Las lágrimas de Ianthe
Las olas de un añil cristalino la estaban meciendo
arriba, abajo, arriba, abajo… El agua templada la envolvía con suavidad y los
rayos de sol besaban su hermoso cuerpo. Ianthe estaba relajada, se sentía feliz
y complacida con el momento de tranquilidad sin el molesto ajetreo de los
navíos. Aunque este rato no durara
mucho, ella aprovechaba cualquier oportunidad para salir a la superficie y
disfrutar de un cielo, lleno de azules, y de la enigmática costa, donde vivían
los humanos. Tenía prohibido acercarse hacia ellos. Su mera existencia dependía
de la ocultación. Un día, hace muchas lunas, ella ha roto el
tabú: conoció a un humano. Él la había enamorado con su música, aquel extraño
sonido que salía de un instrumento que tocaba. Lo vio por vez primera en una puesta de sol,
cuando sus rayos dibujaban el camino dorado hacia el horizonte. Después de
cazar unos peces, Ianthe retozaba en el suave vaivén de las olas. Él vino en
una nave blanca, una de tantas que surcan las aguas de su hogar. Echó el ancla y quedó muy quieto mirando al
más allá. Parecía que estaba rezando. Después abrió una especie de vasija y
tiró unos polvos al mar. Empezó a llorar. Lloró mucho, postrado de rodillas. Se
le veía muy triste y abatido. Después se sentó, abrió un enorme cofre y sacó
algo grande de una extraña forma redondeada. Puso este objeto entre sus piernas
y con un palo fino empezó a hacer unos movimientos. De repente el
aire se llenó de un sonido delicado y a la vez, potente. Ella nunca había oído
nada igual. Gaviotas y albatros se han enmudecido. Y el mar se calmó,
convirtiéndose en un enorme plato de cristal. Ianthe se sintió arrastrada por la triste
melodía y quiso acompañarla con su voz. Al unísono – el hombre y la sirena –
empezaron a tejer una bella canción que los atraparía en un vertiginoso baile
de emociones. El hombre dejó de tocar. Extrañado se acercó
al borde para ver quién era la cantante. Pero ella ya se había sumergido a las
profundidades del mar. Pasaron unos
días y él volvió. De nuevo se
puso a tocar, pero esta vez la melodía era más alegre y que invitaba a bailar y
saltar las olas como si fuera un pez volador. Por lo menos es lo que ella sintió
en aquel momento. Ianthe lo acompañó con su voz cantarina y cuando él quiso
verla, se escabulló por debajo del navío sin atreverse a más. Pasaron
muchas lunas, varias tormentas y tempestades, pero el hombre volvía a la bahía
a tocar su música y la sirena le acompañaba en el ritual lleno de magia. Un día él no tocó.
En silencio se sentó en el borde de la nave con los pies colgando a la espera
de su acompañante misteriosa. Albergaba la esperanza de conocerla, por fin.
Amaba su voz y quería ponerle una cara. Ella se
acercó al yate y empezó a flotar dejándose llevar por el suave oleaje. Sus miradas
se encontraron y se reconocieron al instante. Algo muy antiguo ha resurgido en
sus corazones. ¿Tal vez un amor de la vida pasada? ¿Quién lo sabe? Pero estos
dos seres tan diferentes se sintieron como uno solo. Se han reencontrado. Después
vinieron muchos atardeceres llenos de música y amor. Ella ya sabía
su nombre, Leonardo, y el extraño instrumento que tocaba era un «violonchelo».
Que aquel día, cuando lo vio por vez primera, él vino a tirar al mar las
cenizas de su mujer que había fallecido de una terrible enfermedad. Leonardo iba
a arrojarse al mar también, ya que no imaginaba vivir sin su esposa. Pero
conocerla a ella, Ianthe, le ha salvado de aquella terrible decisión. Él era
profesor en un lugar llamado “la universidad”. Vivía en una ciudad pequeña
costera, Sutomore, y le explicaba las maravillas de la vida en la tierra firme.
