Por fin en casa
Cuando entré por la puerta
de mi nueva casa, otra nueva casa, ella me miró y se fue arriba. Cuando mi
nueva mamá me llevó a mi habitación, vi que también era la de ella. Mi nueva
hermana estaba en su cama con unos cascos y mirando el teléfono. Esta vez pasó
de mí. Dejé mi mochila en la otra cama, la mía, y bajé a merendar. Ella se
quedó en la habitación.
Al volver, vi que una línea de tiza
en el suelo partía la habitación por la mitad. Me quedé en mi mitad. Le di un “buenas
noches”. No me contestó. Me despertó un sonido. Era ella. Estaba llorando, muy
bajito. Pero yo la oía. Yo también me puse a llorar. Pero por dentro.
Cuando desperté por la mañana, ella
ya no estaba. En mi mesita había una muñeca Barbie y una nota. Leí: «Bienvenida».
Abracé a la Barbie y lloré… Pero en voz alta.
Cuando entré por la puerta
de mi nueva casa, otra nueva casa, ella me miró y se fue arriba. Cuando mi
nueva mamá me llevó a mi habitación, vi que también era la de ella. Mi nueva
hermana estaba en su cama con unos cascos y mirando el teléfono. Esta vez pasó
de mí. Dejé mi mochila en la otra cama, la mía, y bajé a merendar. Ella se
quedó en la habitación.
Al volver, vi que una línea de tiza en el suelo partía la habitación por la mitad. Me quedé en mi mitad. Le di un “buenas noches”. No me contestó. Me despertó un sonido. Era ella. Estaba llorando, muy bajito. Pero yo la oía. Yo también me puse a llorar. Pero por dentro.
Cuando desperté por la mañana, ella ya no estaba. En mi mesita había una muñeca Barbie y una nota. Leí: «Bienvenida». Abracé a la Barbie y lloré… Pero en voz alta.
Al volver, vi que una línea de tiza en el suelo partía la habitación por la mitad. Me quedé en mi mitad. Le di un “buenas noches”. No me contestó. Me despertó un sonido. Era ella. Estaba llorando, muy bajito. Pero yo la oía. Yo también me puse a llorar. Pero por dentro.
Cuando desperté por la mañana, ella ya no estaba. En mi mesita había una muñeca Barbie y una nota. Leí: «Bienvenida». Abracé a la Barbie y lloré… Pero en voz alta.
24/05/2025, Gijón
© La
Pluma del Este