toda la clase empieza a reír.
Cada carcajada es una piedra.
Al principio decidió ignorarlos. Empezaron quitándole el bocadillo y
las monedas. Aguantó. Pero después de la encerrona en el baño, le
entró miedo y vergüenza. No sabía qué hacer, con quién hablar.
Él es uno y ellos son cinco. Seguro que se cubrirán unos a
otros…
Después
de las clases él suele pasear por el parque municipal que da a los
acantilados. Le relaja ver el inmenso mar e imaginar que hay más
allá, donde la vista se pierde en el horizonte.
Un
día, especialmente malo, decide a dar un salto y volar. Libre como
estos patos, que cruzan los océanos volviendo a su hogar…