Ella le contaba sobre los tesoros ocultos de las profundidades y de sus
habitantes. Los dos eran huérfanos, dos almas solitarias, que tuvieron mucha
suerte de encontrarse en un mundo tan inmenso. El tiempo
pasaba. El pelo castaño de Leonardo iba cogiendo el color de la madera
blanquecida por el sol. Su cara poco a
poco se llenaba de arrugas. Ya no era tan fuerte y vigoroso. Sin embargo,
Ianthe seguía siendo la misma, con su melena violeta y la piel tersa y suave de
una mujer joven. La música de Leonardo ya no sonaba con tanto ímpetu, pero ella
seguía acompañándola con su voz cristalina. Con esto le bastaba. Algunas veces, Leonardo tardaba en regresar
y Ianthe nadaba dando vueltas, desesperada y loca de preocupación por su
enamorado. Pero él siempre volvía. Tocaba su violonchelo y ella cantaba para
él. Después, retozaban juntos en el suave vaivén de las olas. Un día él no volvió. Pasaron
varias lunas… Ella seguía
en el mismo lugar como si estuviera anclada con una cadena invisible: «Vendrá.
Seguro que volverá. Somos uno solo». De repente,
en el ocaso, apareció un navío que ella conocía tan bien. ¡Por fin! ¡Ha vuelto!
Ianthe estaba fuera de sí de alegría y preocupación. Lo reñiría por ser tan
desconsiderado y dejarla sola mucho tiempo. Se abrió el paso entre las olas para
acercarse al yate. La persona
que la saludó no era Leonardo, sino una mujer joven. Después salió un hombre. Ella no sabía
qué hacer: huir o preguntar por su amante. La muchacha lo hizo por ella: — Hola, Ianthe. No te asustes, por favor.
Señor Leonardo nos habló mucho sobre ti. Somos sus alumnos y amigos. Yo soy
Dafne y él es Eric. Sentimos decirte que Leonardo ha fallecido. Su último deseo
era volver aquí, contigo. Estas son sus cenizas… Un grito desgarrador rompió la calma marina.
La sirena estiró sus manos para coger la urna con los restos de su amado y se
sumergió en aguas profundas. Los muchachos levantaron el ancla. El yate se
perdió en el ocaso siguiendo la estela dorada del sol. El silencio con su halo
mortuorio cubrió aquel rincón del Adriático, testigo de un gran amor y de una
gran pérdida. Todavía hoy,
después de cada tormenta, se oye el llanto de Ianthe. La sirena llora por su
amado. Algunos han visto su cabellera, ahora blanca, surcando las olas. Y, los
más afortunados, han podido encontrar unas raras perlas de color violeta. Dicen
que son las lágrimas de Ianthe. Pero pocos se atreven a buscarlas en el mar, el
dominio de una sirena enloquecida por dolor.
15/03/2024, Gijón
Hermosa historia, aunque, como siempre pones el corazón en cada detalle y cada palabra, nadie como tu
ResponderEliminarEscribe algo que te llega al corazón, gracias, gracias gracias
Que bella historia d amor. Me gustó mucho. Bendiciones
ResponderEliminarBellísima!!!!
ResponderEliminarHERMOSAAAA!!!! Como todos tus relatos llenos de amor y pasión. gracias por tan bella historia 😍😍😍, 😍
ResponderEliminarHermoso, gracias por compartir
ResponderEliminarWAOOOOO bello escrito.
ResponderEliminarLa vida le trajo a lanthe a su amor ,en una ola lo condujo a que lugar, estando triste por la pérdidas de su amada ,solo quería su vida terminar.
Después de tanto toque de su música especial como dando la despedida a su esposa ,no sabía que tanbir el amor de nuevo llegaría al encontrar de frente aquella sirena 🧜♀️ que enamorada la dejo y su canto también a el regalo .
Después de tantas lunas el amor hizo magia en el y ahora a su bella sirena también.tocaria sus bellas notas ,para que la dejara con su canto fascinado.
Fíe un amor de mar ,de olas y de brillante rayos de luna que a los dos envolvía con su magia de amor.
Ahora aquella bella sirena no quiere seguir sin su amado ,pues sabe que no volverá nadie a tocar esa bella melodía qie a ella enamoro
Una hermosa historia de amor, un placer leerla, saludos.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Bellísima historia!!!!!
ResponderEliminarPreciosa historia de amor. Felicidades.
ResponderEliminarEl amor verdadero traspasa toda barrera, y perdura mas allá de la muerte 💞
Preciosa es decir poco.
ResponderEliminarLa leí hoy az una semana creo.y está ya es la 3 vez ye sigue enamorando., como la sirena del maestro
ResponderEliminarPara no ser su lengua materna. .escribe muy bien en español. Gracias 🫂 por sus escritos.
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