Esperanza
… La guerra terminará algún día y la vida volverá a vivir.
El invierno tardío cubre las calles con la sucia y pringosa nieve. Ni todas las ventiscas del mundo podrían ocultar los retorcidos esqueletos de los árboles y las siniestras ruinas de los edificios. Parece que la ilusión y la belleza invernal han abandonado aquella tierra, herida de muerte.
No se oye nada; la desolación lo envuelve todo. No se ve ni un alma; la vida, que otrora repasaba esta ciudad, ahora estaba muerta.
De repente, una risa infantil rompe el silencio estancado. Entre las ruinas de lo que antes era un orfanato aparece flotando un globo rojo y le sigue una carita sonriente de un niño.
—¿Quieres jugar?— pregunta.
Esperanza…
18/11/2022, Gijón
Yo tendría cuidado con ese niño. Se avecina una historia de terror.
ResponderEliminarJajajaja, que va. Pero nunca se sabe. Un saludo y gracias por leerme.
Eliminar¡Qué bonita reflexión final! Ojalá suceda. Un abrazo. :)
ResponderEliminarLa esperanza nos mantiene vivos para vivir mañana. Muchas gracias, Merche, por leerme. Un saludo.
EliminarComo la risa de un niño., Puede alegrar hasta en el sitio más inhóspito del mundo
ResponderEliminarMuy cierto. Ver a un niño riendo nos hace sentir que no todo está perdido. Un saludo y gracias por pasar por aquí.
EliminarTatiana, has creado muy bien el ambiente de soledad y muerte que es el paisaje de tu relato.
ResponderEliminarMuy acertada la antítesis final con la introducción del globo y del niño.
Una oportunidad a la vida.
EliminarMuchas gracias, Maria, por tu comentario tan generoso. Un saludo.