La Obra
Cuando nacemos, delante de nosotros se abre un lienzo casi en blanco. Casi, porque la voz de nuestra madre y el sonido de su corazón, son sus primeros trazos.
Con cada fragmento del tiempo, que se multiplica en segundos, minutos, horas…, nosotros convertimos en pintores, escritores y protagonistas de nuestra vida. Añadimos personajes, nos enamoramos de ellos, los apartamos y sacamos fuera del camino, lloramos por ellos. Cubrimos el lienzo, mojado por lágrimas, con las capas secas. Y seguimos sobreescribiendo. Hasta el final…
Algunas veces apartamos la mirada de los quehaceres y la alzamos al cielo estrellado, reconociendo nuestra pequeñez e insignificancia. Y, aun así, nos sentimos amados por el Dios.
25/05/2023, Gijón
Somos protagonistas de nuestra historia, pero a veces las circunstancias no nos permiten escoger, ni el decorado, ni los actores secundarios que deseamos.
ResponderEliminarPero al final, si, los elegimos, aunque nos vengan impuestos. Sigo creyendo en el libre albedrío. Un saludo.
EliminarHola, Pluma del Este:
ResponderEliminarComparto tu reflexión sobre nuestra pequeñez en la inmensidad de la creación. Lo que no hace insignificantes nuestras vidas es protagonizarlas con intención, no por inercia.
Un abrazo, Pluma del Este.
Así es. La intención es lo difícil. Es la lucha diaria. Aunque algunas veces apetece dejarse llevar... Un abrazo, Nino.
Eliminar