Los mazapanes
Toc, toc, toc…
—Pase.
—Señor juez, una
mujer pregunta por vos. Y yo me marcho ya. Hasta el lunes. Acuérdese de que voy a
hacer una visita mi hija.
—Sí, sí, por
supuesto. Dígale que entre. Hasta el lunes… Ah, doña Carmen, qué ricos estaban
los mazapanes que me compró para el café. Tráigame una docena más cuando pueda…
Señora, pase. Siéntese, por favor. ¿Qué puedo hacer por vos? No tengo el gusto
de conocerla.
—Buenas noches, juez.
Soy Maya Fernández, la madre de Terecita Fernández. Vivimos en un pueblo
cercano. Vivíamos… ¿Se acuerda de ella? Vino aquí hará un año para solicitarle
unos papeles para entrar en la mancebía del puerto.
—No sé de quién me
habla, señora. Por aquí pasan muchas fulanas en busca del permiso legal. Si no
tiene otro asunto que tratar, puede irse…
—Ah, no… No me iré
antes de decirle un par de cosas. ¿Cuántas muchachas ha “probado” antes de
mandarlas al burdel? Hablo de chicas inocentes y muy perdidas… Mi hija tenía
catorce años y era muy niña para trabajar de puta. Y, vos, un viejo libidinoso,
la desvirgó y la echó a los lobos… La pobre murió al dar a luz a… ¡Su bastardo!
Por cierto, ¿le gustaron los mazapanes? Veo la bandejita vacía. ¿No pudo
resistir y los ha comido todos? ¿No ha notado nada raro en ellos?… Veo que sí… Muy tarde para vos. Morirá aquí solo como la rata asquerosa que es.
29/01/2025, Gijón
© La
Pluma del Este
Nada más
ResponderEliminarque llamarles
fulanas , se
retrata .
Un gran final para un juez. Seguro que era de todos menos imparcial.
ResponderEliminar